Durante los 15 meses en los que hemos vivido la pandemia de Coronavirus en el mundo, casi todos hemos sufrido de una manera u otra sus consecuencias; muchos se han contagiado, otros muchos han fallecido y la gran mayoría hemos tenido que cambiar nuestra forma de vida, nuestros trabajos, nuestras relaciones sociales y hasta nuestra actitud para no caer en depresión o pánico.
Fuimos bombardeados por una avalancha de información alarmante en todo el mundo; prácticamente todos los medios de difusión nos sobresaturaron con advertencias de muerte cercana; nos encerraron, nos hicieron cubrirnos la cara y nos llenaron de miedo.
Nos han tenido permanentemente ocupados enterándonos de cuanta gente se contagia en cada país, cuanta se muere a causa del virus, cuantas camas nos quedan en los hospitales para atender contagiados, cuantos médicos y enfermeras han fallecido por esta razón.
Después todos los gobiernos se han volcado a comprar las vacunas fabricadas por un puñado de compañías farmacéuticas y nos han formado para inmunizarnos. En fin, que para ser claros, esta pandemia ha cambiado la forma de vida de prácticamente toda la población mundial o lo ha intentado apoyada por muchos miles de millones de dólares gastados en medios de difusión para hacerlo.
Hoy el número de muertes en el mundo por esta causa ha llegado a los 3 millones de personas. De no haber cambiado nuestros hábitos, posiblemente los fallecimientos hubiesen sido muchos más o probablemente no. Eso no lo vamos a saber.
Lo que sí sabemos es que hay otras pandemias operando simultáneamente a esta, que matan cada año a más de 31 millones de personas, como los padecimientos cardiacos, los accidentes cerebrovasculares, las enfermedades pulmonares, el cáncer, el Alzheimer, las enfermedades diarreicas, la diabetes y los padecimientos renales, muchas de estas comorbilidades son la causa del 94% de las muertes de personas que se infectan de coronavirus.
Un estudio reciente de las autoridades de salud estadounidenses, revela que solamente el 6% de los fallecimientos de personas infectadas con el virus muere a causa de este; el otro 94% fallece por la complicación de alguna de estas enfermedades, detonada a partir de haberse contagiado de COVID.
Así es que de estos 3 millones de personas fallecidas con COVID solamente 180 mil han muerto a causa solamente del COVID. Los demás han perdido la vida a causa de otra enfermedad que se complicó por el virus.
Otro dato relevante para reflexionar sobre pandemias, es el número de personas que fallecen anualmente a causa del hambre. Durante el período en el que hemos perdido a 3 millones de personas infectadas de coronavirus, han muerto de hambre 5 millones de seres humanos.
La vacuna para esta pandemia del hambre es la comida y no estamos viendo a todos los gobiernos del mundo esforzarse por conseguir esa vacuna para salvar la vida de todas esas personas que la padecen y que mueren por esta causa.
Probablemente no estén tan preocupados por esa pandemia como lo están por la de COVID, tomando en cuenta que el hambre solo afecta a personas sin recursos y no a las clases medias o a las altas, que son quienes toman las decisiones para echar a andar la maquinaria del dinero a fin de salvarse a sí mismos.
La pandemia más letal que existe en el planeta es la que nos impide voltear alrededor para sentir compasión por los demás y actuar en consecuencia.
Como lo dijo el escritor francés Albert Camus: “¡Quién necesita piedad, sino aquellos que no tienen compasión de nadie!”.