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Sin el pueblo, nada
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Sin el pueblo, nada

LA CUERDA FLOJA
Sin el pueblo, nada

León Fernando Alvarado
@feralva61

Lo llamaron “mesías tropical” y pagaron campañas de odio en las que aseguraban que era “un peligro para México”. Se doblaron de risa cuando López Obrador dijo que el pueblo era “bueno y sabio”.

Armaron una retorcida alianza entre el PAN –utilizado por los dueños como su organismo-fachada predilecto- y el PRI, más los despojos insepultos del PRD, para presentar a los electores una mojiganga que pocos votos les acarreó a sus intereses.

Financiaron mercenarios para que asumieran el papel de editorialistas de medios convencionales y los animaron para que disfrazaran de “ideas opositoras” sus intereses comerciales.
Quemaron incienso en torno a Lorenzo Córdova y lograron que en su delirio, con la cabeza llena de humo, se imaginara presidente de la república (intento decirlo con su léxico: “¡Ya me vi, wey, ya me vi! ¡Gran Jefe Cara Pálida ser presidente!, neta, wey”), si bien antes le exigieron que le “tumbara” (sí, como en la calle le “tumban” al ciudadano la bicicleta o la cartera) dos candidaturas a Morena y le saqueara todas las diputaciones posibles.

Borrachos de dolor y nostalgia por el presupuesto público al que ya no pueden deshuesar a su gusto, escritores, médicos, científicos y magistrados recurrieron al insulto al presidente y a su familia, cuando hasta los más sanguinarios matarifes de la Cosa Nostra respetan el código de no meterse con la familia.

En el Senado, una senadora sin educación y sin juicio juntó y despegó rápidamente cuatro de sus deditos contra su pulgar haciendo una atroz seña carcelaria cuando, en una ceremonia oficial para otorgar la Medalla Belisario Domínguez, mencionaron el nombre del presidente.

Han intentado de todo, excepto acercarse al pueblo y a sus necesidades de una manera honesta para conocerlo.

Nunca se preocuparon por las penurias que pasan los adultos mayores sin pensión o con una pensión exigua que no cubre sus necesidades mínimas.

No les interesaron los niños con discapacidad más allá del circo decembrino montado con el Teletón, ya que gracias a ese programa podían timar al fisco con los impuestos y al mismo tiempo darse el gatazo de filántropos.

A los jóvenes había que mantenerlos sin trabajo, sin oportunidades y sin educación para que engrosaran el ejército industrial de reserva que les permitiera mantener bajos los salarios.

¿Los bosques, los recursos naturales pertenecientes al pueblo? A aquellos, talarlos, y a estos otros convertirlos rápidamente en billetes, y si alguien se opusiera llamar a las ONG’s formadas al vapor de los centavos para que encubrieran el delito. En caso de no ser suficiente, que el foro de científicos del Conacyt se encargue de extender la exoneración correspondiente porque aquí no ha pasado nada, que siga la destrucción del medio ambiente, al fin que los dos millones de kilómetros cuadrados del país son nomás para nosotros.

Quizá ahí, en el desprecio a los demás, en el abuso, en la ciega búsqueda del dinero, se encuentre la raíz de sus desaciertos, de sus estrategias desordenadas y sin otro propósito que el de golpear donde se pueda para ver si de casualidad atinan, porque comienzan con una ocurrencia y al rato acaban abanicando al viento.

Hoy mandan a Ricardo Anaya a que pernocte en una casa pobre y se suba a una “pesera” para mandar señas de que pertenece al pueblo, y mañana le ordenan darse a la fuga en prevención de que comience a hablar sobre ciertas maletas repletas de billetes recibidas en el Senado.

Hoy giran instrucciones a Gustavo de Hoyos para que con su arrollador carisma de empresario exitoso impulse la revocación de mandato presidencial, y mañana le indican que debe dar marcha atrás porque, bien vistas las cosas, el tirano puede aprovechar la ocasión para perpetuarse en el poder.

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