¡Cumplió su palabra! “Se sigue llamando Andrés Manuel”
En solo 3 años el gobierno de México logró una reconversión insospechada de la infraestructura aeroportuaria de la capital de país, cancelando una operación que prometía dejar más problemas que beneficios en el aeropuerto de Texcoco, pensado para construirse sobre el terreno más inestable que pudieron encontrar, pero que representaba un enorme negocio inmobiliario para los traficantes de influencias ligados a los gobiernos anteriores.
Era lo de menos que el aeropuerto fuera exageradamente caro, inseguro por el terreno en el que se construía y por los flujos migratorios de millones de aves que vendrían cada año desde el Norte precisamente a ese lugar, que implicaría un gasto de mantenimiento insospechado no solo por su diseño, sino solo para mantenerlo a flote relativamente estable, que además tardaría 8 años en terminarse y tendría un costo de entre 300 y 500 mil millones de pesos.
Ese aeropuerto era solo una excusa para desarrollar a su alrededor, productos inmobiliarios de todos tipo, comenzando con los terrenos del aeropuerto Benito Juárez que iban a quedar libres una vez que se cancelara esa terminal, sustituyéndola con la de Texcoco, los cuales ya estaban prácticamente repartidos entre los buitres ligados con el poder neoliberal.
Para darnos una idea, los aeropuertos importantes del mundo, tardan en construirse de 8 a 10 años, con un costo entre 500 mil millones a 2 billones de pesos, dependiendo de su capacidad de operación. En ningún otro lado se ha logrado desarrollar un aeropuerto como el de Santa Lucía en solo 2 años 9 meses, con un costo increíblemente bajo de 75 mil millones de pesos, que además tenga los sistemas de seguridad más avanzados del mundo, incluso superando a los que tiene Heathrow en Londres.
El gobierno inauguró el nuevo aeropuerto Felipe Ángeles de Santa Lucía, que dará servicio inicialmente a casi 20 millones de usuarios anuales, coordinándose operativamente con el aeropuerto Benito Juárez y con el aeropuerto de Toluca. El AIFA, construido en tiempo y calidad récord por los ingenieros militares, generó en el proceso más de 160 mil empleos.
No solamente es sorprendente la velocidad, la calidad, el costo y la operatividad del nuevo aeropuerto, sino que durante el tiempo en el que se construyó, se tuvo que lidiar con 113 juicios de amparo interpuestos por la pandilla de Claudio X González, disfrazada con distintas máscaras e identidades para ocultar hipócritamente su verdadera cara.
Al final la tenacidad y la capacidad operativa del gobierno, venció la guerra legal que se organizó a su alrededor; superó todas las zancadillas técnicas que le fueron presentadas, incluso por organizaciones internacionales pagadas por estos corruptos; liquidó todos los compromisos financieros que habían dejado como candados para que no se pudiera cancelar la aberración de Texcoco y como si fuera poco, también pasó por encima de la intensa guerra mediática que implementaron en contra del proyecto.
Después de haber implementado cientos de las acciones que fueron ofrecidas al inicio del mandato del presidente López Obrador, esta es la primera obra magna de infraestructura de las que se concibieron, para detonar en forma muy relevante el desarrollo económico, turístico y social del país.
En un hecho inédito que no habíamos visto en México, el Aeropuerto Felipe Ángeles se proyectó en tiempo y costo, cumpliéndose con exactitud el seguimiento del plan original.
Y ahí vienen formadas las demás grandes obras de infraestructura avanzando con la misma precisión que lo hizo el aeropuerto, sin excusas ni pretextos. La refinería Olmeca en Dos Bocas Tabasco se entregará en Julio de este año, para todos aquellos que viven con miedo al fracaso y que gritaron a los 4 vientos que era imposible hacerla, igual que sucedió con el aeropuerto. En este gobierno lo difícil se hace de inmediato; lo imposible toma un poco más de tiempo terminarlo.
Como dijo el escritor brasileño Paulo Coelho: “Sólo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar”.