¿Cómo se repartía el pastel en México?
Por Alejandra Rogel Alba/strong>
Leyendo un artículo de La Jornada sobre todas las operaciones llevadas a cabo por Emilio Lozoya y toda la cadena de corrupción involucrada en esos movimientos, desde amigos, compadres, senadores, diputados, empresarios que ofrecieron y recibieron sobornos (un súper tuit comentó que esta palabra se lee mejor al revés = son robos), incluso familiares, como la hermana de Lozoya a cuyas cuentas fueron a dar millones de dólares para el uso de su hermano; en fin, leer una descripción de todo el cochambre puro y duro que durante años creó la falsa y perversa ilusión de que esta forma sucia y corrupta de gobernar era lo “normal” y lo “deseable” para que las cosas funcionaran y nos “fuera bien”, además de darme nauseas, me creó la necesidad de escribir el por qué es importante entender y procesar cómo operó un sistema corrupto hasta el tuétano, por años en México, pero más importantemente, sus consecuencias sobre la pobreza y la desigualdad.
¿Por qué es importante comprender las consecuencias de la corrupción en México?
Generalmente se entiende que la corrupción opera a través del tráfico de contactos, favoritismos, las famosas “mordidas”, “moches” y “chayotes”, pero poco se ha explicado de manera sencilla, las consecuencias de la corrupción histórica que ha generado desigualdad y pobreza para la mayoría de las personas en el país, el 78.1% para ser exactos, de acuerdo con datos del CONEVAL en 2019.
En la siguiente tabla y posterior gráfica se visualiza la composición de la población en México.
Si sumamos todos los porcentajes en gris: población vulnerable por ingresos, por carencias sociales, en pobreza extrema y moderada, obtenemos el 78.1% de la población en situación vulnerable y de pobreza. Sólo un 21.9% es no pobre y no vulnerable, de la cual un mínimo porcentaje, entre el 1% y 3%, constituyen el grupo de ultra ricos quienes concentran la mayor riqueza del país.
Aquí se grafican los mismos porcentajes de la tabla, redondeados, sobre cómo está constituida la pobreza en México.
Este artículo es una simplificación de procesos y conceptos complejos que frecuentemente se quedan sólo en las discusiones exquisitas de la academia. Se considera importante y prioritario comunicar de manera sencilla esta información a la mayoría de la población en México, quienes son los directamente afectados y quizá los más interesados en comprender cómo se construyó sistemáticamente la desigualdad en nuestro país.
De acuerdo con el Informe de Movilidad Social en México 2019 , ésta aún es baja: 49 de cada 100 personas que nacen en los hogares del grupo más bajo de la escalera social se quedan ahí toda su vida. Y, aunque la otra mitad logra ascender, 25 de ellos no logran superar la línea de pobreza de México. Lo anterior implica que 74 de cada 100 mexicanos que nacen en la base de la escalera social no logran superar la condición de pobreza.
El Dr. Miguel del Castillo nos ilustra, en la siguiente gráfica, la distribución de la riqueza en México de acuerdo con el Credit Suisse del 2017.
[1] Informe de Movilidad Social en México 2019. Centro de Estudios Espinosa Yglesias.
[1] La distribución de la riqueza en México, Seminario Universitarios de la Cuestión Social, UNAM, noviembre 2017.
En azul observamos la cantidad de gente y en rojo la cantidad de riqueza. A simple vista se observa que el 2.9% de la población en México concentra el 51.7% de la riqueza, lo cual por sí solo ya es escandaloso, mientras que el 54.5% de la población sólo posee un 5% de la riqueza.
La medición de pobreza, desigualdad, movilidad y distribución de la riqueza usan diferentes metodologías y marcos teóricos complejos, por lo que simplificaré estas construcciones para explicar, a no economistas y no académicos, la distribución de la riqueza en los diferentes grupos de pobres y no pobres en México.
Metáfora de cómo se repartió históricamente el pastel en México
Imaginemos a 100 personas que participan en la elaboración de un pastel. Todas, las 100 personas, participan con una parte de lo que se usa para invertir en la elaboración del pastel a través de su contribución de impuestos.
Aproximadamente 10 personas participan con una parte extra del dinero, como inversión para obtener ganancias. Las otras 90 personas trabajan elaborando la receta del pastel, produciendo la materia prima, trasladando esas materias primas, construyendo los caminos para que se puedan trasladar esas materias primas, y trabajan con sus manos elaborando y horneando el pastel, hasta que este se presenta en la mesa para repartirlo.
El grupo de personas que históricamente administraba la distribución del pastel se sienta al centro de la mesa para repartirlo y observa a sus familiares, amigos y otros que le sobornan para favorecerlos. El pastel se parte en 100 rebanadas que, en cualquier mesa democrática, en teoría, se distribuiría más o menos equitativamente.
Pero el pastel en México se ha distribuido por cientos de años de una manera exageradamente desigual, para los diferentes grupos de población, hasta constituir lo siguiente:
1. 50 rebanadas para 3 personas que simbolizan al 3% de las familias ultra ricas en México, a quienes se les ha beneficiado con los negocios más jugosos aún a costa del robo de los recursos públicos para inversión en hospitales, escuelas, caminos, electricidad y agua en las comunidades más pobres; esto significó el crecimiento desproporcionado de la pobreza en el país. 50 rebanadas para 3 personas.
2. 17 rebanadas para 17 personas, que sumadas a las 3 de arriba, simbolizan al 22% de la población que no son pobres y no son vulnerables. Representarían a la población rica del país, que cuentan con una riqueza generacional más que suficiente y quizá también se pueda incluir aquí a una parte de la clase media alta, con ingresos mínimos de 64 mil pesos mensuales por familia de 4, quienes les alcanza para todo incluyendo invertir, ahorrar, viajar y continuar con la movilidad social de sus generaciones por venir.
3. Quedan 33 rebanadas y 80 personas, lo que ni siquiera alcanza para media rebanada por persona. Esto simboliza a la mayor parte de la población en México, quienes de acuerdo con la clasificación de CONEVAL, incluyen a los pobres por carencias sociales como rezago educativo, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social, acceso a la alimentación, calidad y espacios de la vivienda y acceso a los servicios básicos en la vivienda; también se incluiría a la población pobre y vulnerable por ingresos y por último a la población en pobreza extrema, que en 2018 es casi la mitad de la población en México, lo que significa que ni siquiera se cuenta con un plato de alimento nutritivo al día.
Los recursos son limitados, reza el precepto básico de la economía, pero la forma histórica en que esos recursos ¨limitados¨ se distribuyeron en México, de una manera grosera y cruelmente desigual sólo para favorecer a un 3% de ultra ricos, nos habla del por qué es prioritario e impostergable acabar con esas cadenas de corrupción y favoritismos que han condenado a la mayoría de nuestra gente a la pobreza en sus múltiples y lastimosas dimensiones.
¿Por qué es importante entender esta metáfora sobre la distribución de la riqueza en México?
Porque históricamente en México ha reinado la inequidad, la desigualdad y la pobreza; porque la repartición del pastel, es decir, de la riqueza en recursos y trabajo que generan todas las personas en el país, se ha repartido de manera injusta, porque quién administraba esta riqueza siempre favoreció a una minoría, a una élite inundada en lujos, recursos y poder que les hicieron retener a este país como su perfecto botín. México ha sido, desde los tiempos de la Colonia, la fuente de riqueza para unos pocos, con base en la repartición de migajas e injusticia para la mayoría de la gente que sostiene con el sudor de su frente a este “cuerno de la abundancia”.
En México no se favoreció el crecimiento de la clase media, pero además se incrementó a casi la mitad de la población en pobreza extrema.
Nos hicieron creer que esa corrupción, ese sistema instalado hasta el tuétano de favoritismos, negocios turbios y jugosos, ese servirse con la cuchara grande, era parte de “las condiciones” para que el país avanzara y le “fuera bien” en la frenética carrera de un sistema de inequidad y desigualdad, que sólo conducía al despeñadero. La política de mantener a un pueblo entero “persiguiendo la chuleta” diariamente, con el efecto directo de que no hubiera ni siquiera la fuerza física o mental necesaria para poder exigir y defender los derechos mínimos básicos, dejó de funcionar en 2018 cuando la aplastante mayoría en este país se hartó del abuso descarado y votó por un cambio de régimen.
Ahora que el nuevo régimen está desarticulando el viejo sistema de favoritismos, ventilando y combatiendo la corrupción y modificando algunos de los mecanismos en que se produce y reparte el pastel en México, la minoría que se ha servido históricamente con la cuchara grande está rabiosa. Sobre todo quienes perdieron sus privilegios en esa cadena de favoritismos, los partidos que ahora son “oposición” y que operaban esos mecanismos de corrupción, y también los medios de comunicación a los que se favoreció, obviamente, se retuercen de la furia de haber perdido su botín y de ya no poder repartirse el país como les dé la gana a costa del bienestar de la mayoría. Quizá algunos de la minoría de ultra ricos estén furiosos no tanto porque no tengan riqueza suficiente quizá para sus siguientes 10 generaciones, sino, sobre todo, porque perdieron el poder y lo perdieron frente a un representante de esa mayoría históricamente relegada, destinada a la desigualdad, a la injusticia y a la pobreza; no toleran la idea de que ya no tengan el poder de la última palabra en cómo se reparten el pastel del país y cómo beneficiarse para sus negocios turbios.
El mecanismo obtuso de distribución y acumulación de riqueza no podrá cambiarse en 6 años, porque esos intereses incluso transcienden nuestras fronteras, sin embargo, si podremos asegurarnos al menos de que algunas de las piezas más importantes para comenzar a cambiar la dirección y resultados de ese mecanismo complejo de repartir el pastel sí se cambien.
Asegurémonos de que este cambio profundo que se está iniciando en México, y ahora que con la crisis de la pandemia es un cambio que se ha acelerado también en el resto del mundo, continúe avanzando sin que las convulsiones de esa minoría frenética afecten de nuevo la repartición del pastel de este México, abundante y próspero, del que tod@s sus ciudadan@s tenemos derecho de participar y disfrutar.
Alejandra Rogel Alba: Etnóloga, Maestra en Políticas Públicas. Consultora en Evaluación de Impacto para organismos internacionales.