La crisis del Perú, un llamado más de los pueblos indígenas
Textos y Contextos
Por: Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera
Como gran parte de las sociedades en Latinoamérica, la del Perú es diversa, multiétnica y relativamente joven al entrar de forma independiente al sistema occidental heredado desde Europa.
Igual que México, 1821 fue el año en el que la sociedad peruana, encabezada por el Libertador José de San Martín, firmó su emancipación de España. Es decir, apenas en 2021, Perú cumplió 200 años de ser una nación autogestiva ante el concierto internacional.
En dicho período, naturalmente, las leyes y el sistema del país andino se ha modificado en repetidas ocasiones. La Constitución impulsada a finales del siglo XX por Alberto Fujimori ponía por ejemplo en duda el sistema presidencialista en Perú y también las estructuras electorales, por lo que se hablaba de una segunda vuelta y de esta extraña facultad para disolver el Congreso, la cual el expresidente Pedro Castillo ejerció antes de su debacle.
En ese tenor, la caída de Castillo obviamente no es la primera crisis política peruana. Se registra que en 1912 fue el primer enfrentamiento serio entre el Ejecutivo y el Legislativo. Después en 1945, en un clima de expectación por una real transición democrática, asumió la presidencia José Luis Bustamante y Rivero, a quien se le disparó la inflación y se juzgó el reparto arbitrario de alimentos que realizó el Ministerio de Agricultura, y que generó largas colas y acusaciones de favorecer a los militantes.
Es por ello que en 1948 un golpe militar orquestado Manuel A. Odría se encumbró en el poder e inició un proceso de represión. En los 90 llegó a la presidencia un tipo sin partido que sólo quería ser senador, pero terminó disolviendo el Congreso y siendo la cara de un movimiento militar.
Como resultado de esta constante inestabilidad política, en Perú existen unos 12 partidos políticos con representación Legislativa, lo que dificulta lograr mayorías legislativas. Asimismo, el gran perdedor de esta situación ha sido un sector muy importante que, no sólo en Perú, sino en todo el continente siempre es el marginado número uno: el indígena.
Según la base de datos del Ministerio de Cultura del Perú, se tiene información de 55 pueblos indígenas en su territorio, siendo 51 de la Amazonía y 4 de los Andes. Asimismo, el 25% de la población nacional se identifica como indígena u originaria y se habla 48 tipos de lenguas en el país.
Eso explica entonces cómo, en 2021, logra llegar a la presidencia Pedro Castillo, un profesor rural. Muy similar a un descontento social vivido en Bolivia cuando Evo Morales alcanzó el poder, los peruanos de las zonas campesinas y de los pueblos originarios finalmente se sintieron representados.
Por eso ahora, ante su caída, la sociedad del sur peruano, eminentemente rural, sale a la calle y, como pasó en Bolivia cuando Jeanine Áñez fue nombrada presidenta tras el golpe de Estado a Evo Morales en 2019, piden la renuncia de Dina Boluarte y concisos cambios constitucionales.
Sin embargo, también se clama por modificaciones en el sistema económico peruano, tal como en años pasados lo clamaron las sociedades de Ecuador, Colombia, Chile y otras varias del continente, ante un claro debacle del neoliberalismo. Salvo en el caso chileno, en otras regiones del continente ha sido el sector indígena el que abandera estás reclamaciones.
En Perú, la violencia y los enfrentamientos en las calles son sólo la muestra de puntos coincidentes en la región: el sistema económico cae, las sociedades todavía son jóvenes en relación a sus procesos de independencia, los sistemas nacionales todavía se están afianzando, sufriendo así cambios radicales y es el sector social más desprotegido el que clama por cambios sustanciales.
Quizás vaya siendo tiempo de pensar en evitar las crisis antes de que sucedan, y, por lo menos en América Latina, la solución parece estar en atender ya las propuestas, reclamos y necesidades de los pueblos originarios, las personas indígenas y las bases sociales que durante décadas, sino es que siglos, se han sentido marginados, olvidados de un sistema mundo que prioriza la globalización y las ganancias del mercado a la diversidad cultural y la importancia del ser humano.