Como hormigas ante el fuego, o tlaconetes al sentir la sal, los periodistas mexicanos reaccionan con miedo, cólera e histeria, ante los señalamientos precisos del presidente López Obrador, sobre el papel que juega en este momento la prensa nacional.
Debe decirse antes, que el periodismo clásico, propio de los medios impresos, está muriendo en todas partes del mundo. El papel como elemento para hacer llegar la información a los ciudadanos, ya no se vende. Uno a uno, los diarios impresos van cerrando ante la falta de demanda, o se modernizan para participar en el mundo del internet, a través de sus portales en línea.
La revolución digital ha significado un duro golpe para el oficio periodístico. Ha cerrado fuentes de trabajo y dejado sin oportunidades a quienes en el pasado eran considerados propietarios de la verdad social.
La televisión y la radio por su parte, aprecian también una caída significativa en lo que corresponde a su alcance en audiencias. Los noticiarios estelares y los periodistas de renombre, tienen conciencia de que su credibilidad va a la baja. Día a día disminuye el número de quienes los sintonizan.
Aparte de las consecuencias negativas que trajo al periodismo la revolución digital, que acerca la información diaria a todo ciudadano, con solo dar un clic a su dispositivo móvil, el periodismo padece una consecuencia más, fruto de su encumbramiento en tiempos pasados.
Para crecer profesional y económicamente, los periodistas y los dueños de los medios de comunicación tradicionales, vendieron su línea editorial y su conciencia, a los gobiernos en turno.
Fueron aplaudidores, encubridores, cómplices y siervos leales de los poderes políticos y económicos que gobernaron al país, desde mucho antes del neoliberalismo.
Son parte de la negra historia del priismo y del panismo, vinculados a los poderes fácticos que se adueñaron de esta nación, para saquearla, violentarla y rematarla en total impunidad.
Los medios de comunicación tradicionales, así como los periodistas formados dentro de este círculo de corrupción, carecen en este momento de credibilidad. Ante los ojos de los ciudadanos que toman conciencia de su papel histórico, a partir de la llegada al gobierno del presidente López Obrador, son en su gran mayoría, mentirosos profesionales, que abierta o solapadamente, trabajan para manchar o deslegitimar al proyecto nacional que tiene como fin principal, erradicar a la corrupción en el país.
La prensa mexicana carece de credibilidad, dentro de un contexto mundial donde la crisis del periodismo es evidente.
Los publicistas no requieren de sus servicios como en el pasado. Los flujos de dinero disminuyen, puesto que las audiencias se alejan de estos medios, prefiriendo informarse en otras fuentes.
En un escenario tan difícil, no es de extrañar que el viejo periodismo intente sobrevivir a toda costa. Los periodistas de eso viven y tienen necesidad de mantener funcionado sus precarias fuentes de empleo.
Todo lo descrito tiene como finalidad, dar contexto a lo que sigue.
El presidente López Obrador ha señalado desde el principio de su mandato, que la prensa convencional es corrupta en su mayoría. Esta prensa guardó silencio ante los crímenes del neoliberalismo. Aplaudió a los corruptos, o en el mejor de los casos, cerró los ojos ante la evidencia de los delitos que cometían.
Sin embargo, como buenos conservadores, los periodistas de entonces no quieren perder su “respetabilidad”. Les molesta mucho que el presidente diga continuamente, que el viejo periodismo tradicional tiene vínculos innegables con los corruptos del periodo neoliberal.
Es un hecho real, pero a ellos les molesta que el presidente lo coloque como noticia actual.
Para los medios informativos conservadores, y para la fauna periodística formada en el pasado, lo natural sería que el nuevo gobierno cerrara este vergonzoso capítulo de corrupción. Que no se hablara más de él en adelante.
Que el presidente no hiciera señalamientos sobre el historial de los medios y periodistas con pasado oscuro.
Porque evidenciarlos, “divide”, “polariza” y “crea rencores”.
Decirles a los corruptos del periodismo que lo son, pone en peligro su raquítica credibilidad y debilita a sus fuentes de empleo.
Por eso vemos hoy al gremio periodístico en su conjunto, defender lo indefendible, en un intento por negar las faltas cometidas en el medio que les da de comer.
Vemos la molestia que nace en ellos, por el señalamiento de un hecho real.
Artículo 19 es una organización que tiene como fin la defensa de todo periodista en dificultades, o cuya vida se encuentra en peligro. La etiqueta de este producto, decía que sus características eran esas. Pero buena parte de la sociedad sospechaba que el etiquetado señalaba únicamente parte de las características de la asociación.
Artículo 19 se ha dedicado al golpeteo político, en contra del gobierno de la Cuarta Transformación. Ha asumido el papel de actor y no el que le corresponde por su naturaleza. Sus señalamientos son insidiosos y se basan en información deficiente, periodísticamente hablando, como los “análisis en redes” de Signa Lab Iteso, que han demostrado ser sumamente imprecisos.
El presidente López Obrador dijo en la conferencia matutina del día de ayer, que Artículo19 recibe financiamiento del Departamento de Estado en la Unión Americana, lo cual es cierto. Señala también que el anterior director de la asociación, es hoy vocero de otra asociación creada por Claudio X González, principal opositor al gobernó del cambio. Esto también es cierto.
A los periodistas de la vieja guardia, les enfadó mucho que el presidente evidenciara la realidad de esta organización.
“Es una agresión a la prensa”, “Un ataque a la libertad periodística”, “Una afrenta a la democracia”.
En realidad, se trata de otra de las verdades que el presidente pone ante los ojos de la sociedad.
Artículo 19, ataca permanentemente a Sanjuana Martínez, que es periodista también. Al mismo tiempo, defiende a los periodistas ligados a la corrupción que imperaba en Notimex, nido de vividores y dirigentes sindicales deshonestos.
Ataca al presidente López Obrador, porque exhibe a diario toda la suciedad acumulada en los medios informativos tradicionales. Y porque identifica a quienes trabajaron y trabajan aún, en favor de los interese corruptos que intentan recuperar el poder.
López Obrador lo dice muy a menudo: “son contados los periodistas que practican su profesión con honestidad y objetividad”.
Si alguien me pregunta por los nombres de verdaderos periodistas, de derecha o pretendida izquierda, que ejercen su profesión con calidad y respeto hacia sus personas, me sobran dedos en las manos para contarlos.
El periodismo añejo está en crisis y espera salir de ella, mintiendo. Engañando a sus audiencias con notas en las que se intenta negar lo evidente.
Pretenden mantenerse vigentes y sostener sus fuentes de empleo, participando en actos de corrupción periodística. Esto es, engañando.
No aceptan, o no ven, que la sociedad cambió. Que la mentira no prospera y que las redes sociales son la competencia que visibiliza lo que ellos intentan esconder.
No van a callar la voz del presidente, ni a engañar a un “Tigre” que se encuentra alerta y que dejó de tenerle miedo, respeto y confianza, a quienes se sentían “El Cuarto Poder”.
Hoy la verdad, no llega al pueblo por conducto de esta prensa llorona, tendenciosa y poco ética.
Malthus Gamba