Calderón y el robo descarado del erario
Cuando los empleados de los medios tradicionales reunidos en un evento solemne, nos comunicaron que habían hecho un pacto con Calderón para ya no informar, se suponía que su decisión de encubrir los hechos, solamente se limitaría a la guerra imaginaria contra el narcotráfico, que en realidad resultó ser una batalla del gobierno y sus socios del cartel de Sinaloa, contra los demás cárteles de la droga.
Por inconcebible que parezca, a cambio de sobornos toda una industria cuya razón de existir es supuestamente buscar la verdad y revelar públicamente los hechos, se comprometió con un gobierno podrido a hacerse de la vista gorda, a voltear la cabeza hacia otra parte cuando se tratara de actos delincuenciales cometidos por el estado, para hablarnos de otras cosas que nos presentaran una realidad alternativa e inexistente.
Pero no solamente hicieron el pacto para engañarnos, sino que nos lo dijeron; ese nivel de descaro es el que mantiene hoy el aparato informativo de los medios convencionales. Pero llegaron aún más lejos: no solo dejaron de informar lo que sucedía, sino que se dedicaron a difundir mentiras que no pasaban, es decir, se abocaron a desinformar como política informativa, cubriéndole las espaldas a un gobierno criminal a cambio de dinero.
Y esta política de tergiversación de la verdad, pasó de ser hábito a convertirse en conducta y luego en costumbre, que se extendió transexenalmente a lo largo del gobierno de Peña Nieto, a cambio de miles de millones de pesos en publicidad y otro tanto en sobornos, concentrándose en publicar o esconder lo que se les ordenaba desde el poder.
Así, una enorme proporción de los habitantes terminó creyendo que Calderón, el representante del crimen organizado en el gobierno, había sido un presidente ejemplar, que el neoliberalismo había logrado hacer crecer la economía, que las riquezas del país estaban ahí para repartirse entre un grupito de mafiosos disfrazados de empresarios y otras aberraciones que nos colocaban en un mundo donde pasaba una cosa y nos hacían creer que sucedía otra.
Sin embargo con la participación del periodismo ciudadano e independiente, la realidad se ha abierto paso para ir ocupando la consciencia colectiva gradualmente. Hoy gracias a investigaciones de Sin Línea Mx y de Contralínea entre otros, se sabe que Calderón no fue nada más un genocida, sino también un ladrón de altos vuelos.
Se ha demostrado que su gestión en Pemex le costó al erario 3.5 billones de pesos y otros 3.5 billones que contrajo en deuda adicional que nadie sabe dónde quedaron. Nos enteramos también que Calderón y su pandilla de rateros, movieron decenas de miles de millones de pesos fuera del presupuesto federal sin comprobar y sin que llegaran al objetivo para el que se habían proyectado.
Que destinaron miles de millones de pesos para ayudar a las víctimas de la Guardería ABC y a los ex empleados de Luz y Fuerza del Centro, que nunca recibieron; sin embargo al sindicato de maestros de Elba Esther Gordillo, con quien acordó el fraude electoral de 2006, le tocaron varios cientos de millones a título de gratuidad.
Por ejemplo, Contralínea tiene copia de cientos de oficios firmados por Ernesto Cordero Arroyo, Dionisio Arturo Pérez-Jácome, Carlos Montaño Fernández y Carlos Alberto Treviño Medina, quienes ocuparon respectivamente la Subsecretaría de Egresos entre diciembre de 2006 y noviembre de 2012, que revelan transferencias individuales que iban de los 200 mil a los 24 mil millones de pesos, especialmente sacados del presupuesto en el mes de diciembre.
Todo esto ha sido encubierto durante años por los voceros de la delincuencia organizada disfrazados de respetables medios de información, para evitar que el público se entere del atraco del que ha sido víctima satisfecha por tanto tiempo. Lo que hoy sería un escándalo de proporciones insospechadas si sucediera este sexenio, fue callado, ocultado y tergiversado para mantenernos viviendo en la disneylandia calderonista en la que muchos zombis continúan flotando.
Como dijo el psicoanalista suizo Carl Gustav Jung: “Lo que no se hace consciente, se manifiesta en nuestras vidas como destino”.