Argentina ya siente el “trago amargo” de Javier Milei
Textos y Contextos
Por: Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera
La pandemia y el encierro que ésta trajo fue el escenario perfecto para generar en un sector social la necesidad de rebeldía. Las redes sociales, ya de por sí con una capacidad de impacto monstruosa, tomaron más fuerza y se presentaron como el canal ideal para permear en una generación que en ellas se informa, en ellas se distrae, en ellas se politiza, en ellas define lo que es y lo que quiere.
Cuando el gobierno de Alberto Fernández pidió a la sociedad el uso obligatorio del cubrebocas o y forzó a la sociedad a una cuarentena rigorista, los jóvenes, esa gente que pasaba sus tardes pegada a la pantalla del smathphone, lo tachó de dictador. Muchos salieron a la calle para quejarse de su gobierno represor, que además no podía contra una inflación, en ese momento de alrededor del 55 por ciento, de la mano de un loco que fue la apoteosis de la rebeldía argentina: el hoy presidente Javier Milei.
Y le creyeron y lo votaron. Le creyeron porque en redes sociales son pocos los economistas serios, si es que el algoritmo tiene la amabilidad de mostrártelos, que explican conceptos como la inflación, el déficit fiscal, lo que implica un tipo de cambio o la tasa de interés y, muy importante, las repercusiones que tiene un préstamo del Fondo Monetario Internacional.
El martes pasado, Luis Caputo, ministro de economía de Milei, informó los primeros diez puntos para reformar el sistema en Argentina, que incluían la devaluación de su moneda, que pasó a valer más del doble, así como el cese de los trabajadores del Estado con menos de un año de vigencia y la reducción del 50 por ciento de los ministerios gubernamentales.
Los despidos generaron una avalancha de videos en redes sociales de personas que se quedaron, de la nada, sin un medio de subsistencia. Caputo argumentó que se quería eliminar a familiares y amigos que contrataba la izquierda del gobierno anterior, pero no podría ser que la operatividad de nueve ministerios de Estado se base en el nepotismo de un gobierno que apenas cumplió cuatro años: la austeridad de Milei le pesó a la clase más baja.
A propósito de otro de los puntos, si algo entiende un mexicano es lo que puede pesar una devaluación. El martes 12, el dólar valía 366 pesos argentinos; el miércoles 13, ya costaba 832 unidades. Esto impacta a las importaciones, a los productos directamente en el mercado. La hiperinflación llegó y todo por lo que, según Javier Milei, es “el último trago amargo”.
Luis Caputo habló de que la culpa la tiene el déficit fiscal que “les dejó” el gobierno anterior, pero no explicó que en el periodo de Mauricio Macri (2015-2019), quien apoyó a Milei, fue cuando se pidió un préstamo al FMI por 57 mil millones de dólares, el más alto en la historia del organismo internacional y, como ahora, eso detonó un alza del 300 por ciento en el gas, la luz, el agua y el transporte: Alberto Fernández heredó un sistema hecho pedazos que Milei terminará de destrozar, pues incluso ya quitó los subsidios a energías y transportes.
Pero es ahí donde entra la consciencia histórica y la importancia de concientizar a las juventudes más propensas a los discursos vacíos, a los rebeldes de mentiras, a los “fosfo fosfo”. Los más jóvenes en México que ya podrán votar en 2024, nacieron en 2006, es decir, para ellos la devaluación de 1994 y todo lo que ella trajo es una historia tan vieja como la Revolución: si no se les habla y se les enseña de ella, no tendrán ni idea de lo que significa.
El también llamado “error de diciembre” empobreció más a los pobres y enriqueció más a los ricos, si bien, he de confesar, era un niño cuando sucedió, mi padre me ha contado innumerables historias de cómo pasó de pagar 40 pesos de renta a 400 y meses después 800. En una familia de seis miembros, yo, por ser el más pequeño, comía carne mientras los demás arroz y frijoles, porque en tiempos de esa crisis, mi padre buscaba trabajo con los zapatos rotos y una camisa vieja.
Él no fue el único, y, combinado con esas historias, en la educación que recibí gracias a la UNAM, entendí que las repercusiones siguen, que arrastramos deudas como la que dejó el FOBAPROA y que la moneda se sigue debilitando debido al sistema mundo en el que nos metieron los gobiernos neoliberales que multiplicaron las cuentas de aquellos magnates (y narcotraficantes que tenían su dinero en dólares) cuando decidieron quitarle valor al peso mexicano. Pero, en México, en Argentina, ¿cuántos tienen la fortuna de, como yo, recibir educación universitaria?
Así pasó en Argentina, los que votaron a Milei no vivieron los cacerolazos de inicios de siglo XXI, el famoso corralito: un día sus padres o abuelos fueron al banco y su dinero estaba retenido; qué decir de la dictadura: hoy la vicepresidenta de Argentina, Victoria Villarruel, es descendiente de militares involucrados en el régimen militar y hasta ha sido catalogada como negacionista de uno de los episodios más crueles de la historia en el país sudamericano.
Con todo y eso, siendo que los últimos 40 años de democracia en Argentina descansa en el esfuerzo de movimientos como los de las madres y las abuelas de la Plaza de Mayo, que marchaban en tiempos que incluso podrían desaparecer como esos a los que ellas andaban buscando, Patricia Bullrich, ministra de seguridad, ya anunció una estrategia para controlar y criminalizar las manifestaciones.
Hoy Milei continúa el legado de Macri, y esos “rebeldes” que se emocionaron con discursos progresistas dichos por la derecha, tendrán que vivir su propio “trago amargo” para ver si así generan conciencia histórica, porque, aunque cuando vivieron los tarifazos de Macri ya eran medio despiertos, decidieron votar por su propio loco. Las señales eran claras: un tipo que le pide consejos a su perro, un iracundo sujeto que les gustó por irreverente y que les ha destrozado la economía ni bien llevaba una semana en el cargo.