El lenguaje de los resultados
Acostumbrados tantos años a los discursos baratos de políticos corruptos y simuladores, el nuevo paradigma establecido por el proceso de la 4ª transformación de la vida pública de México, está cambiando radicalmente el perfil de actuación de quienes la encabezan.
En 4 años las promesas de campaña se van convirtiendo una a una en resultados tangibles que van modificando favorablemente la vida de los ciudadanos, lo cual es en última instancia, el objetivo que se persiguió impulsando este cambio fundamental.
Si esto ha sido evidente en relación con el proceso de cambio en el ámbito del gobierno federal, no hay un mejor ejemplo de su réplica exacta, sino el que vemos hoy en las acciones del gobierno de la ciudad de México, donde a pesar de los enclaves de la ignominia representados por alcaldías donde la transformación de las consciencias no ha llegado, gracias al comportamiento de esclavos satisfechos imbuido durante décadas en una buena parte de sus habitantes, los resultados y los beneficios han alcanzado a todos.
Siendo una metrópoli de las más complejas del mundo, conurbada con un estado en el que campean la corrupción y la violencia, en donde se aglutinan 20 millones de habitantes durante el día a los que hay que proveer de infraestructura y servicios de toda índole, infectada en sus entrañas por la corrupción fundamentalmente panista y perredista que se empeña en frenar cualquier avance orientado hacia la honestidad y transparencia, además en medio de un entorno de pandemia e inflación, es sorprendente lo que se ha logrado con trabajo serio, tenacidad, organización y rumbo claro.
La ciudad ha avanzado en la captación de ingresos tributarios que superaron la meta en 10.4% y los del sector paraestatal no financiero lo hicieron en 50%, siendo la entidad con mayor autonomía financiera del país, que ahora depende en 48.5% de sus ingresos propios.
Se han aplicado cambios profundos en relación con la austeridad republicana, la nueva política del gasto con una visión de largo plazo y el desarrollo de capital humano; la igualdad de derechos en educación, salud, atención a la pandemia, deporte, vivienda digna y derecho de las mujeres, con desarrollo económico sustentable e incluyente en turismo, desarrollo urbano, agua y medio ambiente, inversión en suelo de conservación, rescate de ríos y cuerpos de agua, manejo sustentable del agua, un objetivo que apunta a generar cero basura, mejoramiento en la calidad del aire y conversión hacia volverse una ciudad solar.
Con programas de movilidad creciendo como en ninguna otra parte, infraestructura vial y la atención expedita que se dio para resolver las consecuencias del accidente de la Línea 12 del Metro, incluyendo la que se proporcionó a las víctimas, así como el tema de innovación digital que ha colocado a la ciudad como la urbe con mayor conectividad en el mundo.
En materia de seguridad que durante años fue su principal problema, atendiendo las causas y con coordinación entre las fuerzas del orden, los delitos de alto impacto han disminuido en 59%, haciendo énfasis en los homicidios dolosos que hoy se encuentran en un nivel mínimo histórico desde el 2007. Y se ha logrado en la ciudad todo esto, llevando a cabo un ahorro de 80 mil millones de pesos. Hoy la ciudad de México tiene menos incidencia delictiva que otras urbes como Los Ángeles, Nueva York, Miami y Londres.
Con Claudia Sheinbaum a la cabeza, en el gobierno de la capital se acabaron los discursos de color político diseñados para capotear el temporal de la opinión pública, mientras se patea el bote en espera de que algún día venga otro dispuesto a levantarlo. Lo que hay son planes, programas, resultados y rendición de cuentas con transparencia, sin adornos ni parafernalia principesca de virreyes fantoches.
Como dijo la estadista india Indira Gandhi: “El mundo exige resultados. No les cuentes a otros tus dolores del parto. Muéstrales al niño”.