Postigo
Por José García Sánchez
@Josangasa3
Quienes consideran que la marcha del 27 de noviembre significó el fin de algo o de alguien, sólo fortalecen la leyenda, que, más allá del culto a la personalidad empieza a tomar forma dos años antes de la conclusión del mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Juan Domingo Perón, por sólo citar un caso, también cuestionado en su momento por los intereses minoritarios, llamado populista en su momento, cuya imagen, ideas, concepto de gobierno han perdurado por medio siglo, incluso después de su muerte. La fuerza del peronismo se fortalece con su muerte en 1974. La marcha inicia el movimiento obradorista y al mismo tiempo, define la carrera presidencial de 2024, porque se muestra músculo que no es necesario para anunciar una victoria inevitable, sino porque se sabrá quién puede llevar a cabo el primer gobierno obradorista sin López Obrador, y las alternativas se reducen dentro de Morena.
La marcha del 13 estuvo integrada por gente madura. En la del 27 hubo muchos jóvenes, que son el futuro. Lo cual nos dice mucho.
Ahí el hombre quedó desprovisto de adjetivos temporales, coyunturales, ocasionales para convertirse en un proceso social. La oruga se convierte en mariposa, aunque los perros sigan ladrando. Dependerá de la manera en que se lleve a cabo el primer gobierno del obradorismo para perdurar en el poder tanto como en la historia.
Tal vez inconscientemente era lo que trataban de descalificar los conservadores al intentar colgarle características negativas a la marcha. Hablaban, sobre todo, de acarreo, pero principalmente en los centros de trabajo creados por la 4T, que incorporó mexicanos desempleados o con bajos salarios, quienes con convicción asistieron a la marcha sin tener que ser presionados.
El obadorismo no necesita de la oposición para incorporar a la historia un movimiento que transforma al país. Así como estuvieron separados de la marcha en favor de la legitimidad del gobierno y la consolidación de un líder, el obradorismo ya forma parte de la historia y del devenir. Es decir, pasado y futuro cubre las necesidades de la población y por ello obtiene el triunfo electoral, a pesar de un árbitro que se declara abiertamente conservadores y de traiciones que intentan descarrilar de la historia su propia trayectoria personal, donde se inmola para seguir en los medios.
La corriente política del obradorismo es mucho más que una leyenda, es un proceso que se transforma a sí mismo, cambia constantemente, si se quiere es mutante pero nunca un recuerdo pasivo del pasado sino una constante que ajusta sus ideas y pensamiento, necesidades e intereses de la población al tiempo.
Acordar transformaciones profundas en la sociedad mexicana con la mayoría de la población sin derramar una gota de sangre es digno de llevar a la historia este proceso democrático. Ninguna revolución, armada o pacífica. Además, realizar una marcha de apoyo en las calles con una multitud a la mitad del sexenio, que es el momento más crítico para cualquier presidente merece un lugar trascendente en la historia, tanto que pasaría de ser Morena para ser un partido obradorista, el cual absorberá otras organizaciones sin necesidad de afiliarse o apoyar abiertamente. Se trata de votos y de mantener vivo el movimiento y no de membretes y dirigentes partidistas de poca imaginación, que por muy capaces que sean, siempre estarán bajo la sombra de un líder con la fuerza de Andrés Manuel López Obrador.
El obradorismo es un movimiento social, una corriente política, un proceso de cambio que no cabe en los “ismos” tradicionales y desgastados, en cuyos preceptos se han basado los conservadores para cuestionar un diferente esquema de gobierno que todavía no acaban de entender.
La marcha fue una metáfora de la fuerza de un movimiento. No fueron todos los que hubieran querido, ni quisieron o pudieron ir todos los que apoyan el movimiento. Hubo sabotajes para salir de estados como Jalisco y Guanajuato, y todavía los culpables denunciaron acarreos. Sólo fue una muestra de apoyo, no la totalidad de los adherentes como sucede con otras marchas.
Consolidación y legitimidad en medio de un mandato convoca a la historia. Más aún en medio de una transición que se antojaba terminaría sólo por la vía de las armas, dados los intereses nacionales y extranjeros incrustados en la estructura social y de gobierno de México. El obradorismo empieza, y se crea un hito nuevo en la historia.