La jueza y su ejemplo
En estos últimos años, pero particularmente después de que Norma Piña se hizo cargo de la presidencia de la Suprema Corte y del Consejo de la Judicatura, hemos sido testigos de actos aberrantes de muchos de los jueces que integran el Poder Judicial y no porque antes no los cometieran, sino porque actualmente la vida pública es cada vez más pública.
Así vimos que le liberaron las cuentas bancarias a la esposa y cómplice del narcotraficante García Luna o al delincuente torturador Cárdenas Palomino, o como le otorgan amparos a Cabeza de Vaca para evitar su detención, o la liberación al Güero Palma, así como a otros asesinos y criminales generadores de violencia en todo el país intentando dejarlos impunes, seguramente a través de un “regalo”, para que sigan traficando, asaltando, torturando y asesinando sin que nada les suceda, a pesar de todos los esfuerzos que hace el gobierno para ponerlos a buen recaudo, lejos de la comunidad a la que violentan.
De nada nos sirve tener a cientos de miles de efectivos en las calles deteniendo un promedio de 8 mil delincuentes por semana, cuando los más peligrosos son materia de libertad, derivada de la laxitud metalizada de jueces corruptos, que son incluso más culpables que los delincuentes que liberan.
De nada nos sirve mantener a cuerpo de rey a un montón de parásitos voraces en las estructuras de la Corte y de la Judicatura, o construir 300 cuarteles para alojar a la Guardia Nacional, o destinar un presupuesto enorme para entrenarlos, equiparlos y armarlos a fin de que puedan realizar un trabajo eficiente; todo se topa con la corrupción de los jueces, que hasta hoy se creían impunes y libres para cometer sus fechorías.
Sin embargo la semana pasada finalmente vimos en las redes sociales la detención de Angélica Sánchez, jueza de Huatusco, Veracruz, sobre quien la Guardia Nacional ejecutó una orden de aprehensión emitida por otro juez de ese Estado por presuntos delitos contra la fe pública y tráfico de influencias.
Ya la habían detenido antes en su entidad, pero no se pudo acreditar el delito del que la acusaban y salió libre a los dos días. Esta vez la jueza llevaba hasta un amparo previendo que la pudieran volver a arrestar, sin embargo sucedió a pesar de su “protección divina”, cuando iba camino a entrevistarse con la lideresa principal del cartel de la toga, su amiga Norma Piña.
Pero además el juez de control de la causa por la que se le acusa, determinó un plazo de un año en prisión preventiva para ella mientras se resuelve su situación jurídica.
¿Y qué fue lo que hizo la distinguida señora? Pues dejó en libertad a otro delincuente, apodado El Playas, a quien el gobernador de Veracruz señala como uno de los principales generadores de violencia en esa entidad, seguramente la liberación de este criminal coincidió con un pequeño “aporte de salida” para la jueza.
Finalmente a pesar de los gritos y protestas de todos los que están a favor de mantener impunes a los integrantes con toga del crimen organizado, la gran mayoría de los ciudadanos festejamos jubilosos este hecho, porque por fin vemos que sí es posible comenzar la limpieza de ese nido de ratas que ha sido tradicionalmente el Poder Judicial en México, aunque tenga que ser así, a la fuerza, pero con la ley en la mano. Según los ultraderechosos la ley es la ley. ¿O ya se les habrá olvidado?
Siendo miembro de ese distinguido cartel de ladrones arrogantes, no sabemos cuánto tiempo pueda estar presa o como termine el asunto, pero lo importante aquí es que ellos se enteren que la sociedad va por sus miserables pellejos. No sería mala idea que una reforma judicial por venir incluyera penas equivalentes a las que tendrían los delincuentes que han dejado libres para que sigan haciendo daño. Que esto sirva de ejemplo, a ver si empiezan a comprender ya que las cosas están cambiando.
Como dijo el compositor austriaco Gustav Mahler: “No hay más que una forma de educar, con el ejemplo.”