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La traición de Proceso a sí misma
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La traición de Proceso a sí misma

Proceso censura a John Ackerman y Fabrizio Mejía, cerrándoles las puertas a sus colaboraciones, pero argumentando que es en defensa de la neutralidad. Aunque lo niegan, es evidente que asumen la agenda de la derecha y renuncian a hacer periodismo.

La revista Proceso fue desde su fundación y hasta hace pocos años un bastión de las luchas cívicas y populares. Por todo mundo es conocido que su padre, Julio Scherer García fue un hombre de izquierda, crítico de los regímenes del PRI y del PAN desde los inicios de su carrera. Los herederos del semanario han traicionado ese legado.

Don Julio fue un hombre que militó no en partidos, sino en causas. Su valentía le valió el despido del Excélsior, en 1976; su militancia nunca estorbó su rigurosidad periodísitca, que es lo que más importa en quien usa los medios de comunicación para informar a las personas.

Quienes conocemos el trabajo de Scherer estamos al tanto de su constante diálogo consigo mismo, que se recogía en las entrevistas que hacía. Durante ellas, a la par de los diálogos, Scherer plasmaba sus propios pensamientos, tomaba postura y se cuestionaba a sí mismo con la misma rigurosidad que cuestionaba al poder.

Con la muerte de Julio, la revista ha pasado a adoptar posiciones editoriales lamentables; ya se ha advertido en más de una ocasión que -disfrazado de crítica-, Proceso se ha sumado a la campaña de golpeteo político contra el presidente y contra su equipo. Por eso no sorprende -aunque ofende-, la expulsión de John Ackermann y Fabrizio Mejía de las páginas del semanario.

Acusados de un pecado tan grave como admitir abiertamente sus preferencias políticas, ambos personajes -que eran de las pocas plumas honestas intelectualmente- fueron excluidos de la edición de Proceso. Como si existiera periodismo no militante, como si la supuesta neutralidad de los medios que cuestionan al poder político pero dejan intacto al económico no significara ya tomar partido entre los sectores de una sociedad.

En tiempos de transformación, es comprensible que la derecha busque tergiversar, difamar y herir a quienes simpatizan con el cambio que impulsan las mayorías populares. Muchos medios se han quitado las máscaras y han declarado sus objetivos: atacar al gobierno popular. Otros tantos se escudan detrás del concepto de neutralidad crítica para desinformar y obstaculizar la transformación. Ackerman y Fabrizio Mejía fueron víctimas de la intolerancia de éstos últimos.

Lejos queda el estilo brillante y la honestidad poética de la crónica, la editorial y la entrevista del fundador de Proceso. Hoy la revista se suma abiertamente a la órbita de la reacción derechista. Afortunadamente, las redes sociales y los medios no tradicionales recibe con afecto las plumas de los amantes y defensores de la Patria.

 

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