AMLO se va y lo hace de manera definitiva, abandonando la política y la vida pública para dedicar todo su tiempo a la escritura y trabajo de investigación, su legado seguirá firme.
Se acaba el sexenio. Pero la bien merecida jubilación es en exclusiva para el presidente López Obrador.
La figura central al interior de un amplio Movimiento Social, que tomó pacíficamente las riendas del país, para realizar un cambio de fondo en todas las áreas de la vida ciudadana.
El obradorismo, como línea política, como pensamiento y acción social para transformar al país, se queda. El Movimiento de cambio adquiere fuerza y experiencia en estos seis primeros años de gobierno y entra en una segunda fase muy prometedora, bajo la dirigencia de la futura presidenta Claudia Sheinbaum.
La columna vertebral de este poderoso Movimiento Social, es sin duda alguna, la corriente obradorista fundada hace varias décadas en tierras tabasqueñas. Lo que hoy escuchamos en todos los espacios del Movimiento, respecto a “no mentir, no robar y no traicionar”, es la raíz de una concepción distinta del quehacer político, que permeó después de varios años de lucha, en la conciencia de cientos de mexicanos, que hoy forman parte de la estructura de Morena.
El obradorismo es parte de la herencia que deja el presidente saliente a los mexicanos y que hoy es respaldado no solo por los cientos o miles de militantes del partido más poderoso en el país, sino por millones de mexicanos que, por primera vez, adquieren conciencia del poder que tiene un pueblo unido.
El presidente López Obrador se va, después de haberle cambiado el rostro al país en forma significativa.
El balance final y el resto de los estados de resultados que son calificados por la sociedad en su conjunto y no por los supuestos especialistas, ligados al neoliberalismo, demuestran que este cambio benéfico para el país, fue bastante profundo.
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Los mexicanos en su gran mayoría, sienten que se vive dentro de una realidad muy distinta a la padecida antes del 2018.
La transformación en el país ha sido radical y eso es apreciable a primera vista.
Los “todopoderosos” medios de manipulación, están en total descrédito, así como los periodistas faltos de moral y ética que aún hoy venden sus servicios al mejor postor.
Los dos partidos hegemónicos en la vida nacional, están reducidos a escombros, después de décadas de férreo control social, donde la regla de acción fue en todo momento el enriquecimiento personal, vía la corrupción, a costa del empobrecimiento del pueblo.
El dominio de una oligarquía, verdadera fuerza gobernante en el país, es desterrado sin contemplación alguna de todo espacio de gobierno a donde llega la fuerza obradorista del cambio. Los empresarios que soñaban ser dueños del país, hoy se ven obligados a reconocerse como simples ciudadanos. Tan comunes como cualquier hijo de vecino.
La macroeconomía es importante para el país. Pero no más importante que la atención a los que menos tienen. La riqueza nacional se distribuye en forma equitativa y eso reduce la enorme desigualdad que se vivía en México, antes del 2018.
Hoy la gente recibe periódicamente, apoyos sociales que benefician a personas de la tercera edad, estudiantes, campesinos, gente con discapacidad, madres trabajadoras o solteras.
Las jubilaciones de los adultos que terminan su ciclo productivo, se incrementan en forma justa, para que puedan disfrutar de un tiempo de calidad, sin dificultades económicas.
El sur del país, abandonado durante décadas, es rescatado por este gobierno renovador, que desarrolla proyectos de inversión, para detonar la actividad económica en los estados de la región.
El salario mínimo se incrementa como nunca y con ello, el poder adquisitivo de los ciudadanos aumenta.
No hay gasolinazos, ni tarifazos que incrementen el costo de gasolinas, gas y energía eléctrica. No hay impuestos nuevos, ni sube el pago de contribuciones. Se generan empleos con reglas de contratación más justas.
Es por todo ese estudio meticuloso que los ciudadanos hacen por su cuenta y de manera silenciosa que, en las pasadas elecciones, donde intervinieron los dueños del dinero directamente y a través de sus medios de manipulación, intentando recuperar el poder político, se vio con total claridad, que la mayor parte de los ciudadanos mexicanos, no está dispuesta a respaldar el regreso del neoliberalismo al poder.
Las cifras positivas que arroja el balance final de este gobierno, son tan significativas, que solo a los viejos traficantes de influencias, a los pequeños grupos privilegiados y a la decadente prensa chayotera, puede interesarles algo así.
La segunda esta de la transformación, inicia con un Movimiento fuertemente permeado por el obradorismo humanista, que sentó las bases del cambio nacional.
López Obrador como político activo, desaparece de la escena nacional.
Pero el López Obrador histórico, que ha escrito páginas importantes para el país, seguirá pesando en las decisiones futuras de cambio. La ruta por él trazada es confiable y atractiva para millones de mexicanos.
El balance final de su gobierno es más que aceptable. Le cambió el rostro al país.
El poder y la riqueza acumulados en pocas manos, hoy está repartido entre millones de familias mexicanas.
La oposición, más débil que nunca, tardará bastante en hacerse con el poder político nuevamente. Y los cambios realizados por este Movimiento Social son tan contundentes, que revertirlos será más dilatado aún.
El obradorismo es la palanca del cambio y es la herencia que deja el actual presidente.
Su presencia histórica seguirá pesando y definiendo el nuevo rostro del país.
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