Fallece Luis Echeverría Álvarez: Tlatelolco, martes de corpus y guerra sucia
El ex presidente más longevo falleció, a los 100 años de edad, el priísta Luis Echeverría Álvarez, personaje de una gran contradicción que, por un lado, otorgaba refugio a perseguidos políticos latinoamericanos o condenaba decisiones fascistas de la España franquista y, por el otro, emprendió la guerra sucia de exterminio en contra de los dirigentes sociales mexicanos.
Echeverría fue el Secretario de Gobernación durante la administración de Gustavo Díaz Ordaz y ha sido señalado como el autor intelectual de la masacre estudiantil de 1968 en Tlatelolco y, ya como presidente, la del 10 de junio de 1971, lo que obligó a los líderes de la protesta social a la clandestinidad y al gobierno a emprender la llamada “Guerra Sucia”, política genocida de exterminio de toda la oposición y que cobró la vida de más de 500 representantes populares.
Durante su mandato, de 1970 a 1976, fue tristemente célebre su utilización de la Dirección Federal de Seguridad que criminalizó toda protesta social de los movimientos de izquierda, bajo el fascista y laxo delito de “disolución social”, y el penoso e indigno papel que obligaron a jugar a las fuerzas armadas, sobre todo en el campo, donde se dedicaron a ubicar y eliminar violentamente a líderes y organizaciones que luchaban por la justicia y la libertad.
Como mandatario, su administración se destacó por el dispendio, la corrupción y el mal manejo económico, recibiendo una inflación de 4.96 por ciento y entregando, al final de su sexenio, el 27.20 por ciento en este medidor. Echeverría intentó desplazar a las empresas privadas como principal empleador y su política económica causó grandes estragos en el consumidor.
Emprendió una gran cantidad de obra pública que dejó inconclusa y plagada de dispendio, malos manejos y una enorme corrupción y creó el “Informe sobre la Administración Pública”, en el cual recomendó las bases para lo que después se convirtió en la Secretaría de la Función Pública, pero que estaba diseñada para poder aumentar el gasto público sin una real fiscalización, mientras que en el campo, privilegió la industrialización y la agricultura de exportación que, sin el necesario apoyo a los pequeños productores, provocó una catástrofe en las regiones agrícolas más empobrecidas del país.
En su afán de controlar la opinión pública, Echeverría dió un poder inusitado a la empresa estatal Pipsa, único fabricante de papel periódico desde 1934 y hasta 1989, utilizándola para “castigar” a los medios no afines a su gobierno y, si eso no era suficiente, ordenaba su intervención, como fue el caso que el 8 de julio de 1976 fue tomado, por ordenes de Echeverría, por un grupo de hombres armados, encabezados por Regino Díaz Redondo, fiel amigo del entonces presidente de la República, expulsando a punta de pistola a su legítimo director, Julio Scherer García y a varios periodistas más, quienes después fundaron la revista Proceso.
El entonces mandatario vivía, como parecen vivir muchos de los actuales líderes de oposición, en una realidad alterna pues, a pesar de su política genocida de exterminio contra los liderazgos civiles, Echeverría se atrevió a buscar el Premio Nobel de la Paz y preparó una candidatura para la secretaría general de la Organización de las Naciones Unidas, sin embargo durante ese proceso, decidió visitar la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Y fue en ése recinto y momento que se vio obligado a enfrentarse con la realidad, pues los estudiantes le reclamaron airadamente su participación en las masacres de 1968 y 1971, la Guerra Sucia, a lo que arrogantemente, les respondió: “Pasó el tiempo de las conciencias tranquilas, aquí gritaban las multitudes de Mussolini y de Hitler. Las juventudes de Salvador Allende sabían discutir … ¡Escuchen, jóvenes profascistas!”, por lo que fue abucheado, expulsado y le arrojaron piedras y expulsado de la UNAM.
Y así, con su participación en crímenes de lesa humanidad, las masacres estudiantiles de Tlatelolco y San Cosme, la creación del grupo de choque denominado los “Halcones”, la utilización de la Dirección Federal de Seguridad y la Fuerzas Armadas para la represión social, el exterminio de dirigentes populares y el control casi absoluto de los medios de comunicación, fue que, a la llegada de Vicente Fox a la Presidencia de la República formó la Fiscalía Especial para Delitos del Pasado, que supuestamente traería respuestas y llamaría a cuentas al ex presidente.
Sin embargo, el diseño de la Fiscalía fue engañoso desde un principio al no dotar de capacidades físicas, financieras y de personal suficiente y capacitado para tal tarea, por lo que, tal como era de esperarse, no arrojó ningún resultado al final de su sexenio y, al llegar Felipe Calderón, fue investigado por genocidio que desembocó en un “arresto domiciliario” en el que permitió viviendo cómodamente el resto de su vida sin ser molestado y con cargo al erario pues recibía su pensión como ex presidente y además se le pagaba el sueldo a sus cientos de empleados, por lo que Luis Echeverría sobrevivió y festejó muchos cumpleaños al lado de sus hijos, nietos, bisnietos y personal de servicio que lo asistió desde que fue presidente.