Anteriormente fueron reconocidos por sus posturas políticas, diferenciadas claramente unas de otras.
El Partido Revolucionario Institucional, con Don Jesús Reyes Heroles como teórico de amplio reconocimiento en el país. Acción Nacional, contando en sus filas con el prestigioso perfil de Manuel Gómez Morín y el menos antiguo Partido de la Revolución Democrática, en donde militó Don Heberto Castillo.
Tres puntos de referencia en la política mexicana, que defendían una ideología distinta en cada caso, misma que en sus puntos medulares, era del conocimiento de la ciudadanía.
La gente sabía cuáles eran las banderas priistas, así como el pensamiento derechista del panismo, o la vanguardia ideológica de izquierda, que impulsaba el PRD.
Sin embargo, con el paso del tiempo, estas posturas de pensamiento, se fueron olvidando. Durante los últimos años, la única bandera defendida por los tres partidos señalados, se llamó corrupción. El enriquecimiento a costa del erario nacional, fue el impulso único que movió a los tres partidos durante la etapa del neoliberalismo.
No se crearon nuevos cuadros pensantes. Los puestos importantes fueron ocupados por los más ambiciosos y menos escrupulosos de entre ellos. La competencia política despiadada, dejó como consecuencia partidos políticos sin pensadores que realizaran los cambios necesarios a las plataformas políticas de sus respectivos partidos.
Cada fuerza política, al ocupar cargos de responsabilidad en el aparato de gobierno, cuidaba que las finanzas del partido fueran suficientes para mantenerse en el poder. El requerimiento único fue el dinero, tanto para no perder el control de los espacios de gobierno, como también para crear a los nuevos millonarios que hacían suyo el dinero del pueblo.
El PRI, el PAN y el PRD, vivieron por buen tiempo en base a postulados y plataformas políticas del pasado, que dejaron de conectar con un pueblo. Poco a poco la gente dejó de creer en mensajes políticos que olían a rancio y poco tenían que ver con las necesidades presentes.
Por otra parte, se dieron cuenta de que el respeto a los principios que marcaban estas normas básicas en cada partido, eran en realidad letra muerta. La corrupción era la única línea de conducta que seguían panistas, priistas y perredistas.
El “Pacto por México” firmado por estos tres actores, para entregar soberanía y recursos a extranjeros, fue clara señal de que se trataba ya de políticos identificados plenamente con la causa de la corrupción. No había distinción alguna entre ellos.
Con todo, trataron aún de guardar las apariencias, al mantener cierta distancia pública, que en los hechos no existía. No querían que se viera descarada su mutua afinidad de intereses.
Pero ante la desesperación por la pérdida de espacios de poder y ante la amenaza de sufrir una derrota electoral histórica en las próximas elecciones intermedias del 2021, estos tres partidos arrojan las máscaras al cesto de la basura y crean una alianza electorera que carece, como es natural, de base ideológica alguna.
¿Qué defiende el bloque opositor conformado por el PRI, el PAN y el PRD en este momento?
¿Defiende la política de sectores sociales y control sindical del PRI? ¿El neoliberalismo del último sexenio de Peña Nieto con sus reformas estructurales?
¿Defiende los principios partidistas de extrema derecha, cargados de mojigatería del PAN? ¿El tipo de gobierno que impulsaron Vicente Fox y Felipe Calderón?
¿O defiende algún ideal perdido de izquierda, que aún quedara en las bolsas vacías del PRD?
Esta coalición opositora no tiene idea de lo que defiende en el marco de la ideología de partido. Pero sí tienen clara una cosa: quieren disfrutar del poder y del dinero que todo gobierno maneja. Esa es la causa única que los une.
Han sido convocados por la plutocracia nacional que co-gobernó con ellos los últimos treinta y seis años. Tienen bastante dinero a su disposición. Tienen operadores políticos especializados en fraude electoral. Cuentan con los medios de comunicación masivos, propiedad, o concesionados a los dueños de grandes capitales. Está toda la fauna del “periodismo sicario” a su servicio.
Y con todo, les falta el único elemento importante para llegar con oportunidad a la siguiente elección.
La chispa para conectar con el pueblo.
Nadie en su sano juicio votaría por los mismos personajes y las mismas “marcas políticas” que abusaron en el pasado de la confianza de la gente. Nadie votaría por los que saquearon al país y condenaron a la miseria a millones de mexicanos. Nadie votaría por el regreso de la corrupción al gobierno.
Al ser la ambición el único motor opositor, sus esfuerzos por parecer atractivos al votante se pierden. Nada nuevo tienen que ofrecer. Su discurso señala que su finalidad es restablecer el neoliberalismo predador. Reconquistar privilegios de clase. Tener acceso al dinero del pueblo para enriquecerse con él.
A la oposición actual le falta cabeza. Son una mezcla que se anuncia como remedio salvador y que no pasa de vomitivo.
Carecen de identidad y andan a la caza de almas perdidas. Gente sin idea política que crea en sus palabras huecas. Desean exprimir sus votos.
Lo suyo está destinado al fracaso. Hay muy pocas esperanzas para ellos en el 2021. Tal vez un epitafio mediocre para algunos de estos partidos coaligados.
No se puede vivir sin cabeza, ni caminar sin idea del origen y el destino. Aunque la oposición actual piense lo contrario.
Andan como zombis deseosos de un voto popular, que de antemano les ha sido negado.
Malthus Gamba