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Más allá de Ucrania: pueblos cuya desgracia se hizo cotidiana
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Más allá de Ucrania: pueblos cuya desgracia se hizo cotidiana

Textos y Contextos
Por: Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera

“¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos?”, escribió en su texto Muros, Eduardo Galeano. En él, el periodista hacía un recuento de algunas barreras, como el muro de Berlín o la Franja de Gaza, que eran más conocidas que, por ejemplo, el límite que Marruecos le impone a los saharauis. Viene a la mente, como siempre Galeano, porque vivimos tiempos en los que también hay desgracias y conflictos más altisonantes que otros.

Es inevitable no saber que en Ucrania se vive un conflicto armado desde el pasado 24 de febrero, luego de que el presidente ruso, Vladimir Putin declarara la independencia de Lugansk y Donetsk; sin embargo, y aunque es la nota internacional con mayor cobertura en los medios empresariales de información, no olvidemos que el mundo arrastra desgracias desde hace casi cien años.

Tal es el caso de la nación kurda, que, a diferencia de la ucraniana no puede defender un territorio específico porque la comunidad internacional no le ha reconocido ninguno para su gente. Desde el Acuerdo de Sykes-Picot, donde Francia y Reino Unido decidieron las divisiones del entonces derrotado Imperio Otomano, hasta el Tratado de Lausana, Suiza, que estableció en 1923 las fronteras de la Turquía moderna, no se consideró la formación de un Estado kurdo, y desde entonces han sufrido una represión sistemática como nación.

La población kurda ronda entre los 25 y 35 millones de personas que se reparten entre cuatro países: Turquía, Irak, Irán, Siria y algunos pocos en Armenia. Los une su lenguaje, sus creencias y el sueño de ser reconocidos, algún día, como un Estado nación; sim embargo, se enfrentan al asedio del gobierno turco que lucha por su desaparición. Su principal líder político, Abdullah Öcalan, permanece aislado como único reo en una prisión de la isla de Imrali, en el mar de Mármara, desde 1999.

Por otro lado, Palestina… siempre Palestina. Según la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), en 1950, 750 mil personas tenían el estatus de refugiado de Palestina. Hoy, informa la propia agencia, son más de 5 millones 600 mil palestinos los que esperan ser ciudadanos reconocidos del mundo. Aproximadamente una cuarta parte de la población refugiada del planeta es de Palestina y llevan más de 70 años siendo refugiados. Son la población refugiada más antigua del mundo, por la forma en la que Israel, con apoyo de Estados Unidos y en general de la OTAN, se ha ido apropiando de su territorio.

Una más: con la independencia de Bangladesh (1971), país de mayoría musulmana que limita con el estado de Rakáin, el gobierno de Myanmar temió un avance de los rohingya. Así, en 1977 comenzó los preparativos para registrar a los ciudadanos de Rakáin y expulsar a los llamados “extranjeros” de la zona. En poco más de tres meses, entre 200 mil y 250 mil rohingyas huyeron a Bangladesh. Desde entonces, más de un millón de refugiados rohingyas han huido de la violencia en Myanmar en sucesivas oleadas de desplazamientos.

En 2012, el gobierno declaró el estado de emergencia y permitió a sus militares intervenir. En dos meses, fueron asesinadas 180 personas y cerca de 150 mil desplazadas a otras regiones de Myanmar. La violencia persistió hasta 2016, cuando pese a instalarse el primer gobierno elegido democráticamente en cuatro décadas, el Ejército forzó la huida de más de 25 mil rohingyas a Bangladesh, según explica embajadaabierta.org.

En agosto de 2017, un grupo militante rohingya atacó puestos de la policía y del ejército. El gobierno los declaró “organización terrorista” e inició una campaña militar que destruyó cientos de aldeas rohingyas, cobrando la vida de 6 mil 700 rohingyas, según Médicos Sin Fronteras, y obligó a más de 700 mil a abandonar Myanmar.

“¿Por qué será que los ojos se niegan a ver lo que rompe los ojos?”, dice Galeano, y por qué hay conflictos más altisonantes que otros. Lo que pasa en Ucrania no es cosa menor, y es una pena cada vida que pudiera perderse en esa guerra; pero olvidamos innumerables genocidios y conflictos vigentes de los que la sociedad internacional parece hacer caso omiso.

Tan sólo en Centroamérica se vive una crisis de migración causada por el subdesarrollo que provocó en países como El Salvador, Guatemala y Honduras, la explotación de la tierra y la mano de obra por parte de los Estados Unidos.

El mismo Putin ha justificado sus acciones al decir que EU ha financiado guerras a miles de kilómetros de sus fronteras, con la anuencia internacional, guerras que no sólo muchos han olvidado, si no, hasta aplaudido.

La solidaridad no debe ser un adorno de ocasión para cuando surge una coyuntura grave; sin minimizar lo que sucede en Ucrania, debería más bien maximizarse lo que han sufrido, y siguen padeciendo, muchas otras sociedades del mundo.

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