México al CSONU: liderazgo regional en América Latina y El Caribe
Contrario a las predicciones de la oposición mexicana, la política exterior del nuevo gobierno ha rendido frutos positivos para México; así lo demuestra el apoyo anunciado por Andrés Manuel, del lado de Juan Ramón de la Fuente, con el que México buscará un espacio en el Consejo de Seguridad de la ONU: los 33 países miembros de la Organización en América Latina y El Caribe han decidido respaldar la iniciativa mexicana de manera unánime.
Ante la realidad, los argumentos esgrimidos por quienes consideraban la no intervención profesada desde México como una forma de aislamiento de la Comunidad Internacional se ven superados, y quienes los emiten deberán reconsiderar muy seriamente el ángulo desde que articulan sus críticas, a riesgo de seguir desubicados en el análisis del juego político internacional. Lejos deberá quedar del discurso de actores como la bancada de Acción Nacional el argumento de que la así entendida falta de posicionamiento de México en torno a las crisis internas de otros estados restan dignidad a la imagen de México en el mundo.
Y es que la derecha mexicana no ha podido separar su vista del paradigma estadounidense; resultando en una profunda incomprensión del contexto histórico – político del que se desprende la nueva actitud del estado mexicano. Como afirmo arriba, la oposición comete un error al interpretar la neutralidad como una falta de postura cuando, todo lo contrario, se trata de la implementación de una estrategia de firmeza en nuestra posición: el mensaje mexicano a la Comunidad Internacional ha llegado claro a Centro y Sudamérica; en México encontrarán un aliado contra el unilateralismo y el uso de la fuerza para la resolución de conflictos internacionales. La soberanía de los pueblos será defendida por la doctrina jurídica mexicana, por eso respaldan a México como candidato a miembro del Consejo de Seguridad.
La diferencia entre las políticas del régimen anterior y la del gobierno federal actual es clara, a pesar de que con frecuencia escuchamos mensajes distorsionados – tanto en medios nacionales de comunicación como en los discursos de un sector de la oposición – sobre la conducción y los resultados de nuestra política exterior. Siempre que un estado debe fijar posiciones sobre algún problema coyuntural habrá de preguntarse: ¿Qué criterios deben ser aplicados en el caso? Y mientras que el seguido en el pasado era la línea política adoptada por Washington, el caso de las decisiones recientes es diferente: hoy se sigue el que está fijo en la Constitución, entendiendo sus naturaleza, sus razones y ventajas.
Y los resultados son claros; el apoyo anunciado para la delegación mexicana es una muestra de unidad latinoamericana y caribeña ante toda la comunidad internacional: se trata de México visto como líder regional en términos de política internacional. Será tarea de De La Fuente conseguir el apoyo de la Asamblea General y de los miembros permanentes del CSONU, en cuyas reacciones podremos leer las pugnas por la hegemonía mundial y la aceptación o no de la postura mexicana en las demás regiones del mundo.
Si bien es pronto para aventurar una prospectiva seria sobre el resultado de las votaciones, podemos afirmar con total seguridad que México será un candidato fuerte para ocupar un lugar en el Consejo en 2020; a un año de las votaciones se ha logrado unanimidad entre la comunidad latinoamericana y caribeña; habrá mucho trabajo qué hacer para buscar el apoyo de otros participantes del concierto internacional y desde México se deberá prestar mucha atención a los esfuerzos empeñados en este sentido.
Por el momento, debemos comprender el contexto en que se da el anuncio mexicano; acabada de suceder la reunión entre Pompeo y Ebrard queda de manifiesto que los Estados Unidos descartan presionar en torno a la idea de que México asuma la postura de tercer país seguro como solución a la crisis migratoria que se desarrolla desde inicios del 2019, fruto del éxito de la implementación de la estrategia mexicana en torno a la migración, reduciendo el flujo en aproximadamente 36.2%, según palabras del canciller mexicano.
La actitud estadounidense no fue sonora en esta ocasión. De hecho, Trump ha dejado de lado por el momento su estrategia de la diplomacia del tweet, optando por guardar silencio respecto al asunto mexicano-estadounidense; el trabajo y los resultados mexicanos obligaron al mandatario estadounidense a abandonar el golpeteo, quizá también gracias a que su aprobación decae en diversas encuestas, que ya lo ven debilitado hacia su reelección.
En esta ocasión, frente al Hemiciclo a Juárez, fue el turno de la representación mexicana para poner condiciones; ante los reportes hechos por la Secretaría de Defensa Nacional (SEDENA) y la Fiscalía General de la República (FGR) en torno al aumento del número de armas reportadas en hechos delictivos dentro de territorio mexicano, Pompeo tuvo que comprometerse a cooperar desde territorio estadounidense para impedir el tráfico de armas hacia territorio mexicano, siendo puntos de especial interés para ambos países las porciones de frontera bilateral en Tijuana, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros.
Además de ello, por iniciativa de la dupla Obrador-Ebrard, se acordó la integración de un grupo regional para la recuperación de los activos detectados tras la detención de Joaquín Guzmán; en este grupo tendrán participación tanto la FGR como la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda mexicana. Ambos proyectos tienen una incidencia mayor en el combate a la inseguridad vivida en México; y ambos también destacan por venir desde la iniciativa mexicana, dándose la cooperación en términos de soberanía y no de subordinación, como vimos en el fallido operativo Rápido y Furioso, operado desde los Estados Unidos, terminando en un incremento sustantivo de las armas estadounidenses en territorio mexicano, reputando en consecuencia la violencia en nuestro país.
Otra victoria fundamental que logró la Cancillería mexicana es la aceptación estadounidense de comenzar los trabajos alrededor de la repatriación de mexicanos deportados de Estados Unido; la intención es hacer el traslado directo a la Ciudad de México, desahogando así a las ciudades fronterizas del norte de México, quienes muchas veces se ven en dificultad para atender como necesitan y merecen los ciudadanos mexicanos que regresan a su patria.
De tal forma que después del primer plazo de cuarenta y cinco días la posición mexicana se ha fortalecido en cuanto a su relación bilateral con Estados Unidos, gracias al cumplimiento de la ley mexicana y la eficacia en la reducción del flujo transmigratorio, que se ve aderezado por los acuerdos alcanzados entre El Salvador (y Centroamérica en general) y México para incentivar el desarrollo económico en la región, en un primer momento mediante el programa mexicano “Sembrando Vida” y a largo plazo mediante el Plan de Desarrollo Integral, con la participación de México, El Salvador, Guatemala y Honduras y con el aval de la CEPAL, dirigida por la mexicana Alicia Bárcena.
Vemos también a un México líder regional, como lo demuestra el apoyo de América Latina y El Caribe rumbo al Consejo de Seguridad de la ONU, y eso no pasa desapercibido en Washington, donde gracias a la debilidad interna en torno al proyecto de reelección de Trump y sobretodo al fortalecimiento de la posición internacional mexicana en temas como los ya antes mencionados, se ha optado por seguir la línea programática de México en prácticamente todo asunto que ha pasado por la agenda compartida entre estos dos países; situación impensable apenas hace un par de años.