Por Miguel Angel Lizama
Nuevos cólicos y diarreas ha causado el Presidente López Obrador en los expulsados del Paraíso Presupuestal, al anunciar a todo México que quedaban desiertas las Licitaciones por Invitación para construir la Refinería de Dos Bocas, Tabasco, que PEMEX y la Secretaría de Energía se harían cargo de edificarla.
De inmediato comenzaron los pronósticos pesimistas de los agoreros de catástrofes y calificadoras de inversiones que permanecen en la espalda del Presidente como buitres carroñeros. El sector empresarial descalificó la capacidad del gobierno para construir, como si todo lo hecho en el país hubiera provenido siempre del extranjero o hubiera aparecido mágicamente a partir de los fraudes de la tecnocracia.
El Presidente no se dejó intimidar por las empresas invitadas a participar en el concurso licitatorio, las que confiadas en su experiencia quisieron imponer sus condiciones de tiempo y dinero al nuevo gobierno, en un intento de sometimiento que Fox y Calderón esperaban con ansias, como municiones para sus nuevos ataques. Pero se quedaron con las ganas y con muchos retortijones.
En la Cuarta Transformación, PEMEX retoma su vocación y esencia petrolera, libre ya del yugo impuesto por los neoliberales que pretendían desaparecerla, en obsequio a las petroleras trasnacionales. Este reto ya lo había vivido PEMEX cuando el general Lázaro Cárdenas del Río decretó la Expropiación Petrolera, y las empresas extranjeras esperaban con suficiencia el fracaso nacional, por la ignorancia de los peones mexicanos, que no sabrían qué hacer con maquinaria y procedimientos extractivos importados por ellas.
Esa suficiencia les impidió sospechar siquiera la capacidad intelectiva y operativa mexicana, que puso a producir a PEMEX pese a los augurios negativos del exterior (exactamente como hoy sucede). Las sonrisas burlonas de los antiguos propietarios, protegidos de Porfirio Díaz y sus “científicos”, se convirtieron en muecas de decepción y frustración cuando las instalaciones petroleras volvieron a su dinamismo y productividad, bajo el nuevo nombre de PETRÓLEOS MEXICANOS, PEMEX.
Entonces, como hoy, el país se volcó en apoyo de su Presidente (con las lógicas excepciones de los fifís añorantes del “México de sus recuerdos” Tanto Cárdenas como López Obrador han coincidido en su confianza plena hacia los trabajadores mexicanos, hoy enriquecidos con los Ingenieros Petroleros preparados en las aulas del Politécnico, con los geólogos de la UNAM y profesionistas relacionados de las universidades de Durango, Sonora, San Luis Potosí, Nuevo León, Campeche, Tabasco y otras más. Son mexicanos preparados y dispuestos a enfrentar cualquier reto que se le ponga enfrente. Hacen realidad el dicho de que “El buen gallo, donde quiera canta”
Si a tantos egresados de Educación Superior se les suman los ingenieros y doctores del Instituto Mexicano del Petróleo (que los tecnócratas menospreciaron y habían empezado a asfixiar -como a PEMEX- cortándole los recursos y obligando a sus profesionistas a emigrar en busca de mejores condiciones), y los expertos petroleros que aún trabajan o ya se jubilaron en PEMEX, el Presidente López Obrador tiene un voluminoso caudal de esfuerzo y conocimiento para situar a Petróleos Mexicanos como una exitosa empresa petrolera mundial, libre ya del yugo tecnocrático que pretendía desaparecerla.
Pese a los catastrofistas que ansían volver al pasado tan lucrativo que tuvieron en la Corrupción, el prometedor renacer de PEMEX augura mejores tiempos para México al librarse, por fin, de la rapiña neoliberal que lo puso al borde de la extinción, sumido en la depredación constante durante 40 años de predominio del dúo fatal del PRI y su corifeo el PAN.
@Migueliz8