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Gobiernos como los de Calderón y EPN no deben de repetirse
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Gobiernos como los de Calderón y EPN no deben de repetirse

Emilio Lozoya delatando a sus cómplices neoliberales. Genaro García Luna acorralado en la Unión Americana, en un intento para que delate a sus cómplices neoliberales.
Y en el centro de los grandes negocios de los sexenios pasados, figuran dos expresidentes de este país: Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
La aguja de la justicia acaba de ensartar la primera hebra de la corrupción que se dio durante los pasados treinta y seis años. Pero esto es solo el comienzo.
El presidente López Obrador ha señalado reiteradamente que el intento que hace la Cuarta Transformación para encontrar la verdad de lo sucedido durante el periodo neoliberal, está teniendo sus primeros triunfos.
Hace falta recorrer la ruta completa. Saber cómo se fue fortaleciendo un sistema político-económico que debilitó, para crecer, al grueso de la población mexicana.

Porque la desigualdad en México se incrementa desde la llegada de la tecnocracia a la presidencia del país y no se detiene hasta que López Obrador se hace del poder, después de una votación histórica, donde la sociedad mexicana decide que ha llegado el momento de expulsar definitivamente a una clase conservadora ambiciosa y corrupta, que ha provocado daños terribles al país.

Como ha señalada atinadamente el presidente de la república, hoy no se trata de llevar al mayor número de personajes emblemáticos de la corrupción ante un juez.

Esto debe considerarse secundario. Lo importante, es conocer cómo se dieron estos vínculos de corrupción, entre funcionarios públicos de todos los niveles, empresarios nacionales y extranjeros, medios de comunicación que olvidaron su compromiso social para convertirse en voceros y cómplices de los corruptos y cómo fue que la delincuencia organizada tuvo un poder tan grande como para convertir al Secretario de Seguridad Pública durante el gobierno de Felipe Calderón, en el sicario más violento de que se tenga conocimiento hasta ahora.

En la conferencia mañanera del día de hoy, el presidente López Obrador recordó el operativo de seguridad, donde fue abatido el jefe de uno de los cárteles más poderosos del país. Marcos Arturo Beltrán Leyva perdió la vida junto con sus escoltas, en un fraccionamiento de Cuernavaca, Morelos. “El Jefe de Jefes” como lo apodaban, fue fotografiado ya fallecido, con fajos de billetes cubriendo su cuerpo. El último ultraje a quien ya era incapaz de defenderse. Un agravio al mismo tiempo a las fuerzas de seguridad del país, que se permitían este tipo de actos revanchistas.

Ese operativo fue reseñado como un triunfo del gobierno de México, en el combate a la delincuencia organizada.
Lo que no se sabía entonces, es que Genaro García Luna ya había sido reclutado por el cártel de Sinaloa, para enfrentar a sus enemigos dentro del crimen organizado. Principalmente a los Beltrán Leyva.

El abatimiento de Arturo Beltrán Leyva pasa de ser un honroso enfrentamiento en contra de la delincuencia organizada, a un ajuste de cuentas entre delincuentes.

El gobierno de Felipe Calderón no procuró justicia en favor del pueblo de México. Sirvió a los intereses de una de las fuerzas de la delincuencia, que pagaba muy bien por los servicios de los cuerpos de seguridad en el país.

Como este caso, hay muchos otros que nos brindarán una visión distinta a la que en su momento manejaron los periodistas, intelectuales y servidores públicos de los gobiernos conservadores, sobre asuntos de importancia nacional.

Emilio Lozoya Austin, un corrupto que hoy disfruta de los beneficios de una ley que le permite seguir su proceso en libertad y quizá de una sentencia cómoda, en caso de que la información que proporcione para la captura y enjuiciamiento de otros delincuentes de cuello blanco sea verídica, destapa otras coladeras desde donde es posible encontrar más hilos que conducen al núcleo de la corrupción institucionalizada.

Hoy sabemos que las reformas estructurales impulsadas durante el gobierno de Peña Nieto, fueron conseguidas a base de sobornos y cohechos. Diputados, senadores, jefes de partido y funcionarios públicos, recibieron dinero del erario, para facilitar las acciones privatizadoras en materia energética y educativa, principalmente.

Sabemos que en las elecciones del 2012, hubo dinero sucio en la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto. Dinero que proporcionaron poderosas compañías extranjeras, a cambio de favores especiales, una vez que Peña Nieto obtuviera el poder.

El INE de Lorenzo Córdova y Ciro Murayama se cansaron de decir que se había tratado de una elección limpia. Las pruebas sobre rebase de topes campaña por parte del PRI, fueron ignoradas por estos funcionarios electorales que se encuentran hasta el momento, trabajando a favor de la causa conservadora-neoliberal.

La suciedad que desbordó el neoliberalismo en los últimos dos periodos de gobierno es insultante. Una degradación del aparato del Estado, al que se puso al servicio de la delincuencia organizada y de los intereses de empresas trasnacionales, que llegaron a saquear los recursos naturales del país, sin freno alguno.

Los capitales nacionales, representados no por empresarios, sino por traficantes de influencias, hicieron negocios enormes al amparo del poder. Se creó un núcleo de millonarios que acaparaban la mayor parte de la riqueza nacional, mientras millones de mexicanos padecían hambre, enfermedades y miseria extrema.

Apenas estamos conociendo la cara real del neoliberalismo en su última fase, antes de la llegada al gobierno de la Cuarta Transformación. Y es terrible esa cara. Sin embargo, falta saber lo que sucedió durante los gobiernos anteriores.

Conocer cómo se remató Ferrocarriles Nacionales en tiempos de Vicente Fox, por poner un ejemplo. Lo relacionado al FOBAPROA cuando gobernó Ernesto Zedillo, o los negocios de la familia Salinas de Gortari, cuando Carlos fue presidente.

López Obrador dice bien, al señalar a los mexicanos que lo más importante en este momento, no es llevar a la cárcel a este numeroso grupo de delincuentes de cuellos blanco. Eso puede o no pasar y no va a cambiar en nada el presente y el futuro del país.

Lo que realmente importa es conocer la verdad de lo sucedido durante el periodo neoliberal. Entender cómo fue posible que la sociedad mexicana permitiera durante treinta y seis años, que los peores personajes de la política nacional, gobernaran a este país, conduciéndolo a la miseria económica y moral que hoy padecemos.

Cómo permitimos que la delincuencia creciera a grado tal, que un Secretario de Seguridad Pública, sirviera como sicario a un grupo criminal. Teníamos a la delincuencia gobernando, sin sospecharlo siquiera.

Conocer la realidad del neoliberalismo, nos permitirá no repetir los mismos errores durante el presente y en el futuro inmediato.
Neoliberalismo y corrupción, son palabras sinónimas. Provocan desigualdad, inseguridad, violencia e ignorancia.
Debemos buscar esa verdad perdida, para impedir que de nueva cuenta lleguen al poder los ambiciosos y criminales del pasado.
Solo así salvamos al pueblo y protegemos debidamente a nuestro país.

Malthus Gamba

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