En México, es difícil que se vean escenarios fríos, con nieve que cubra el panorama que tenemos a la vista.
Hay zonas en el norte donde es posible contemplar paisajes como el señalado, pero son muy pocas. Los mexicanos poco sabemos de la nieve. Nuestro territorio es más bien de tipo tropical.
Pero sí hemos visto en televisión y cine, escenas donde se ve como un pequeño desprendimiento de nieve, se convierte en una gran bola fría y pesada, o en una avalancha que arrasa todo lo que encuentra a su paso.
Uno sabe que si en el primer momento, se logra contener esa pequeña bola, el problema no pasa a mayores. Pero si corre el tiempo y nada obstruye el camino de lo que se precipita libremente, intentar contenerlo después por medio del enfrentamiento directo, resulta una locura.
Lo mismo sucede en los casos más familiares de inundaciones, que inician como pequeñas corrientes líquidas, para transformarse en incontrolables torrentes que rompen todo a su paso. Incluida la continuidad de las vidas.
El caso de la violencia que vivimos en México se ajusta a estos dos ejemplos catastróficos, en muchos aspectos.
Nuestro país, hace unas décadas, tenía niveles de violencia e inseguridad bastante aceptables.
La criminalidad es, hasta nuestros días, connatural a toda sociedad. No hay nación que haya eliminado por completo el delito.
Pero lo que sí es posible, es mantener niveles delincuenciales bajos. México no destacaba en ese tiempo, por arrojar resultados altos en lo que respecta a criminalidad.
Estábamos considerados como un país tranquilo. Pacífico.
El consumo de droga en el país era bastante reducido, pero existía desde hace muchos años.
El trasiego hacia Estados Unidos se incrementa en la década de los años cincuenta del siglo pasado y detona exponencialmente, en los sesenta.
Con todo, no había problemas internos en nuestro país. La droga con rumbo a Norteamérica no era problema para nosotros. Éramos solamente país de paso.
Es pertinente resaltar que aún entre los cárteles, dedicados a ese negocio ilícito, existían reglas claras. Se respetaba a la población, procurando pasar desapercibidos en sus actividades. Es lo que actualmente se denomina entre la delincuencia organizada, como “La Vieja Escuela”. Un código de honor, parecido al de la mafia siciliana, donde la actividad que realizaban, se conocía como “La Cosa Nostra”.
Por eso el clima de paz, se percibía en todo el país. La vida diaria corría sin mayores sobresaltos.
Con la llegada de Vicente Fox al gobierno, comienza a haber un cambio perceptible en nuestra sociedad. Dejamos de ser preferentemente país traficante, para volvernos poco a poco, consumidores.
Ahí comienza a formarse la pequeña bola de nieve que rodará cuesta abajo, con una fuerza incontenible.
Ya no solo tenemos traficantes de droga. Hay vendedores, proveedores mayores, sicarios para proteger el negocio y el territorio, halcones que dan cuenta de lo que sucede en el tablero de juego.
Y esto va contaminando todo el tejido social, en el amplio territorio nacional.
Poco a poco, la bolita de nieva ha ido creciendo. A la salida, de Fox, la situación ha cambiado mucho en el país. Hay violencia y los ciudadanos la sienten amenazante en sus actividades cotidianas.
Felipe Calderón “El Espurio”, toma el poder después de un fraude descarado en contra de López Obrador y la idea que concibe para adquirir legitimidad, es declarar una guerra irresponsable al crimen organizado. Muchas ciudades se tiñen de sangre. Mueren delincuentes, policías, soldados y civiles indistintamente.
Los cárteles que resultan debilitados en este enfrentamiento, se convierten en células delictivas, dedicadas a otras actividades criminales, como el secuestro, la extorsión, la trata de personas y el robo de todo tipo.
La bola de nieve ha rodado bastante durante esos años y es de una peligrosidad alarmante.
Nada de lo que se intente con la gente que dejó crecer la situación de manera irresponsable, podrá contener el avance y crecimiento del enorme problema.
Policías, mandos civiles y militares, cantidad de ciudadanos incorporados al crimen, instituciones, políticos y alto funcionarios del gobierno, están de un modo u otro, por acción u omisión participando en el ciclo de inseguridad y violencia que crece.
Al anodino gobierno de Peña Nieto, poco le importa en realidad dar solución al caos que vive el pueblo mexicano. La corrupción que se desata incontenible durante ese periodo, termina de hundir al muy deteriorado Estado de Derecho.
La bola de nieve sigue creciendo, invadiendo en su caída a todo el territorio nacional.
En ese preciso momento llega al gobierno la Cuarta Transformación.
El pueblo, cansado de tanta irresponsabilidad, vicio, podredumbre y violencia, se vuelca a las urnas para apoyar el cambio que propone López Obrador y Morena.
El viejo régimen se desmorona, pero aún conserva alguna fuerza.
¿Y qué le exige esa clase conservadora, derrotada y envilecida al nuevo presidente?
Que detenga la bola de nieve que ellos mismos formaron e impulsaron por años, en forma inmediata.
Que la pare de golpe y la disuelva.
Hablan de que sigue creciendo la violencia en el país, lo cual es bastante cuestionable.
Lo real, es que si verdaderamente existe ese impulso hacia adelante, se debe a la enorme dimensión del problema.
El gobierno de la Cuarta Transformación sabe lo que hace.
Para detener al monstruo creado por el neoliberalismo, hay que golpearlo en diferentes sitios, para ablandarlo y restarle solidez poco a poco.
- Primero que nada, crear un grupo de seguridad, donde no estén incorporados elementos contaminados por la criminalidad.
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Golpear su fortaleza financiera. Restarles recursos.
Privarlos de apoyo social, implementando programas de beneficio, que impidan que los jóvenes se incorporen a los cárteles. - Bajando los niveles de consumo, con acciones de prevención y atención.
- Creando empleo y reduciendo la desigualdad.
Terminar por completo con la corrupción.
Esa gran bola de nieve no va a ser detenida de frente y en el corto plazo.
Habrá que frenarla de a poco. Hacerla perder fuerza de manera paulatina, hasta que sea posible erradicarla totalmente.
Y eso es lo que está haciendo la Cuarta Transformación.
Quien les diga que con la violencia o fuerza letal del Estado, puede darse solución inmediata al problema, los estará engañando.
Es tan difícil la situación, que pueblos o comunidades enteras, están dedicadas a negocios que se encuentran fuera de la Ley.
Recordemos el caso del Huachicoleo.
El camino no será corto, pero los síntomas de recuperación, serán perceptibles gradualmente.
El último clavo que está preparando el gobierno del cambio, tiene que ver con la educación.
Recuperar nuestros valores éticos y tradicionales, es de suma importancia.
Con ellos en la mente, jamás dejaremos que vuelva a perturbarse la paz social, ni que vuelvan al poder aquellos corruptos neoliberales, causantes de la catástrofe nacional.
Ellos y el monstruo que crearon, están en vías de extinción. Las elecciones intermedias del 2021 no están tan lejanas.
Ni un voto a la clase corrupta. Que desaparezcan para siempre los partidos políticos neoliberales.
Queremos un México en paz.
Malthus Gamba