La Recesión que llegó montada en el virus
Por Akire Lincho
Como lo señalé en varios artículos (*) desde agosto del 2019, todos los indicadores económicos relevantes apuntaban a que íbamos a tener una recesión mundial muy fuerte entre mediados y finales de este año, porque el mundo tiene que desgravar una deuda global insostenible que hoy ya alcanza los 4 cuatrillones de dólares (un 4 seguido de 15 ceros). Para que una desgravación de esta magnitud se pudiera dar era necesario que ocurriera un desastre de grandes proporciones a nivel global, como una guerra termonuclear o una pandemia del tipo de la que estamos viviendo hoy, la cual, coincidentemente, se dio en el momento esperado por los mercados y que, también casualmente, ha golpeado con mayor fuerza a países como Italia, España y Estados Unidos, donde hacía tiempo que la situación financiera de las instituciones públicas y privadas era muy comprometida a causa de sus niveles de endeudamiento.
En este texto subrayé el hecho de que la recesión iniciaría entre mediados y finales del 2020, y que pérdida de valor en los mercados iba a llegar a ser del orden del 70% en relación con el valor que registraban antes de comenzarse a ajustar. Desde el inicio de la pandemia los mercados han venido disminuyendo su valor; ya han perdido entre un 35 y un 40% y, entre septiembre de este año y marzo del que viene, seguramente ese valor se tendrá que continuar ajustando hasta que alcancen, más o menos, el 30% del valor que tenían cuando inició esta epidemia generalizada.
Indudablemente esta situación va a modificar en forma drástica el escenario económico y social del planeta, de tal manera, que es inútil tratar de predecir el entorno en que nos vamos a encontrar dentro de 6 meses. En este momento cualquier tipo de pronóstico que se realice tratando de visualizar las condiciones que se van a dar en el futuro no es más que una adivinanza sin fundamento porque todas las variables se encuentran alteradas. Prácticamente todos los activos han perdido valor: el petróleo, el oro, los bonos, las acciones, etc.; de hecho, el activo de protección inmediata seleccionada por los inversionistas ha sido el dólar, lo que explica, entre otras cosas, que otras monedas como el peso se encuentran subvaluadas en forma importante.
Sin embargo, sí podemos tener clara una cosa; el mundo tendrá que abandonar el sistema financista especulativo, cuya columna vertebral es la generación de deuda, para orientarse de una forma decidida hacia un sistema económico basado en la generación de empleos por medio de la producción de bienes y servicios.
En este escenario, la coyuntura marcada por esta epidemia, en el corto plazo y a causa de la disminución o aumento de la demanda, va a golpear duramente a algunas industrias y va a beneficiar en forma importante a otras. Me refiero a “industrias” como a toda la cadena de negocios relacionados con cada una de ellas, desde la producción hasta el comercio. Las industrias más afectadas negativamente en el corto plazo son del ramo turístico (hoteles, restaurantes, bares, centros de espectáculos y otros servicios relacionados con ella), la del transporte aéreo y marítimo, la industria automotriz, la de la construcción y bienes raíces; otra que va a ser seriamente afectada en algunas de sus ramas es la de manufactura, sobre todo en la fabricación de insumos que no sean considerados como indispensables en el corto plazo. Hay otras industrias que van a resentir la disminución de la demanda en forma importante, aunque no tan drásticamente como las anteriores, como industria financiera, la de educación y la de generación de petróleo y gas. Por otro lado, las industrias más beneficiadas en la coyuntura serán la industria agropecuaria, el comercio por internet, la de telefonía y telecomunicaciones en general, la de productos de cuidado personal, la industria procesadora y comercializadora de alimentos, y la industria de insumos médicos y medicamentos.
En este contexto México, como todos los países, se encuentra en una posición difícil; no solamente está siendo afectada la economía por la necesidad de disminuir dramáticamente la actividad económica, sino que su principal socio comercial que son los Estados Unidos, está siendo muy seriamente golpeado por esta pandemia y le va a tomar tiempo recuperarse; solamente hay que darnos cuenta que en la Unión Americana se han perdido más de 10 millones de empleos en 2 semanas y se espera, por ejemplo, que el 30% de los créditos hipotecarios caiga en situación de cartera vencida como consecuencia de esta crisis.
El gobierno mexicano ha anunciado medidas relevantes para impulsar la reactivación económica una vez que termine la emergencia epidémica, que consisten entre otras cosas, en destinar fondos federales por 500 mil millones de pesos al esquema de recuperación dentro de los próximos 9 meses. Se apoyarán los programas sociales para beneficiar a 22 millones de personas y sus familias, se crearán 2 millones de empleos nuevos y se otorgarán 2.1 millones de créditos para viviendas y pequeñas empresas. Adicionalmente se anunció la profundización de medidas de austeridad para el gobierno, la garantía de que no se impondrán nuevos impuestos y los que existen no se van a incrementar, la agilización de trámites para que la devolución del IVA a las empresas se haga en forma expedita y, entre otras acciones, el precio de los combustibles se mantendrá bajo y ligado a los precios internacionales del petróleo. El desarrollo de las grandes obras de infraestructura no se detiene y continúa de acuerdo con lo planeado y se reforzarán las finanzas de PEMEX con 65 mil millones adicionales derivados de la disminución de las cantidades que la empresa actualmente transfiere al gobierno.
Si todo esto será suficiente o no, lo veremos en el futuro cercano, y si no lo fuera el gobierno deberá profundizar algunas de las medidas que ya anunció. Lo que sí está muy claro es que la estrategia de reactivación económica es diametralmente opuesta a las que se aplicaban en el escenario neoliberal. Hay que recordar que en los dos sexenios anteriores, los gobiernos de Calderón y Peña Nieto utilizaron los programas sociales para desviar el dinero en beneficio de funcionarios corruptos y destinaron 400 mil millones de pesos a condonaciones de impuestos para 170 empresas; casi la misma cantidad que está destinando el gobierno actual a impulsar a recuperación económica desde sus bases de consumo y empleo, además de mantener su inversión en los proyectos de desarrollo de infraestructura y de detonar la actividad de la industria de la construcción a partir de su programa de vivienda.
Si bien es cierto que una reforma fiscal sería muy útil para reforzar la recuperación de la economía, no debería tratarse de una reforma como la que algunos proponen, que implique disminución de impuestos o canonjías especiales para un grupito de empresas grandes, sino una que dispare el consumo general y favorezca el aumento en el número de contribuyentes. Una reforma de este tipo tendría que ser cuidadosamente calculada por los técnicos del gobierno, para, por ejemplo, permitir que se incremente la deducción de impuestos sobre todos los bienes y servicios que se facturen, hasta llegar a que se pueda deducir el 100% de los que se pague contra factura; esto favorecería en forma importante dos cosas: Primero, el consumidor y las empresas optarían por gastar más en negocios formales, porque lo pueden deducir; Segundo, los negocios informales se verían muy beneficiados formalizándose, porque de esta forma venderían más. Adicionalmente, una medida de este tipo podría ir acompañada de disposiciones que terminen con la doble tributación que implica el pago del ISR por parte de las empresas y después por parte también de los accionistas. Pero como dije antes, es necesario que los técnicos de Hacienda lleven a cabo un análisis cuidadoso de flujos estimados a fin de que estas u otras medidas similares se puedan implementar gradualmente sin que impliquen un perjuicio relevante para el presupuesto federal.
De acuerdo con lo anunciado y con la experiencia de China en esta pandemia, se está estimando que los países más afectados comiencen a levantar las medidas de restricción sanitaria entre el 11 de abril y el 23 de mayo:
US entre 30 de abril y 22 de mayo
Italia entre 12 de abril y el 7 de mayo
UK entre 12 de abril y 23 de mayo
España entre 11 de abril y 18 de mayo
Francia entre 15 de abril y 18 de mayo
Alemania entre 19 de abril y 22 de mayo
Dada la temporalidad en la que comenzaron los contagios en México podríamos esperar que esto sucediera entre el 30 de abril y el 30 de mayo pero esto, como se ha reiterado es una decisión de los especialistas que están a cargo de la emergencia.
En este momento, lo más importante es lograr la supervivencia, así como la conservación de la salud física y mental durante este período de emergencia sanitaria. La enorme cantidad de personas que viven al día tendrán que seguir saliendo para trabajar y, por el bien de todos, deben hacerlo cuidando la sana distancia y observando las medidas de precaución que nos han dictado las autoridades sanitarias; por otro lado, todos los que podamos trabajar a distancia debemos quedarnos en casa y desde ahí, seguir haciendo nuestro mejor esfuerzo para aguantar esta crisis temporal. Hoy es momento de reconvertir nuestra forma de comercializar para hacerlo a distancia; de vender servicios y productos para ser consumidos en el futuro, como lo están haciendo las líneas aéreas por ejemplo, y de entender que esta pandemia va a transformar, no solamente el entorno financiero internacional y nacional, sino nuestra forma de ver y de hacer las cosas en los negocios, en el trabajo y en nuestras vidas personales.