Aunque no lo crean, en México los conservadores lloran por Hernán Cortés
La derecha llora en España, porque el presidente de México dijo que Hernán Cortés fue el primer corrupto en tierras americanas.
Hernán Cortés desconoció la autoridad de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, quien lo había mandado a conquistar nuevos territorios. Cortés se autoproclamó autoridad máxima, nada más desembarcando en el puerto que bautizaría como Villa Rica de la Veracruz.
Cuando la conquista se consumó, la gran preocupación de los españoles se centró en la acumulación y reparto de toda la riqueza material arrebatada al derrotado imperio azteca. Como buenos soldados a sueldo, la motivación conquistadora era el pillaje.
Llegaron al extremo del tormento, para que les fueran revelados los sitios en que pensaban, habían sido escondidas las enormes riquezas que no encontraban.
Nunca hay botín suficiente para el soldado de fortuna.
En el reparto del tesoro, fue evidente que Cortés se quedó con una porción no declarada, antes de formar las partes que correspondían al rey, a los capitanes y a los soldados a sueldo.
Todo eso lo relata Bernal Díaz del Castillo, en su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España.
Un español que presenció los hechos en forma directa.
Lo dicho por López Obrador no es secreto alguno. Si Cortés traicionó a quien patrocinó la expedición a tierra firme americana, si se autonombró autoridad máxima en territorio mexicano sin tener facultad para hacerlo, si en el reparto del tesoro arrancado a la nación azteca ocultó una parte en provecho propio, ¿por qué ofenderse cuando se le llama corrupto?
Corruptos fueron también Pizarro y Almagro en tierras peruanas, donde siguieron el ejemplo de Cortés y sus capitanes, para vencer y apropiarse de las riquezas del imperio del gran Inca.
La conquista, en lo que corresponde a su primera etapa, es un periodo de violencia extrema. Los españoles aniquilaron a buena parte de la población natural en nuestros países y sometieron a la esclavitud a quienes quedaron con vida, después del enfrentamiento.
La personalidad de Cortés, Pedro de Alvarado, Cristobal de Olid, Gonzalo de Sandoval y demás conquistadores, era muy parecida. Iban a la aventura en pos de fama y riqueza. Límites éticos y morales, tenían pocos.
La Historia se ve con diferentes ojos, en la interpretación que dan a los mismos hechos vencedores y vencidos.
Para los españoles, es motivo de orgullo un episodio histórico que les permitió la dominación de buena parte de la tierra conocida y el incremento exponencial de su riqueza.
El oro y la plata americanos, fueron a parar a las arcas españolas.
Para quienes resultaron desfavorecidos por la fortuna, el enfoque es distinto. Su cultura fue aplastada, sus ciudades destruidas y la población que no murió en el conflicto, esclavizada.
En América, no se puede aplaudir de ningún modo, el resultado que dejó la etapa inicial de la conquista. Eso deberían entenderlo los españoles. Sobre todo los de la derecha que siguen pensando en forma absolutista.
Tienen la idea de que la “Ley Divina” está reflejada en sus ideas y palabras.
A la manera de las monarquías, se ofenden ante la existencia del pensamiento democrático, donde todas las voces tienen el mismo peso.
Los señalamientos del presidente López Obrador, no faltan a la verdad y tienen su fundamento en la crónica que nos deja Díaz del Castillo.
Si la ultra derecha española, la misma que se ha declarado a favor del derramamiento de sangre en Cataluña se ofende, debe entonces presentar argumentos históricos que desmientan lo dicho por el presidente de México y no descalificaciones propias de quienes están acostumbrados a imponer su verdad, en base a gritos y ofensas personales.
Mientras tanto, aquí en nuestro país, los conservadores nacionales lloran también la grave ofensa inferida a Hernán Cortés.
Un panismo que añora los tiempos en que la iglesia, el ejército y la clase social conservadora imitaban en todo, los modos, maneras y costumbres de “La Madre España”, naturalmente se siente ofendido con una opinión que no reconoce el enorme beneficio que nos dejó la conquista.
Para ellos, el hecho de que los españoles hayan traído un perfil genético de raza blanca, para mezclarlo con la oscura e innoble sangre americana, es motivo de agradecimiento eterno. Las naciones naturales sometidas, el pillaje y la esclavitud, los consideran hechos secundarios.
El pensamiento conservador es idéntico en todos los países del mundo. Es una mentalidad que se refugia de continuo en las costumbres, moral y ética del pasado. Las visiones históricas que operaban hace un siglo o dos, les parecen vigentes, a pesar de las nuevas concepciones científicas y filosóficas.
Aplaudir al imperio español, recordar con arrobo el tiempo en que gobernaba Don Porfirio, hablar de la iglesia como rectora de toda conducta humana, está en su formación de clase.
Por eso el choque permanente con la concepción democrática de los sectores de la sociedad que no se niegan a los cambios.
Por eso su negativa a una Transformación en el país, que significa un cambio profundo en la forma de vida de los mexicanos.
Conservar las formas y modelos añejos, aún a sabiendas de que resultan lentos, o que se han corrompido con el paso de los años, es la razón de ser de quienes comparten la visión conservadora.
Que España y México tengan opiniones diferentes y hasta encontradas sobre el periodo de la conquista, resulta comprensible.
Pero que en México, por muy conservador que te digas, te sientas ofendido por una opinión personal en contra de Hernán Cortés, resulta ridículo y lamentable.
Quienes así piensan, tienen la idea de que el porcentaje de sangra española en sus venas, es superior al correspondiente a la sangre indígena que compone nuestro mestizaje.
Se sienten españoles de segunda, según calificaban los peninsulares a los criollos durante la Colonia. Pero españoles al fin y al cabo.
Qué triste manera de pensar y de vivir la suya.
Entre España y México, hay un océano de por medio. España poco se ocupa del quehacer de los mexicanos.
Entre el amplio mestizaje nacional y nuestras etnias originarias, que han estado presentes en todo momento histórico, la distancia es mínima.
Deberíamos preocuparnos más por ellas y dejar de ocuparnos por lo que España piense o diga sobre nosotros y nuestra historia.
Malthus Gamba