21 Dic 2024

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El proceso legislativo y el karma de la derecha
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El proceso legislativo y el karma de la derecha

Textos y Contextos

Por: Miguel Alejandro Rivera.
@MiguelAleRivera

Ya ha pasado más de una semana y el proceso legislativo con el que concluyó el periodo de sesiones en el Senado sigue dando de qué hablar. Aún los diarios y los columnistas, asidos a la derecha, insisten en el llamado fast track aplicado en las modificaciones a los sistemas del Conacyt, el Insabi y demás.
La queja estriba en que Morena y sus aliados, el PES, el Partido Verde y el PT utilizaron su mayoría legislativa para sesionar sin el co trapeo de la derecha que, literalmente, en calcetines, chacoteaba en una toma de tribuna de la actual sede del Senado, pues los oficialistas sesionaron en la Casona de Xicoténcatl, viejo albergue de la cámara Alta.

Los opinadores insisten: nunca, jamás habían visto lo que sucedió, las cinco horas se aprobaron propuestas del Ejecutivo que no le gustan a la oposición, mientras esta mantiene una toma de tribuna. Habría que decirles a todos esos columnistas y comentadores de noticias que quizás las gafas de su postura política les empañaron la vista las últimas décadas.

Sólo un ejemplo para comenzar: en 1995, el entonces diputado federal y coordinador de la bancada del Partido Revolucionario Institucional, Humberto Roque Villanueva se inmortalizó al celebrar moviendo las caderas como un degenerado el aumento del 10 al 15 por ciento al Impuesto al Valor Agregado (IVA), una propuesta de Ernesto Zedillo, la que, por cierto, se aprobó en fast track.

En esos años, el PRI llevaba toda su existencia dominando el escenario legislativo, hasta que en 1997, por decisiones como esa, que destrozaban la estabilidad de la población, perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y se la entregó al Partido Acción Nacional, cuyos miembros demostraron ser igual de neoliberales con, por ejemplo, el Fobaproa.
De ahí PRI, PAN y algunos partidos qué los orbitaban fueron una aplanadora que jamás dio debate, nunca aceptó reformas de la izquierda, humilló a los miembros del legislativo que no eran de sus bancadas y destrozó el bienestar social con sus iniciativas.

La reforma Laboral de Felipe Calderón que aprobó el ousourcing y con ello pasó por encima de los derechos laborales en México; las reformas de Enrique Peña Nieto, la Energética, por la que ahora existe una fuga de capitales enorme por las presas privadas y extranjeras que entraron al mercado del petróleo y las gasolinas, disminuyendo a Pemex, que por décadas ha mantenido las finanzas de instituciones estatales de bienestar social; la reforma Educativa, que presentaba gran inestabilidad laboral para el magisterio, y así once estrategias primordiales que fortalecieron al capital privado y a las élites mexicanas.

Lo recuerdo perfectamente porque estuve en la Cámara de Diputados en varias de las aprobaciones de esas reformas, y siempre era lo mismo: la toma de tribuna de la izquierda, los gritos, las pancartas, el llamado de atención a los periódicos y a los medios para salir en las portadas con las quejas pertinentes; luego la derecha buscando estrategias para “discutir” y pasar sus iniciativas.

La madrugada del 13 de diciembre de 2013, los diputados de la izquierda tomaron la tribuna y se encerraron en el Pleno hasta con cadenas en las puertas y barricadas de curules para evitar la votación; el oficialismo simplemente cruzó el patio de San Lázaro y en un auditorio realizaron la aprobación.
En aquel momento se burlaron, se rieron, chacoteaban en una votación a micrófono abierto porque el auditorio en cuestión no tenía mecanismo digital para el posicionamiento. A risa y risa, no discutieron ni una de las cientos de reservas qué propuso la, en ese entonces, oposición.

Así era siempre: un desfile de propuestas y posturas que no eran escuchadas durante la madrugada y al final todo se quedaba igual, como lo quería la derecha, como lo quería el presidente. Hoy se rasgan las vestiduras, no por el fast track, ni por las propuestas del Ejecutivo o de la izquierda, la derecha se desespera porque no están en el poder, porque, como ellos lo hicieron durante décadas, nadie los escucha ni los valida como legisladores.

Lo que hay que analizar entonces son las reformas que se están realizando. Por supuesto que, en el ideal, las fuerzas políticas deben mantener un debate enriquecedor e inteligente en el Legislativo que promueva la colaboración de todas las posturas ideológicas; sin embargo, la derecha no promovió un escenario político así, por lo que ahora si contraparte equilibra con cambios unilaterales todo lo que ellos hicieron en su periodo elitista de gobierno.

Mientras nuestro sistema político madura aún más, la clave será medir a través de la continuidad. El PRI utilizó su mayoría legislativa sin contrapesos y perdió la presidencia en el 2000, lo mismo hizo el PAN y sólo gobernó 12 años; el PRIAN se ejerció con Peña Nieto, aprobando sus famosas 11 reformas estructurales, y aquí estamos, con Morena en la presidencia, a punto de ganar la importante gubernatura del Edomex para seguir expandiendo su influencia en la República y de cara a la continuidad en 2024.

Si la mayoría en las urnas sigue votando por Morena, su mayoría legislativa tiene la legitimidad que no tenían, por ejemplo, los diputados y senadores del Pacto por México, pues se le engañó a la gente con partidos qué viraron, como el PRD, que se creían de izquierda y se añadieron a la derecha. Se insiste, cuando la derecha de verdad busque el bienestar social y no los beneficios de un sector aislado, el debate lítico y legislativo es necesario, ojalá se evolucione en muchos sentidos, sin embargo, los personajes que hoy se quejan son los menos indicados para hacerlo, sólo están recibiendo un poco de karma.

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