Bastó un llamado del presidente López Obrador para congregar alrededor de 225 mil ciudadanos en el zócalo de la Ciudad de México, que lo acompañaron a rendir su informe de los primeros 3 años de gobierno, con otros cientos de miles enlazados por medio de las plataformas de redes sociales para escucharlo y comentarlo.
Los medios convencionales simplemente no estuvieron ahí; la verdad su presencia no fue necesaria. Nadie los extrañó. Su participación se redujo a lograr el milagro de chocolates Rocío que provocó Aristegui con su investigación patito, como en una película gringa de la navidad, después de su publicación las masas se agolparon en la entrada de la tienda de chocolates de los hijos del presidente para comprar su producto. Algo que hasta hoy sólo podía verse en alguna cinta cinematográfica producida en Hollywood para motivar el espíritu navideño de solidaridad.
Como también sólo sucede en alguna en las películas, en Times Square de Nueva York se armó la fiesta de los paisanos que viven allá. El presidente de México apareció en pantallas gigantes dando su informe, mientras los mexicanos migrantes aplaudían y vitoreaban, culminando con un reventón de baile al final del evento.
El discurso del mandatario fue una combinación de rendición de cuentas y reflexiones profundas, que nos hicieron refrendar los principios de la transformación que está viviendo México desde aquel 1 de diciembre de 2018.
Por primera vez en nuestra historia la rendición de cuentas del gobierno se lleva a cabo todos los días en las conferencias mañaneras y en ese sentido, el informe fue un resumen de lo que hemos venido conociendo cada mañana, de boca del presidente así como de sus funcionarios responsables de cada uno de los programas y acciones que se han puesto en práctica, para ir logrando la transformación gradual de la realidad que vivimos millones de mexicanos en nuestra vida diaria, cuyo compendio es importante en la medida que mantiene nuestra memoria fresca.
El contenido de fondo fue más bien el que se refirió a los principios de la transformación, subrayando por ejemplo que la riqueza no es contagiosa y mandando literalmente al carajo a todos los que sostuvieron esta mentira neoliberal durante décadas.
Probablemente el señalamiento más relevante, se refiere al cambio en la consciencia individual y colectiva que ha sufrido la sociedad en estos 3 años. Este es el factor fundamental que nos va a permitir a los ciudadanos seguir impulsando con firmeza la transformación, una vez que termine su período de gobierno. Es, dijo, lo más cercano que hay a lo irreversible.
Y es verdad. Difícilmente un pueblo consciente de lo que quiere, pero más consciente de lo que no quiere, permitirá en el futuro que un grupito de sujetos voraces, insaciables y sin escrúpulos de ninguna índole, regrese a robarse lo que es de todos, como lo hicieron durante tanto tiempo.
Este proceso está dejándonos las herramientas legales y operativas que necesitamos para tomar el destino de México en nuestras manos de ciudadanos activos, despiertos y vigilantes. Instrumentos como la revocación de mandato son fundamentales para remover a cualquier presidente que desvíe su actuación del camino que hemos decidido tomar en la transformación de México, para convertirlo en un país donde quepamos todos, con desarrollo y bienestar.
No van a ser los mandatarios que lleguen al gobierno, quienes puedan hacernos regresar a tolerar las prácticas deleznables que observaron los gobernantes corruptos del pasado. En realidad, una vez asentado este cambio, importa poco quién sea el que ocupe la silla presidencial. Seremos los ciudadanos enfundados en nuestra consciencia colectiva, los que marcaremos el rumbo del país que nos pertenece y que ya no les vamos a dejar robarse.
Como dijo el escritor estadounidense Daniel Goleman: “No permitas que el ruido de las opiniones ajenas silencie tu voz interior. Ten el coraje de hacer lo que te dicten tu corazón y tu intuición. De algún modo, ya sabes aquello en lo que realmente quieres convertirte”.