♥️♣️♦️♠️Las cartas sobre la mesa ♣️♦️♠️♥️
por Laura Cevallos @cevalloslaura
Ya casi son las temporadas de las quemas de judas con las que, desde los tiempos de la conquista, los evangelizadores católicos invitaban a los indígenas a purgar los malos espíritus, a quemar a los falsos demonios que no permitían que la religión verdadera entrara en sus corazones y con eso, dar entrada al verdadero espíritu de las fiestas de la Semana Santa. Era la demostración de que el bien siempre debe estar por encima del mal.
Pasaron los siglos y se nos quedó la costumbre de quemar a los demonios en un acto ya no de evangelización, sino de divertimento y cambiamos la figura del diablo por la de políticos, artistas o personajes populares porque se rellenan de cohetes y pólvora, y se hacen explotar como una manera de demostrar que el pueblo está descontento con ese personaje y que se quiere olvidar la actuación del sujeto en cuestión.
No podemos creer que esto es una apología del delito, tal y como ahora sugieren las personas de piel delgada que se sienten profundamente ofendidas por la quema de una figura que representaba sí, a la Ministra Piña, pero sobre todo, lo que en realidad es a los ojos del pueblo, que en estos escasos 3 meses de labor, ha socavado hasta lo más profundo el deseo de justicia que nos estábamos forjando al ver cómo el estado mexicano estaba procesando a personajes de la política mexicana de otros sexenios, no como una venganza política que es el nuevo argumento por el que se quieren hacer pasar por inocentes, sino por sus evidentes demostraciones de traición a la patria y al puesto político que representaban: ya sea por desviación de presupuestos que irían a mejorar las condiciones de vida de personas de escasos recursos o en miseria; o al descongelar cuentas de los secuaces de García Luna, el criminal así determinado por el jurado en Estados Unidos, por delitos de narcotráfico probados más allá de toda duda razonable.
Aquí en México, el paraíso de la impunidad, no proviene como antes era, del cobijo que brindaba el Presidente a sus socios, amigos o cofrades. Esta nefasta deuda de justicia que se llama impunidad, es el resultado de la pésima gestión de justicia, que podemos entender como una cadena de malos manejos que provienen desde la pésima conformación de las carpetas de investigación en las fiscalías, la judicialización que parece no resultar adecuada en casi ningún caso y los innumerables amparos con que acceden a la protección de la justicia federal obtienen salvoconductos para seguir burlándose de los mexicanos.
Sin importar si es un hombre o una mujer, la quema de la figura es esa demostración de que el pueblo está harto de que sus autoridades se burlen de nosotros. En los tiempos de la guerra sucia, por supuesto que era impensable que se quemara un judas con la figura de Echeverría o de Díaz Ordaz, o de algunos de sus funcionarios. En los tiempos de López Portillo o de Miguel de la Madrid era la moda hacer chistes de sus actuaciones en la presidencia durante las pláticas de café y quizá una mentada de madre monumental cuando la inauguración del mundial de 1986.
Pero de 1988 para acá ha sido una constante el quemar, en las plazas públicas, las figuras de presidentes nefastos como Salinas de Gortari, Fox, Calderón y Peña. Una fiesta pirotécnica que a los que hoy se espantan les parecía intrascendente, por más que se tratara de figuras de los máximos mandatarios del país. Como en todo, antes de la llegada de la 4 t había que criticar con pinzas a los de arriba, y con todo el arsenal a quien representaba un verdadero peligro para el establishment del gobierno, o sea, el pueblo y algunas figuras en la oposición.
Sólo que de 2018 para acá, el equilibrio cambió y los que eran pagados para mantener una narrativa a favor del gobierno, hoy se sienten despojados del cobijo que su labor proporcionaba y se han convertido en los voceros del que les pague, sabiendo que el que suelta el billete es el señor x.
De entonces hacia acá, hay que criticar el que el Presidente habite en el pequeño departamento construido por otros presidentes dentro de Palacio Nacional; que tenga polvo en los zapatos, o que disfrute de una tarde viendo el fútbol o el béisbol; o que hable despacito, porque en términos de su labor como Presidente, a no ser las mentiras que son fácilmente demostradas incluso por el propio pueblo, hoy no tienen nada que reclamar.
Pero como bien sabemos, los ciudadanos ya no estamos esperando que nos vengan a contar lo que el opositor con dinero quiere que sepamos; hoy vamos a las fuentes y nos informamos de primera mano sobre lo que pasa en México y en el mundo. Sabemos que nuestro país está padeciendo las nefastas consecuencias de un régimen económico y político que es causa de empobrecimiento en prácticamente todo el mundo; de una violencia establecida como forma de gobierno por el espurio Calderón, una ineficacia en el sistema de justicia, y de la verdadera independencia de parte del poder judicial: independencia del pueblo.
Es que de verdad nadie se imagina que debemos volver a los tiempos en que el Presidente de la República levantaba el teléfono rojo para ordenar al Presidente de la Corte cómo debían llevarse los asuntos del poder judicial, pero tampoco es creíble que esa libertad les provea de la capacidad de torcer la ley para conceder “justicia” en contra del pueblo, que es quien realmente ve violados sus derechos humanos.
La quema del judas con la cara de la ministra, tal y como lo exigió Margarita Zavala y el impresentable Felipe, fue malamente considerado como una apología del delito por la propia Corte y el Consejo de la Judicatura, presididos por la ministra en cuestión. Parece una vacilada, porque hemos tenido varias manifestaciones que han deseado mal al presidente, cuando estuvo enfermo de covid y en otras ocasiones que ya hemos dicho, y sin embargo, en total respeto por la libertad de expresión, el presidente ha pedido que no se les reconvenga ni una coma, porque no debe censurarse a nadie.
El Presidente López Obrador y su esposa la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, emitieron sendos pronunciamientos en contra de la violencia y más cuando se trata de violencia política en razón de género. Es su papel. El de Beatriz, por solidaridad de género y porque como ella ha dicho, ha vivido en carne propia esa violencia, y no la desea para ninguna otra mujer; las palabras del Presidente, como respuesta a esa insistente exigencia de postura por parte de quienes envían a sus medios, para demostrar que el Presidente es culpable por la polarización, por la radicalización, por discursos de odio contra la ministra, cuando quienes lo hemos escuchado, nos hemos percatado que han sido descripciones del comportamiento de Norma Piña como la máxima funcionaria del poder judicial, y no como meras descalificaciones por el hecho de ser mujer.
Los opositores son burdos, ellos han utilizado el discurso de la violencia política en razón de género “asegún” les conviene. Hay empresarios que ofenden y denuestan, por ejemplo a nuestra senadora Citlalli Hernández; hay periodistas que siendo extranjeros, exigen la expulsión del español más mexicano, Abraham Mendieta. Hay mujeres en los partidos de oposición que desde su curul ofenden, humillan e insultan a los demás, y cuando reciben respuesta acuden para que sean protegidos sus derechos político-electorales.
La exigencia para la Ministra Piña, para la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Poder Judicial de la Federación, los poderes judiciales de los estados, la Fiscalía General de la República y sus homólogas en las entidades es sencilla: la justicia debe ser pronta, expedita y sin distingos o preferencias por quien ostente mejores cargos o roles en la sociedad y mucho menos por quienes tengan más dinero en la cartera. O sea, que dejen de hacerse tarugos, y permitan que la justicia se aplique sin darle vueltas a la ley para que siga triunfando como hasta ahora lo ha hecho, la asquerosa impunidad.
¿No quieren ver judas? No se porten como Judas con el pueblo de México.
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