Pelear con la bestia… no es buena idea
Por: Óscar Vázquez
@OscarVazquezCh
Foto: Redes
A lo largo de la década de los ochentas, el gobierno de Miguel de la Madrid y su sucesor Carlos Salinas de Gortari, cumplieron a rajatabla cada uno de los dictados del Consenso de Washington, se abrieron de par en par las puertas del mercado mexicano con predilección a quien se convertiría en nuestro principal socio comercial, Estados Unidos de Norteamérica.
Ese momento fue el principio de una decisión que ha resultado muy costosa para nuestra economía, si bien México se incrustó en el mercado global, pudiendo hacer llegar nuestras mercancías a muchos rincones del mundo, dicha integración se hizo en un rol de sometimiento y desventaja. Aunque los postulados teóricos del neoliberalismo enaltecen la competencia como una condición indispensable para el buen funcionamiento de las economías, las condiciones de la economía mexicana nunca fueron realmente preparadas para la competencia con el gigante estadounidense, esa bestia de consumo y producción que se pertrechó en el antiguo TLCAN (hoy TMEC); muy por el contrario, México ofreció al mundo mano de obra precarizada, informal y tecnificada, acuerdos poco convenientes para sectores productivos que habían sido muy importantes en el México del Estado benefactor, además de una flexibilización amplia y progresiva de las condiciones de las y los trabajadores que debilitó su seguridad social y laboral.
El proceso de imposición neoliberal (se profundizó burdamente con el fraude de 1988) ya ha sido más que revisado, los nefastos resultados conocidos hoy en día siguen teniendo impacto negativo en la vida cotidiana de nuestro país, el actual panorama internacional ha abierto la nueva disyuntiva y con ello la posible confrontación con la bestia del norte que está siendo sorteada con astucia por Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, y Marcelo Ebrard, Canciller.
El escenario fue uno de los más complejos que ha vivido la diplomacia mexicana en los recientes años, la posibilidad de padecer crudamente la insensata dependencia de México a la bestial economía estadounidense a partir de la imposición de aranceles, amenaza fundamental de Trump a México, habría significado un golpe directo al mercado interno mexicano, un 10% de incremento casi inmediato a los precios y por tanto una inestabilidad que resultaría gravísima para nuestra economía. ¿Cómo llegamos a este nivel de dependencia con el 80% de nuestras exportaciones hacia E.U.? Los gobiernos neoliberales lo decidieron así, imitaron mal el modelo neoliberal, subsumieron los intereses nacionales a los suyos y a los de nuestro vecino del norte; Salinas aliado a Bush, los que siguieron a los Clinton, luego a Obama, y al finalizar el período neoliberal Peña se agachó lo más que pudo a Trump incluso antes de que ganara la elección, poco le faltó para ayudarle a hacer campaña.
Con esas decisiones del pasado es con las que debemos cargar ahora, con capacidades productivas desmanteladas o por lo menos debilitadas y con una enorme dependencia en exportaciones, además de lo volátil y complejo que es tener relaciones diplomáticas serias con un mandatario que gobierna a tuitazos, presionado por reelegirse y en una lucha permanente por legitimarse ante los electores.
Los logros de la negociación encabezada por Marcelo Ebrard son importantes pero no definitivos, se ganó tiempo para mover todos los hilos necesarios para atender especialmente la situación del flujo migratorio extraordinario que busca atravesar México rumbo a E.U., los 45 días ganados saben a gloria cuando el plazo inicial era de 5 días para la imposición arancelaria, se ganó un posicionamiento diplomático distinto, igualitario, de respeto, ya no de sumisión como sucedía en gobiernos pasados; se logró la separación del tema económico con la situación migratoria, lo cual facilitará su tratamiento en cuanto a respeto al ejercicio de los derechos humanos de quienes deciden movilizarse por nuestro país.
Paradójicamente, la oposición que fue omisa con el vergonzoso “comes y te vas” de Fox a Fidel, los mismos que aplaudieron el matraqueo de Peña y Videgaray a Trump, los mismos que nos hicieron dependientes a E.U., hoy se rasgan las vestiduras por supuestos “acuerdos inconvenientes”, siendo que muchos de los pendientes tanto en lo económico como en lo migratorio, fueron mal manejados por sus correligionarios, sus gobiernos hicieron un desastre y hoy exigen corregir milagrosamente, azuzando una confrontación que para nadie sería conveniente.