Se dicen muchas cosas sobre la nueva variedad de coronavirus.
Desde la sospecha de que se trata de un ataque bacteriológico por parte de Estados Unidos hacia sus rivales económicos y políticos, hasta que significa una plaga destructiva que pone en riesgo la existencia humana. Hay muchas historias urbanas al respecto.
Los efectos reales de este coronavirus en realidad han sido pobres. Las muertes causadas por el mal, son poco significativas, ya que como han manifestado las autoridades sanitarias en México y el mundo, el 95% de los casos que se tratan, no son mortales. Se curan.
Mueren en el planeta más personas afectadas por cualquier tipo de infuenza y no damos mayor importancia al asunto.
El nuevo coronavirus no representa una amenaza mayor para cualquier país y las medidas sanitarias que deben observarse, tampoco implican gastos particularmente onerosos, ni instalaciones especiales, con un número de camas disponibles considerable. Se trata de una enfermedad de peligrosidad muy limitada.
El coronavirus es parte del proceso evolutivo en el planeta.
Especies nacen y mueren de continuo, pero nosotros, los seres humanos, solo nos ocupamos de la existencia, preservación o combate de unas cuantas.
Si se trata de animales con los que podemos tener contacto personal o visual, los apreciamos y defendemos. Si son especies microscópicas que afectan la vida humana, los atacamos y extinguimos, de ser posible.
El coronavirus no es por sí mismo una amenaza real para la vida humana. Su efecto en la salud es idéntico al de otras afectaciones de las vías respiratorias. Requiere atención médica primaria en la mayoría de los casos y solo los grupos vulnerables, con otros problemas de salud que puede complicar la enfermedad, ameritan atención especial.
Esa es la realidad del coronavirus a nivel mundial.
¿Por qué entonces el miedo a que la enfermedad llegue a cualquier otro país?
Por las consecuencias que genera en otros órdenes de la vida, que nada tienen que ver con la salud.
La sospecha de que el nuevo virus fue sembrado en China por el gobierno norteamericano, tiene que ver con la guerra económica que libran actualmente ambas naciones. De China, la enfermedad pasa a Corea, que es otro de los enemigos políticos de Norteamérica y de ahí a Irán, país que hace poco atacó objetivos militares americanos.
El mayor daño económico causado por el coronavirus hasta la fecha, lo registran la economía y finanzas de estas tres naciones.
No se han encontrado hasta el momento, elementos que puedan dar sustento a esta sospecha de guerra bacteriológica, pero para muchos, es significativo que este nuevo brote se presente en naciones que tienen serios problemas con el imperio norteamericano.
¿Cuál es elemento que logra que una enfermedad, en sí misma poco importante, pueda desencadenar desajustes políticos y económicos tan importantes?
Ese elemento se llama “miedo”. Y en este caso, se trata del natural miedo a la muerte.
Si el coronavirus se desarrolló naturalmente, como lo han hecho infinidad de enfermedades, o si es una creación del hombre, al diseñarlo en sus laboratorios, es ahora irrelevante.
Lo que en verdad importa, es la forma en que los medios de comunicación en el mundo, están manejando la enfermedad para conseguir beneficios particulares, usando al coronavirus como instrumento para sus fines.
Es apreciable para todos, que la gravedad de la enfermedad se ha exagerado premeditadamente. Esto ha afectado a las bolsas financieras en el mundo. El mercado financiero ha tomado un ritmo irregular, donde se están beneficiando determinadas firmas inversoras, mientras pierden capitales otras, que se han visto afectadas.
Pierden los sectores financieros de los países donde el coronavirus ha hecho presencia. El miedo a la muerte por contagio es una amenaza en esas naciones, de acuerdo a lo que informan los medios mundiales. Las acciones en el mercado pierden valor y la economía se ve afectada. Las inversiones se detienen.
La campaña para alarmar a las sociedades del mundo, es artificial cien por ciento. Se trata de sacar provecho financiero de una enfermedad menor, a la que se califica mentirosamente de peligrosa y altamente mortal.
El miedo ha hecho presa de la gente a lo largo y ancho del planeta, al suponer que este coronavirus, representa un peligro similar al que en su momento tuvieron el SIDA y otros males de salud contemporáneos.
Es un miedo provocado. La desinformación y el amarillismo son los arietes con los que se impone una mentira como realidad.
Aquí en México, podemos apreciar que la clase conservadora, anhelosa de encontrar un punto vulnerable que pueda restar apoyo y fortaleza al gobierno de la Cuarta Transformación, dedica a diario páginas, espacios noticiosos y recursos, a la exageración de las consecuencias que tendrá este coronavirus al llegar a nuestro país.
Alarman a una sociedad que sobre temas de salud conoce poco, para pintarles escenarios donde la muerte inminente se aproxima.
Señalan que serán necesarias miles de camas para atender a los pacientes de contraigan la enfermedad, cuando el aislamiento a los enfermos en sus casas o en centros hospitalarios, es todo lo que se requiere. Los cuidados médicos son idénticos a los usados en casos de influenza. No ameritan tratamiento especial.
El miedo a la muerte (que a final de cuentas nos alcanzará a todos), es el “petate del muerto” con que los medios de comunicación conservadores, atacan al gobierno de la Cuarta Transformación.
Dicen que en el país pueden morir millones, cuando en China, con una población mucho mayor a la nuestra, solo han fallecido poco más de dos mil personas hasta ahora y estas muertes están relacionadas con padecimientos respiratorios anteriores, obesidad, diabetes y edad, que agravaron el precario estado de salud de los pacientes.
La comentocracia en México, desinforma premeditadamente. Quieren crear un clima de inestabilidad social. Quieren que la solides de la moneda se pierda. Quieren que las inversiones se vayan. Que la economía se colapse. Que la gente con miedo, proteste.
Esa es la finalidad de la campaña que exagera los efectos reales del coronavirus.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Lo recomendable es escuchar la voz de los expertos. Todos los martes están presentes en la conferencia mañanera en Palacio Nacional, los representantes del sector Salud.
Todos los días, a las nueve de la noche, van a dar un reporte técnico, sobre el estado que guarda el coronavirus en el mundo y en el país.
La otra opción es informarse en fuentes confiables, como hay muchas en las benditas redes sociales.
El actual coronavirus no representa una amenaza grave para la salud. Es diez veces menos dañino que la influenza que vivimos cada temporada de frío.
No dejemos que nos espanten los habituales difusores de mentiras.
Escuchemos a los expertos y decidamos, con información confiable, los pasos que debemos dar, para la protección de nuestra salud y la de aquellos que son parte de nuestra vida.
El daño real en este momento, viene de los medios de información conservadores. No del coronavirus.
Malthus Gamba