Dina Boluarte y el fantasma de Jeanine Áñez; una película que ya vimos
Textos y Contextos
Por Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera
Hace algunos días, trascendió que el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, hizo público su apoyo a la presidenta de Perú, Dina Boluarte, una mujer que ha estado envuelta en un sinnúmero de controversias desde que tomó el poder en su país. Ya cuando alguien tiene el respaldo de dicho escritor es que cosas extrañas están pasando.
Y es que Dina Boluarte no ve la hora para terminar su mandato y si a caso exiliarse, un privilegio que no le permitió a su antecesor, Pedro Castillo, quien es acusado por la Fiscalía del país sudamericano de liderar una organización criminal en el seno de su gobierno.
Boluarte ha buscado incluso, sin éxito, adelantar las elecciones para que alguien le quite el peso de la presidencia de sus manos, pues también tiene ya sus señalamientos. Desde enero pasado, la Fiscalía de la Nación de Perú abrió investigaciones preliminares contra ella, tres ministros y dos exministros, por distintos delitos, entre los que destacan el genocidio, homicidio calificado y lesiones graves.
Posteriormente, en febrero, tras la intensa crisis social que viven los peruanos desde que cayó Castillo, cuatro organizaciones no gubernamentales presentaron una denuncia penal contra ella. La mandataria, junto a tres ministros y tres jefes de policías, fue acusada de violar derechos humanos en la represión de protestas en la región de Apurímac.
La denuncia fue presentada ante el despacho de la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, por la Asociación Pro Derechos Humanos (Aprodeh), el Instituto de Defensa Legal (IDL), la ONG Paz y Esperanza, y el Equipo Legal Voluntario de Derechos Humanos.
Los organismos responsabilizan a la presidenta y al resto de los acusados por la “masacre” del 10 de diciembre en Apurímac, donde en pocos días hubo al menos seis muertos y 83 heridos en esa región en medio de protestas antigubernamentales donde los manifestantes reclamaban elecciones anticipadas.
Por otro lado, Henry Shimabukuro, exasesor en la sombra de Pedro Castillo, acusó este viernes a la presidenta Dina Boluarte de recibir dinero de empresarios que luego se beneficiarían con contratos en el ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS), cartera que presidió cuando era vicepresidenta.
“Uno de ellos es el empresario Edu Beltrán. Yo tengo chat privado, tengo su teléfono y fotografías donde en una mesa se entregó 150 mil soles a una señora de altísima confianza de la doctora Boluarte”, dijo el exfuncionario para el portal El Foco.
Las protestas en Perú siguen. Más de 10 mil comerciantes declararon un paro hasta el pasado sábado en la ciudad de Puno; tras ello, el fin de semana se fijaron dos días de abastecimiento hasta el lunes 13 de marzo y a partir del martes 14 se definirán nuevas estrategias de lucha. Así, otros sectores como el campesino, el estudiantil, el obrero, el transportista no frenan las manifestaciones que tienen al país de cabeza.
Y lo peor, ha sido la respuesta de Boluarte, sobre todo contra quienes más apoyan a Castillo: los indígenas. “Con un saldo de 48 personas muertas por la represión estatal, 11 en bloqueos de carreteras y un policía, así como centenares de personas heridas en un trágico periodo de violencia estatal, las autoridades peruanas han permitido que, durante más de dos meses, el uso excesivo y letal de la fuerza sea la única respuesta del gobierno ante el clamor social de miles de comunidades que hoy exigen dignidad y un sistema político que garantice sus derechos humanos”, expresó Amnistía Internacional en un informe hace algunas semanas, señalando puntualmente al Ejército como el arma de Boluarte.
Se podría imaginar con facilidad que la sombra de Jeanine Áñez, expresidenta boliviana condenada a 10 años de prisión tras ser declarada culpable en 2022 por los delitos de “incumplimiento de deberes” y “resoluciones contrarias a la Constitución”, le respira en la nuca a Boluarte, pues la película de un personaje que toma el poder a mirar de mandato de un depuesto presidente, se sabe que termina con un chivo expiatorio ideal para tranquilizar los ánimos de la ciudadanía.
El común denominador es que una élite, y por eso clave el apoyo público de Vargas Llosa, busca demeritar a ciertos perfiles que no cumplen con las características de gobernante impuestas por Occidente: Evo Morales, Pedro Castillo, Rafael Correa, personajes apoyados por el sector indígena que le incomodan a la oligarquía.