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Después de la Monzón: acoso y abuso desde el poder político.
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Después de la Monzón: acoso y abuso desde el poder político.

Dolores Mendoza

Me es indispensable señalar desde el principio de este texto lo que por definición la palabra “monzón” involucra: según datos de la página oficial del Gobierno de México, solo en cuatro partes del mundo se generan las condiciones necesarias que propician este fenómeno, el monzón (en masculino) es el cambio estacional en la dirección de los vientos que provocan lluvias torrenciales de corta duración:
El monzón mexicano, como también se le conoce, provoca un cambio drástico en condiciones normales de lluvia y temperatura: en el noroeste mitiga la sequía, por el contrario, en el noreste del país la produce al absorber la humedad del golfo de México.”
Se preguntarán qué tiene que ver una cosa con la otra a parte del apelativo, pero es sencillo. Las analogías que he leído desde el cobarde ataque que cobró la vida de la activista y abogada, han hecho referencia al carácter que la identificaba y el fervor que profesaba cuando defendía un caso. Como en la naturaleza, después del monzón, tienen que existir consecuencias.
Lo de Cecilia, es el pan de cada día de miles de mexicanas. Todas nos enfrentamos al dilema de guardar silencio y permanecer sumisas ante los constantes abusos de una o varias personas, o hablar y mantenernos estoicas pese a cualquiera de las consecuencias.
Sin menospreciar ningún abuso y sin dejar de lado el daño que nos producen ya de entrada las violencias estructurales, quienes hemos sido víctimas y testigos de la violencia que ejercen quienes detentan el poder político, nos ponemos de frente a una de las armas más peligrosas de todos los tiempos: el poder.
Y es que el poder o la cercanía a él no solo apapacha a muchos hombres, también calla a varias mujeres. He sido testigo de cómo las más férreas feministas que han sido corrompidas por la política, respaldan y protegen a los agresores de su grupo.
Lo malo de la política es que cuando las mujeres señalamos a nuestros agresores, lo que más preocupa es el intento por dañar la reputación de ellos, y no la naturaleza delicada de que el hecho señalado sea real, y mucho menos la seguridad de quienes hemos levantado la voz.
La detención de Zavala y sus cómplices, es sin ninguna duda un gran paso, sí. Pero es de reconocer que mucho tuvo que ver que el contexto político del estado de Puebla le jugara en contra.
El feminicidio de Cecilia Monzón debe de sentarnos a todas en la misma mesa, no porque los otros sean menos importantes. Sino porque es justo y necesario que hagamos algo.
Las marchas nos han servido para externalizar el enfado, la impotencia y el dolor que sentimos cuando nos quitan a una más, pero hay muchas mujeres que gobiernan, que legislan, que asesoran, que dirigen instituciones, que imparten justica, o que forman parte de asociaciones civiles.
Juntas debemos de construir un país más seguro para quienes aún estamos aquí, pero sobre todo para las que vienen en camino. A ellas debemos darles la certeza de que alzar la voz nunca más será una causante de muerte, debemos darles la seguridad de que nunca verán a sus agresores en ningún puesto que implique poder, y que quienes callen y hagan oídos sordos a sus denuncias, serán juzgados y juzgadas de la misma manera.
Después de la Monzón debemos de generar un cambio drástico en las condiciones normales en la que vemos y vivimos la política en nuestro país: las víctimas tendrán impunidad cero, mientras que los agresores deberán absorber las consecuencias de sus actos.

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