Por Miguel Angel Lizama
@Migueliz8
Cuando salí de Mérida para formarme en el DF, mi mamá, mi hermano menor y yo (en avanzada de toda la familia) abordamos el Ferrocarril del Sureste que entonces llegaba hasta Coatzacoalcos, y de ahí en camión ADO hasta la capital.
Ya había una carretera casi paralela al ferrocarril, algo deteriorada y con muchas interrupciones para salvar los pasos de agua, lo que requería el uso de pangas, con las consiguientes esperas. El tren evitaba eso, además de ser más económico hasta en su sección Pullman, con asientos mullidos, acojinados, no con las bancas de madera de la sección más barata. Para librarnos del calor, mi hermano y yo nos apostábamos en el paso entre vagones y disfrutábamos la brisa y el paisaje verde de la selva por donde corría el tren. Desde entonces ya estaba partida la selva para el tendido férreo y los indígenas mayas seguían con su vida diaria y los problemas ancestrales de pobreza y marginación, sin redentores embozados ni líderes reclamando el no ser consultados para obras de mejoría de la población.
Sólo el trac-trac de las ruedas corriendo sobre los durmientes rompían la quietud selvática y sonoridad, con su frescor que aliviaban los inevitables goterones de sudor.
A más de 60 años de distancia, por fin un gobierno federal se decide atender al Sureste con una magna obra pública que abrirá un nuevo polo turístico para impulsar el bienestar de los habitantes peninsulares, no sólo para el lucro de inversionistas de otras regiones, aunque sí se les permitirá, pero no a costa de la marginación y penuria de la población general, como sucedió en Cancún, Vallarta y otros desarrollos de Fonatur que enriquecieron a pocos y depauperaron a muchos.
Sin embargo y con el fin de conservar la brecha de injusticias entre riqueza y pobreza que fue norma general en el México de los 36 años del periodo neoliberal, grupos de empresarios, políticos, medios de propaganda, líderes indigenistas, sub-comandantes rebeldes y ecologistas antes silenciosos, hoy se alzan como Fuenteovejuna (todos a una) en franca oposición a los planes de desarrollo impulsados por el Presidente ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR.
En toda esta “oposición” pretende un nuevo alzamiento el llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que del nombre no conserva más que el recuerdo. No le interesa el beneficio para la región ni el bienestar de sus pobladores, sino sólo obstaculizar y degradar al Presidente, alegando falta de consulta a las poblaciones indígenas y atentados a la ecología y a las reservas de la biosfera. Soslaya todos los atentados ecológicos habidos por cuenta de la tecnocracia: Al Nevado de Toluca, a los manglares de Yucatán y Quintana Roo, a los arrecifes de coral, a los santuarios de aves en el Vaso de Texcoco, a las aguas de Sonora contaminadas con desechos mineros, y otras agresiones a la vida y bienestar de los ciudadanos. Todo esto se soslaya, desmerece o se insignifica ante la “ofensa imperdonable” del Presidente López Obrador de utilizar obras anteriores para modernizarlas, ampliarlas y generar BIENESTAR COMÚN, no sólo lucro particular.
A toda costa quieren alegar ante la mayoría de mexicanos, que fue un ERROR MONUMENTAL elegir a AMLO y su Cuarta Transformación, en vez de continuar el saqueo y corrupción que tenía al país con los aplausos y mejores notas de las calificadoras de inversiones y organismos financieros internacionales, además de generar el mayor número de multimillonarios, como evidencia de la Prosperidad Nacional creada por la Tecnocracia Neoliberal y Neoporfirista.
Si los “zapatistas” de verdad enarbolaran la ideología del Plan de Ayala proclamado por Emiliano Zapata (y que preparó el profesor Otilio Montaño), aceptarían y acompañarían los intentos de AMLO para revertir la contrarrevolución agraria neoliberal, a la que el EZLN parece apoyar con su indolencia desde el 2000 y sus discursos y ataques recientes. En 25 años sus únicos ataques y despliegues discursivos han sido contra Andrés Manuel López Obrador, apoyando la usurpación y depredación de toda la Nación, haciéndole segunda a las “manifestaciones espontáneas” de Antorcha Campesina y otras organizaciones pseudo campesinas que reclaman “las ayudas” que el PRIAN les daba para tenerlos callado y sumisos.
No obstante la conjunción de fuerzas e intereses depredadores encubiertos con un hipócrita disfraz “proteccionista de la democracia y ecología amenazada por AMLO”, EL TREN MAYA SERÁ UNA MAGNÍFICA REALIDAD para el BIENESTAR de la gente y su entorno del Sureste, por tanto tiempo olvidado por el “progresismo” neoliberal. Y si no, que mal rayo me parta en cachitos humeantes.