El mejor legado que ha dejado AMLO es la politización del pueblo. Ahora ya no habrá más una ciudadanía dormida.
Después de la aprobación en comisiones, al interior de la Cámara de Diputados de 11 de las 16 iniciativas de reformas constitucionales presentadas por el Poder ejecutivo y algunas otras, a propuesta de la presidenta electa, los mexicanos vemos admirados la forma contundente en que cierra su mandato el presidente AMLO.
Después de la definición legal, para la conformación de la siguiente Legislatura en el Congreso de la Unión, donde Morena y aliados tendrán mayoría calificada, según las asignaciones de candidaturas plurinominales repartidas por el Instituto Nacional Electoral.
El tamaño de la transformación iniciada hace casi seis años, es inocultable, incluso para quienes se han opuesto permanentemente a ese cambio de régimen. Porque este Movimiento Nacional, nunca fue por el cambio cosmético, que prometía modificaciones de fondo y quedaba siempre en la “manita de gato”, que dejaba todo tal como estaba.
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Hoy vemos al poder económico, fuera de Palacio Nacional. Claudio X González, representante de los viejos traficantes de influencias, libró una batalla permanente en contra de un gobierno que impidió su entrada en cualquier espacio de la administración pública federal y obligó a todo empresario en el país, a pagar los impuestos derivados de su actividad económica. Claudio entró de llenó a la política opositora y perdió en cada encuentro, ante un presidente que no sabe doblegarse ante el poderoso núcleo conformado por los dueños del dinero.
Los medios masivos de manipulación se encuentran en crisis evidente. Sus “estrellas” dentro del periodismo, están totalmente desacreditadas y esto fue visible para todos en el pasado proceso electoral, donde no obstante la intensa campaña desplegada en radio, televisión, prensa escrita y redes sociales, el impacto social logrado por la vieja guardia desinformativa, fue en verdad decepcionante. La conferencia mañanera del presidente, donde la verdad operó en contra de la cotidiana mentira difundida por la vieja guardia del periodismo, acabó con el prestigio del llamado “Cuarto Poder”. Actualmente, Ciro, Loret, López Dóriga, Riva Palacio, Aristegui, Jorge Ramos y Krauze hijo, hablan y escriben para una audiencia, por demás reducida. Su peso, a nivel nacional, va en descenso y como herramienta de penetración, para un control social efectivo, resultan inútiles.
Los intelectuales y académicos del llamado “Círculo Rojo”, no corren con mejor suerte. Ahora son conocidos nacionalmente como “Los abajo firmantes”. Son quienes firman desplegados, comunicados y cartas en respaldo a las causas reaccionarias y en contra de cualquier proyecto de cambio impulsado desde el gobierno. No han construido un proyecto nacional que le compita al Movimiento de Transformación. Se secaron. Se marchitaron, e intentan vivir de glorias y un prestigio pasados, a los que nadie rinde culto en la actualidad. Ahí están los Krauze, Aguilar Camín, Sheridan, Silva Herzog, entre los “grandes” y otros menores como Aguayo, Martín Moreno, Loaeza, de Mauleón y otras moscas que volaron siempre en torno al pastel que servía para ellos el régimen neoliberal.
Los vemos en dieta obligada, recordando mejores tiempos y pidiendo un “apapacho” que no regresará.
Los partidos políticos opositores están casi desaparecidos y durante los próximos tres años, al menos, no tendrán peso alguno en las decisiones y rumbo que tome el país. La mayoría calificada de Morena, Verde y Del Trabajo, en el Congreso, los reduce a cero y solo verán un espectáculo al que fueron invitados en calidad de espectadores, que pueden gritar lo que gusten, sin que su presencia modifique lo que el Movimiento de Transformación decida.
La “Marea Rosa” fue confinada a una bañera. No existe como fuerza social opositora. Y el culpable de su desaparición, fue el mismo Claudio X González, quien al mentir permanentemente, anunciando triunfos que la realidad convertía en fracasos, creó un malestar opositor que aleja a los ya de por sí flacos contingentes que puede reunir la muy desprestigiada derecha.
Los proyectos nacionales y los programas sociales, son la realidad que se impone a los anuncios de fracaso, que no se cansó de anunciar la fuerza opositora. México se mueve hacia un cambio de régimen, a muy buena velocidad. La construcción del primer piso de la transformación del país, está a punto de completarse. Falta la inauguración de algunas obras que están en curso y que serán concluidas en los próximos meses. Algunas aún, en la recta final de este sexenio.
La cimentación del primer piso de la transformación del país y la construcción del primer nivel del nuevo edificio, llevó seis años de trabajo ininterrumpido, por parte del presidente López Obrador. Seis años de enfrentamiento abierto, contra el poder concentrado de una clase opositora fuerte y muy violenta en el terreno político y en el de la comunicación también. Las batallas libradas fueron muchas y los encuentros menores se presentaron a diario. Con todo, la victoria final queda en manos del hoy presidente constitucional del país. El conservadurismo está en franca retirada, sin saber la ruta que deberá tomar para intentar un nuevo asalto en busca del poder político.
La próxima presidenta de México llega pisando fuerte, porque la cimentación del segundo piso de la Cuarta Transformación fue completada. Y a diferencia de lo sucedido hace seis años, donde llevó bastante tiempo el crear las condiciones adecuadas para comenzar a construir, hoy vemos que en unos cuantos meses, se ganan elecciones en forma mayoritaria . Se domina al interior del Congreso de la Unión. No tienen credibilidad los comunicadores de la derecha. No hay fuerza política opositora de peso. Las reformas constitucionales, ya fueron aprobadas en comisiones, en esta saliente Legislatura. Y lo más importante.
Hay una sociedad despierta, informada y combativa que acompaña a su gobierno, integrada a un Movimiento Nacional incluyente y con clara tendencia social. Una sociedad que cambió su mentalidad, gracias al trabajo permanente de un presidente que no se cansó de informar a su pueblo, sobre la realidad nacional. De crear conciencia colectiva y abrir los ojos a millones de mexicanos que estuvieron adormecidos por décadas, por el aparato manipulador de los gobiernos neoliberales.
Ese es el legado que deja el presidente López Obrador. La herencia que recibe cada mexicano, para asegurar su futuro y el de los suyos.En poco más de un mes, no veremos más al actual presidente. Pero ese legado, que nos toca a todos, es un regalo histórico que engrandece al país, a su figura histórica y a cada mexicano que participa y defiende este cambio nacional, donde la corrupción, la desigualdad, la impunidad, la violencia y la injusticia, no caben.
“Nunca más un gobierno sin el PUEBLO”, ha pedido insistentemente nuestro presidente.
Nunca más, señor presidente. Es un compromiso
Malthus Gamba
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