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El rey del cash, todo lo que no debe hacer un periodista
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El rey del cash, todo lo que no debe hacer un periodista

Textos y Contextos

Por: Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera

Suposiciones, inferencias, chismes, teléfonos descompuestos, pláticas que escuchó de lejos, anécdotas inconexas a fin de golpear la figura del presidente, Andrés Manuel López Obrador, todo lo que en las aulas y en las redacciones se pide no publicar a los periodistas, todo lo que va en contra de la ética profesional del reportero, todo eso se encuentra en el libro El rey del cash, de Elena Chávez.

Ella misma lo ha declarado en entrevistas: “No, ahí yo no estuve”, “no, no tengo pruebas”, “pido que me crean”, “que los acusados demuestren lo contrario”… Es como una mala tarea entregada por un estudiante de primer semestre de periodismo; ya que alguien te pida que le creas, da desconfianza. Al buen periodista uno le cree por su trabajo, no porque lo ruegue.
Nada lo comprobó, de nada hay pruebas, el libro incluye entrevistas a personajes como Guadalupe Acosta Naranjo y Fernando Belaunzaran, personajes, más éste último, que se han puesto al servicio de Claudio X. González y todos sus movimientos de oposición, cuyo impacto ha sido nulo y hasta deprimente: Futuro 21, Va por México, Unidos… Aunque le cambien el nombre, nada pega, porque, como El rey del cash, todos son proyectos sin ética.

En mi experiencia como profesor universitario, los alumnos de pronto preguntan: ¿por qué debemos hacer una tesis o un trabajo periodístico amplio de titulación? La respuesta es simple: ser licenciado en una disciplina implica que puedes presentar un texto con métodos, en este caso de las ciencias sociales, que sea avalado por al menos cinco sinodales y que demuestre su capacidad de investigación, análisis, contraste de fuentes, comprobación de hipótesis y, sobre todo, veracidad.

En las revisiones con el asesor o los sinodales se insiste en las fuentes; preguntas frecuentes son: “¿De dónde sacaste esto?, ¿por qué aseguras lo otro?”… ¿Con qué cara decirle esto a los estudiantes cuando editoriales internacionales respaldan textos como el de Elena Chávez, que no se dio el tiempo de cumplir con los requisitos mínimos del rigor periodístico? Es también hasta doloroso luchar contra una industria empresarial que pondera las posibilidades económicas que trae el sensacionalismo a la buena literatura o al buen periodismo. Ya lo escribió Ryszard Kapuscinski en su libro Los cinco sentidos del periodista: “Cuando los empresarios vieron que la noticia era buena mercancía, se priorizó más lo que vende que lo importante”.

Recordemos, por ejemplo, para contrastar y con el ánimo de dar ejemplos a los jóvenes que quieren ser periodistas, el libro sobre la Casa Blanca de Peña Nieto. Daniel Lizárraga, Rafael Cabrera, Irving Huerta y Sebastián Barragán, entonces equipo de Aristegui Noticias, realizaron una investigación que duró más de un año, con talleres incluso fuera de México para mejorar un trabajo que cimbró el gobierno del entonces presidente. Presentaron pruebas, fuentes vivas y documentales, es decir, todo lo que debe incluir un trabajo periodístico.

El rey del cash parece más un libro por encargo, la oposición patrocinando su propia ficción, cuyas pruebas, según la autora, son imposible de rastrear e incomprobable, pero que a ella le consta y por eso hay que creerle. Más que veraz trata de ser verosímil, algo que se aleja de lo real, así como la parcialidad de sus recuerdos o de las anécdotas que cuenta.

Y entonces se echa a andar su maquinaria: columnistas y opinadores de las redes y de los diarios repiten, a la usanza de Goebbels, la mentira que sí se dice mil veces se ha de convertir en verdad. Bajo los principios más ruines de la Escuela de Chicago (o de la investigación de la Comunicación de Masas) tratan de manipular el pensamiento colectivo con estos rumores o informaciones banales: basta decir que en el libro de Chávez viene un capítulo llamado: “¡Ni el celular sabe usar!”, en referencia a que Andrés Manuel López.

La oposición se mandó a hacer un libro para satisfacerse a sí misma. En general, a quienes no comparten su aversión contra el gobierno, el libro les ha parecido un chiste, una ocurrencia más de una derecha sin propuestas.

En conclusión, no está mal la crítica al gobierno, ni mucho menos sacar a la luz las trampas que pueda haber en el poder; lo que no se puede alimentar, por ningún motivo, es que se publiquen trabajos incompletos que acusan ser periodismo y propagan rumores. Daña a la industria editorial, daña al oficio del reportero, daña a la sociedad y nos regresan a la manipulación masiva sin escrúpulos que las redes sociales tratan de vencer.

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