Enmarcado en un entorno de celebración de nuestros paisanos en Nueva York, cuya presencia festiva y alegre aportó gritos, porras, música de mariachi, cariño y sobre todo apoyo para el presidente López Obrador, hoy nuestro mandatario inauguró la sesión solemne del Consejo de Seguridad de la ONU.
El presidente de México pronunció un mensaje durísimo y contundente, señalando a la corrupción como el común denominador de todos los problemas del planeta, responsable de la inseguridad, el hambre, la migración, la falta de oportunidades, la pobreza y la marginación de toda índole.
Sacudió al organismo internacional reprochándole su falta de efectividad para atender directamente las causas de la pobreza y la desigualdad mundial; sólo como ejemplo de su ineficaz participación, mencionó la distribución de vacunas contra el coronavirus, en la que las farmacéuticas privadas han vendido el 94% de ellas, mientras el mecanismo COVAX establecido por la ONU, únicamente ha sido capaz de distribuir el 6% de vacunas a los países más pobres.
Urgió a que el organismo y en particular el Consejo de Seguridad, tenga una intervención protagónica y decidida en la lucha contra la desigualdad y la pobreza. Literalmente les dijo que “despierten de su letargo”, que “prácticamente no han hecho nada relevante para mejorar las condiciones de vida de la población mundial menos favorecida”.
Pero el regaño no fue más que parte de la introducción. Describió a grandes rasgos las acciones de fondo que estamos llevando a cabo en México para empezar a resolver los problemas de seguridad, de marginación, de pobreza, atendiendo las causas, no las consecuencias con medidas coercitivas y anunció que México propondrá un plan con acciones concretas para lograr este objetivo a nivel planetario a través de la intervención directa de la ONU.
Los puntos clave de la propuesta, implican que se lleve a cabo un censo para ubicar a 750 millones de personas en el mundo que viven con menos de 2 dólares al día, una vez logrando esto, que se establezca un mecanismo con la posible intervención del FMI y del Banco Mundial, para hacer llegar directamente apoyos económicos a esta población desesperada, sin la participación de intermediarios de ninguna especie, a través de una tarjeta con la que puedan retirarlos del sistema bancario.
Así por medio de la ONU, el mundo contaría con programas de apoyo social directo, como los que ya operan en México a través de las pensiones a los adultos mayores y a niños con discapacidad, becas para estudiantes, capacitación remunerada para jóvenes en situación de vulnerabilidad, apoyos a sembradores que los mantengan trabajando en sus lugares de origen. En resumen, extrapolar los fundamentos de la 4ª Transformación de México a una aplicación planetaria que logre mejorar la situación de los más pobres en todas partes.
La sacudida no sólo se la llevó la ONU, sino una buena parte de la élite mundial cuando el Presidente sugirió las 3 fuentes de financiamiento del proyecto. Se trata de un fondo de 1 billón de dólares para lograr el Estado de Bienestar, integrado con una aportación voluntaria del 4% de las fortunas acumuladas por las personas más ricas del planeta, con una aportación equivalente de las mil principales corporaciones del orbe y otra del 0.2% del PIB de los países que integran el G20.
Esta reflexión nos mueve a todos. ¿Qué sentido tiene reunir a los gobiernos de todos los países en un organismo que no puede atender las necesidades básicas y urgentes de las personas que vivimos en la Tierra? De nada nos sirve entender los problemas si no nos convertimos en un motor que transforme la realidad en beneficio de todos.
Como dijo el inventor estadounidense George Westinhouse: “Si algún día se dice que con mi trabajo he aportado algo al bienestar y la felicidad de mi prójimo, estaré satisfecho”.