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La censura: política y penalización
Columnas, El día

La censura: política y penalización

Por Lucía Deblock

En septiembre de 2016 la plataforma de videos Youtube lanzó un controversial comunicado
en él, Google anunciaba sus nuevas políticas y advertía que cualquier vídeo cuyo contenido fuera considerado “inadecuado para anunciantes” no obtendría publicidad. Sin importar la cantidad de reproducciones que tuviera el vídeo, no generaría ingresos si contravenía las nuevas directrices -a veces un tanto ambiguas, pues al final se trata de una “apreciación”- lo cual pegaba directamente en el bolsillo de los generadores de contenido.

Desde el año pasado Facebook ha comenzado una estrategia para convertir la red social en algo muy parecido a una reunión monacal, aunque ellos dicen que quieren un red social “familiar” que no genere contenidos ofensivos. Personalmente he respondido a dos cuestionarios donde se me pregunta sobre mi cuasi virginal experiencia de navegación y si me he topado con alguna imagen ofensiva. Sin embargo, subir contenido se ha vuelto un suplicio y debo pasar por numerosos filtros que en ocasiones “penalizan” mis publicaciones a pesar de no contener desnudos ni referencias racistas -lo obvio- y, de acuerdo a mis criterios, tampoco contenido que pudiese resultar ofensivo -lo enigmático. Como resultado, algunas veces -sobre todo cuando no tengo tiempo de apelar- me ha sido muy complicado postear imágenes artísticas en Facebook.

Es de todos conocido el acto de reprobable censura que han sufrido ciertas cuentas como la del Dr. Alfredo Jalife y otros connotados activistas políticos, sin embargo, no han podido erradicar las granjas de bots y trolls, que cada día más, lo convierten en un campo minado para la libre expresión de las ideas.

Todo ésto atenta contra la naturaleza libérrima de las redes sociales, que en su fundación prometían que las personas comunes pudieran expresar sus ideas con libertad. El avance de voces disidentes al stablishment politico resulta intolerable par algunos, entre ellos, poderosos anunciantes que gestionan sus cuentas publicitarias a cambio de erradicar ciertas ideas o tendencias contrarias a sus intereses.

Así, a nivel local, recientemente a Julio Astillero le bajaron un video de Youtube donde abordaba la entrevista que youtubers de izquierda hicieron al Dr. Jalife, bajo el argumento que infringía la política sobre spam, prácticas engañosas y estafa; a Hispan TV por tercera ocasión le volvieron a cerrar a sus cuentas con millones de seguidores y, de acuerdo a su director general, sin ninguna explicación.

Desde el escándalo de Cambridge Analitycs y de la túrbida cadena de distribución de Apple, el reinado del denominado GAFAT (Google, Apple, Facebook, Amazon y Twitter) está empezando a resquebrajarse; cada vez más el escrutinio de gobiernos y del público los han mantenido al margen de imponer sus políticas internas atentando así contra las leyes de los países y los derechos de los ciudadanos, sin embargo, el control de estas compañías tienen sobre los individuos es enorme, de modo que con la información personal que recaban cada vez que algún ciudadano se registra en sus plataformas son capaces de manipular, controlar, monetizar espiar y vigilar a casi toda la población mundial. Tal vez es tiempo de comprender que “el producto” somos nosotros.

Así, en tiempos de algoritmos y redes sociales, cada vez menos es época de libertad.

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