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Por José García Sánchez
@Josangasa3

Los tiempos, al mostrar su enseñanza, hacen historia. La actual situación del país exige de una mayor percepción política, desprovista de partidos, aunque no de liderazgos. Dar lectura a la realidad implica despojarse de las simpatías, fanatismos, preferencias, etc.
Así, el lugar del ciudadano, cada día más visto por el gobierno y deja de ser invisible para el poder, tiene un espacio en la transformación de su entorno.

Ante esta nueva realidad se entiende, con claridad, que no sólo avanza la conciencia sobre la participación ciudadana creciente, sino que el mexicano y la mexicana advierte que no basta con votar para ser un habitante del país comprometido. Enseñanza que también implica al gobierno que entiende ahora, por fin, que no basta con ganar las elecciones para poseer el poder.

El ciudadano del país adquiere poco a poco una conciencia política que lo integra al ejercicio político, anteriormente su actividad estaba limitada al voto. Nadie, y menos aún desde el poder, se le convocaba a la contribución en los asuntos políticos-administrativos del país.
Por su parte, los políticos, sobre todo que no son de derecha, aprendieron que no es suficiente ganar las elecciones para poseer el poder. Ahí están los poderes fácticos que co-gobernaron con la derecha en el régimen anterior en México, empezando no sólo por los partidos de oposición que están desarticulados sino otros poderes como los medios tradicionales y el clero, que no han dejado gobernar al actual gobierno ya sea con amparos, declaraciones, advertencias, marchas, sabotajes, fake news, etc.

Así, el mexicano ve que es necesario ir más allá del voto para ser un ciudadano de verdad, completo y comprometido con sus ideas. Los gobernantes, entendieron que ganar en las urnas es sólo el primer paso para consolidarse como gobernantes, porque existen intereses que consideran sus intereses en peligro. Sus intereses, en muchos casos, no son lícitos.

A nadie sorprende que los conservadores hayan considerado a lo largo de la historia de México que tenían derechos adquiridos, aunque esté fuera de la ley y la legalidad como es el hecho de no pagar impuestos, recibir subsidios del gobierno para los medios, abrir al clero la posibilidad de decidir sobre candidaturas y reformas a las leyes, desviar recursos púbicos al bolsillo propio, etc.
En México, como sucede en muchos países, principalmente en América Latina, había intereses ilícitos enquistados en el poder, los delincuentes se inscribían en la política y se disfrazaban de funcionarios públicos para realizar delitos de corrupción. Ahora lo vemos claramente con el cártel inmobiliario, que, si hubiera seguido el PAN o el PRI en la Presidencia de la República, jamás hubieran sido castigado.

Es en la impunidad donde se identificaban y unían fuerzas se consolidaban y trataron siempre de consolidarse como una corriente política fortalecida que sólo defendió intereses particulares. La concentración de delitos creó la concentración de poder en una sociedad de complicidades. Es ahí donde las nuevas tareas de ciudadanos y gobierno confluyen. Unos, para combatir penalmente los abusos que durante muchos años permanecieron impunes, y la población, para hacer acto de presencia en la justicia y legalidad de la vida pública del país.
Es necesario entender que pasamos a otro nivel de participación política, que algunos insisten en llamar polarización y no es otra cosa que tiempos nuevos que exigen justicia y legalidad, donde el ciudadano tiene la última palabra.

Ahora tienen también voz y libre movilización quienes antes sólo tenían voto. El triunfo electoral es el inicio de los gobiernos, no su consolidación.

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