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Córdova sale del clóset
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Córdova sale del clóset

Por lo menos durante 100 años la oposición se movió en el terreno de la hipocresía, sirviendo de comparsa a los que ocupaban el poder y saqueaban al país, permitiendo que sus cómplices fueran partícipes de las migajas que iban cayendo al piso en el proceso.

Acostumbrados a participar en el reparto dispendioso del erario, actuaron siempre apoyando la simulación que era necesaria, a fin de mantener disimulado el robo de lo que nos pertenece a todos, en su propio beneficio.

A medida que el control de los recursos comenzó a priorizar el bienestar común por encima de sus intereses de grupo, que los negocios con el gobierno dejaron de ser materia de repartición de botines privados y de que los funcionarios corruptos empezaron a ser exhibidos, denunciados y perseguidos, la oposición se ha ido desesperando.

Su nivel de angustia los desubicó, los sacó del espacio confortable que ocupaban, les comenzaron a disminuir los ingresos derivados de la corrupción y del dispendio. Poco a poco fueron descarándose, mostrando su verdadera capacidad.

Como nunca tuvieron necesidad de fundamentar su comportamiento en motivos medianamente razonables, no encontraron la forma de defender su actuación indefendible desde algún principio que fuera sensato para los demás, se dedicaron entonces a gritar, patalear y hacer tales berrinches, que los han llevado a las situaciones más ridículas que puedan imaginarse.

La semana pasada pudimos disfrutar de uno de los pasajes más representativos de esta situación, cuando el presidente de un organismo electoral que siempre pregonó la imparcialidad en su actuación, mientras todos teníamos a la vista la incongruencia de su desempeño, ahora encabezó la convención del PAN, el partido de ultraderecha en México.

Lo hizo al más puro estilo de un opositor desesperado y resentido por la pérdida de privilegios inmerecidos e innecesarios, que está sufriendo la cúpula de INE al ser acotados en su derroche de recursos y exhibidos como un manojo de corruptos, pronunciando un discurso de queja ante sus correligionarios, más parecido a una catarsis desde la tribuna de un grupo de autoayuda para terminar con las adicciones.

Como lo hemos visto suceder gradualmente con casi todos los miembros de la que hoy es una oposición moralmente derrotada, desesperada e histérica, el último reducto que les quedaba para intentar simular cualquier ventaja que pudieran tener desde la aparente legalidad, se desmoronó cuando Lorenzo Córdoba decidió salir del closet.

Fieles a su comportamiento mustio de tirar la piedra y esconder la mano, intentó justificar el hecho diciendo que él tenía que juntarse con todas las fuerzas políticas, lo cual tendría cierta lógica si lo viéramos en estos días ir a pronunciar ese mismo discurso ante una asamblea de Morena, pero esto no va a suceder, porque su preferencia ideológica, así como su dependencia de la ultraderecha hipócrita y racista ya quedó bien clara.

Ni los argumentos de él, ni de su compañero Murayama, van a convencer a nadie negando la evidente parcialidad del árbitro representado por ellos, lo cual ya sabíamos en virtud de su indefendible actuación durante los procesos electorales.

Hoy que ya están fuera del clóset, vale más que se asuman como lo que son y no como lo que nos quieren hacer creer que son, porque de sobra sabemos cual es su verdadera esencia.

Como dijo el poeta irlandés Thomas Moore: “Los hipócritas son como los letreros en las esquinas, que señalan el camino que ellos no siguen”.

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