La inseguridad; un pendiente en el que dejan solo al presidente
Ayer por la noche publique en mi cuenta de Twitter, un mensaje que más o menos daba cuenta de un hecho sucedido ayer mismo, en calles del Centro Histórico de la capital del país:
Dos jóvenes se encuentran sentados en uno de los bancos que se ubican en la calle de Fray Servando Teresa de Mier, precisamente donde entronca con la avenida 20 de Noviembre. Hombre y mujer platican y traen consigo una bolsa presumiblemente de pan.
Aparecen en escena dos policías que observan a quienes en ese momento nos encontramos en el sitio. Pensamos que se trata de un habitual rondín de vigilancia. Hay poca gente en ese espacio. Unos niños juegan en los columpios ubicados en el pequeño jardín. Una mujer hace uso de la caminadora pública.
Los policías se acercan a la pareja e intercambian palabras con el muchacho.
De improviso, sacan unas esposas y un bote de gas, intentando someter al joven, de manera violenta.
Su pareja pide auxilio a gritos, señalando que los policías los quieren extorsionar, pero ya para entonces, los policías están golpeando al muchacho con las mismas esposas y el bote, en cabeza y rostro. El joven intenta defenderse como puede, pero son dos contra uno. Se trata de un cobarde abuso de autoridad.
De inmediato comenzamos a gritar a los policías que dejen de maltratarlo, En todo caso, si hay una falta, que procedan a su detención.
Al ver que la gente comienza a acercarse, ambos policías, avientan al joven, toman del piso una patineta que la pareja agredida también llevaba y salen corriendo en dirección a la avenida 20 de Noviembre.
Al pasar junto a la joven, uno de los policías le escupe la cara.
Por el relato de la pareja, nos enteramos que estos policías los acusaban de una “falta administrativa” que nunca precisaron. Querían ver “cómo nos arreglamos” para no pasarlos a la subdelegación que se encuentra a unas calles.
El negarse a participar en un acto de corrupción, molestó mucho a los dos policías. Su respuesta fue una golpiza cobarde en contra de una persona que paseaba con su esposa (eso lo supimos hasta entonces), antes de cenar.
La historia anterior tiene que ver con el contexto de inseguridad que vive el país.
En recientes encuestas de dudosa calidad, aparece un ligero descenso, en cuanto al apoyo que el pueblo de México brinda al presidente.
Estas mediciones señalan que una de las causas de esta baja en la popularidad de López Obrador, se debe a que, aunque los niveles de violencia se estabilizan y tienden a bajar en el mediano plazo, la gente ve que las calles de algunas ciudades del país, siguen siendo inseguras a ciertas horas.
López Obrador y el gobierno de la Cuarta Transformación están haciendo su trabajo, al crear y fortalecer un nuevo cuerpo de seguridad federal, que enfrente a los criminales organizados en bandas y cárteles. Incluso, la Guardia Nacional se ha integrado a la seguridad pública en varios Estados.
Pero el saneamiento de las policías estatales y municipales, corresponde en exclusiva a la autoridad local.
Y este trabajo debe haber rendido frutos después de un año de gobierno, como en el caso de la Ciudad de México.
Los ciudadanos en todo el país estamos entendiendo que la recuperación de la paz nacional, no se consigue de la noche a la mañana. Hace falta atacar las causas que generan la violencia y ese trabajo, lo hace a diario el presidente del país.
Pero depurar a las policías locales, es otro asunto. Establecer filtros y controles de calidad para depurar a estos cuerpos policiales, no puede llevar tanto tiempo.
Como ciudadanos, estamos dispuestos a esperar a que los frutos de la Cuarta Transformación maduren y se reflejen en resultados prácticos. La delincuencia está en todos lados y lleva tiempo frenarla.
Pero que las policías locales, que se conforman con un número preciso de elementos, a los cuales se tiene plenamente identificados, sigan actuando como otro grupo delincuencial, debido a que no han podido ser depuradas adecuadamente, si es preocupante.
En el caso que referimos, los dos policías pretendieron extorsionar a dos ciudadanos, en un espacio en el que las cámaras de vigilancia no tienen cobertura.
Pero cometieron el error de correr hacia la calle de 20 de Noviembre, con la patineta en la mano de uno de ellos. Ahí están las cámaras que pueden dar constancia de cómo salen, toman la citada avenida, caminan dos calles y dan vuelta a la izquierda en la oscura calle de San Jerónimo (esto nos lo cuenta una señora que los siguió para ver si pasaba una patrulla que pudiera detenerlos).
La culpa de toda la inseguridad, recae enteramente en el presidente. Cuando alguien habla sobre algún delito cometido en su entorno, generalmente señala que la estrategia de López Obrador va lenta, o no funciona.
Y esto no corresponde a la realidad. Las autoridades locales, no solo en la Ciudad de México, sino en muchas otras a lo largo del país, no están haciendo su trabajo en forma correcta.
Que cueste trabajo ubicar a los delincuentes que se mueven por todas partes, se entiende. Pero que los mismos policías continúen con las prácticas corruptas del pasado, sin que se haya logrado depurar a estos cuerpos de seguridad, demuestra un tortuguismo injustificado, o una incapacidad evidente.
El mayor problema que enfrenta en estos momentos la Cuarta Transformación, tiene que ver enteramente con el tema de la seguridad.
Es el punto que está golpeando la oposición desde el inicio del sexenio.
Ese talón de Aquiles se muestra vulnerable, cuando las autoridades locales permiten que los vicios del pasado, se mantengan vivos en tiempos de cambio.
Repito: este problema no se presenta únicamente en la Ciudad de México. Lo vemos replicado en muchas ciudades del país.
Desafortunadamente, los platos rotos los está pagando en exclusiva el presidente, al que se culpa de todas las deficiencias relativas a la seguridad en el país, sin importan si los delitos o las fallas, corresponden al ámbito municipal, estatal, o federal.
La depuración policial es la base para enfrentar a la delincuencia. Mientras se siga cobijando a malos servidores públicos, que utilizan la misma violencia que practica el criminal, para conseguir sus fines ilegales, flaco favor le estarán haciendo las autoridades locales al presidente. Están fallando en sus ámbitos de responsabilidad y pasan la factura a López Obrador, para que él la pague enteramente.
Esto no es correcto, ni ético.
No más cuerpos policiales corruptos. No más delincuentes uniformados.
Malthus Gamba