HAY MUCHO PUEBLO Y ESTÁ CON OBRADOR
Son casi las tres de la tarde. Voy rumbo al zócalo y entro por la calle de 5 de Febrero.
Las nubes que amenazan lluvia desde hace un buen rato, dejan caer una ligera pero compacta llovizna que nos moja a todos. No hay donde guarecerse porque somos muchos los que llevamos el mismo rumbo y son pocos los espacios disponibles en esa calle. Prefiero seguir caminando.
Alguien a mi espalda dice: “No se va a llenar el zócalo. La gente va a correr a sus casas, antes de que la lluvia arrecie”.
No volteo, pero me da risa el comentario. Quien piensa así no conoce a los obradoristas, ni al presidente de la república.
Esta lluvia espantará a los “fachos”, que no resisten las inclemencias del tiempo, por pequeñas que éstas sean.
Pero para un obradorista, la lluvia inesperada es lo de menos. No es amenaza seria y no lo mueve de su puesto, aunque se convierta en diluvio.
Llego al zócalo y efectivamente, está casi lleno. Nadie se ha movido de su sitio. Durante el trayecto he visto caras felices, compartiendo una experiencia histórica. El presidente López Obrador ha convocado una vez más al Pueblo (a su Pueblo), para que lo acompañe en la conmemoración de la Expropiación Petrolera, decretada en 1938 por el presidente Lázaro Cárdenas.
La gente sabe que es el momento de mostrar el “músculo” de la izquierda, a los corruptos grupos conservadores que llenaron el zócalo de la capital mexicana, hace apenas unas semanas.
La oposición habla desde entonces de un respaldo social que crece aceleradamente, lo cual es falso. Y que mejor manera de demostrarlo, que llenando el zócalo y todo el primer cuadro de la capital del país, como solo puede hacerlo el obradorismo.
Es temprano. La cita es a las cinco de la tarde y hay tiempo para hacer un recorrido por las principales arterias que desembocan al zócalo.
Camino por 5 de Mayo, Francisco I Madero y 16 de Septiembre que rumbo al poniente, desembocan en la Alameda central. Todas repletas de contingentes que se desplazan rumbo al zócalo.
Hay baile, música y risas por todas partes. Esta es una fiesta que avanza con ritmo, alegría y unidad, al encuentro del mejor presidente que ha tenido México en las últimas décadas.
No se trata del acto oficial de otros tiempo, donde los sectores priistas aportaban su cuota de obreros, campesinos y burócratas, que pasaban ante el balcón central de Palacio Nacional, para que el titular del Poder Ejecutivo les dispensara un saludo desangelado.
Hoy todos vamos al encuentro con el presidente, porque nos sentimos identificados con el Proyecto Nacional que impulsa. Somos parte de ese Proyecto. Estamos en el centro de ese Proyecto y eso lo sentimos y entendemos. Por eso estamos aquí.
Llego a Eje Central y la vista se pierde en un mar de gente que intenta arribar al zócalo por las avenidas Juárez e Hidalgo, a ambos costados de la Alameda Central y el Palacio de Bellas Artes.
El zócalo no podrá contener a ese mar de gente que llega feliz a la cita con su presidente.
Regreso por las mismas calles, pero avanzando con lentitud. En cuestión de minutos, el paso se ha complicado. Los espacios se cierran y hay dificultad para moverse con libertad.
El zócalo está casi lleno y dentro de poco, será difícil entrar o salir de ahí. Pero es lo que queríamos. A eso vinimos.
Un hermoso zócalo repleto y gente que sigue llegando por todas partes.
En las calles principales y colocadas estratégicamente, hay enormes pantallas que van dando cuenta de lo que pasa en la plancha del zócalo.
Pero la fiesta no está únicamente ahí. Hay baile, música, espectáculos improvisados por mexicanos que llegan de todos los rincones del país. Danzas regionales, acróbatas, malabaristas, disfraces y sobre todo, mucha alegría.
A las cinco de la tarde sale el presidente López Obrador de Palacio Nacional, acompañado de su esposa.
Zócalo lleno. Primer cuadro del Centro Histórico, lleno. La amenaza de lluvia se ha perdido entre tanta gente.
Es el minuto de silencio que se pide como homenaje para el periodista Carlos Payán, fundador del diario La Jornada, quien falleció el viernes pasado.
Luego los discursos relacionados con la transformación que vive el país, en materia energética. El rescate de PEMEX y de la Comisión Federal de Electricidad. Los últimos detalles que se dan a la refinería de Dos Bocas.
La gente aplaude, porque entiende que ese esfuerzo del gobierno del cambio, terminará beneficiando a la sociedad mexicana. No se trata del discurso conservador frío y vacío, repleto de números y palabras técnicas que en el fondo (uno lo sabe) esconde la corrupción y el engaño propio del gobernante conservador.
Por primera vez en muchas décadas, los ciudadanos tienen confianza en la palabra y en las acciones de su presidente.
Y esa palabra que entusiasma y motiva a millones de mexicanos, se hace presente en ese zócalo a reventar, anunciando que el año entrante, México será autosuficiente en gasolinas.
Esa palabra nos dice que el presidente tiene confianza en que a partir del 2024, cuando se dé la Segunda Etapa de la Transformación del país, estará en la presidencia de México un político comprometido con la continuidad de este Proyecto Nacional.
Porque sentados en primera fila, uno al lado de los otros, se encuentran Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López.
“Cualquiera de los tres dará continuidad al proyecto, cuando yo termine mi mandato”. “La oligarquía conservadora no va a regresar al poder y lo único que hace falta para cumplir este propósito, es mantener la UNIDAD dentro del Movimiento”
López Obrador termina su mensaje hablando de la defensa de la soberanía nacional. De lo equivocados que están los congresistas norteamericanos, que proponen una intervención armada en México.
“No son los tiempos de Felipe Calderón y Genaro García Luna”. “A México se le respeta porque no somos colonia de nadie”. “Este gobierno no recibe instrucciones de ningún país extranjero”.
López Obrador cierra su participación con un ¡Viva México! Que es coreado por todos los presentes, en un grito de unidad nacional.
Es lenta la salida del zócalo, pero también es mucha la alegría.
Caras felices por todas partes. Una fiesta. Eso fue esta concentración de respaldo a un proyecto nacional y a un presidente que representa todo lo que el Pueblo de México esperó por décadas. Humanismo, sensibilidad, proximidad con los más necesitados. Honestidad. Y algo especial que la gente siente. Amor al Pueblo.
¿Cómo no querer a un presidente así?
Salgo del primer cuadro del Centro Histórico y voy feliz, al igual que miles que estuvimos presentes en el evento.
Feliz por haber acudido a la cita con el presidente López Obrador. Feliz por haber escuchado su mensaje, Feliz por haber compartido esa plaza histórica con miles de hermanos mexicanos.
Y feliz, porque de alguna forma (y no me equivoco en eso), siento que somos en verdad la generación del cambio.
Que al lado del presidente estamos construyendo un país diferente, más justo y menos desigual.
Un país que es herencia para todos los que están llegando y llegarán después.
Estamos haciendo historia. Somos ya parte de la historia.
Y esa satisfacción, no nos la quita nadie.
Somos Pueblo y existimos como Pueblo, a pesar del odio conservador.
Malthus Gamba