El Cuarto Poder está en ruinas y no es culpa de AMLO
No gusta a los periodistas escuchar verdades en tiempos de la Cuarta Transformación.
“Estábamos mejor bajo el cobijo neoliberal, donde se guardaban las formas”.
Y es que durante el neoliberalismo, se mantenía a la prensa nacional en un lugar de privilegio. Se le consideraba el “Cuarto Poder”. El dinero del gobierno llegaba a los medios de información y los halagos en ambos sentidos, no faltaban.
Desde ayer por la tarde, “el medio” periodístico cerró filas y respondió con fuerza (la poca fuerza que aún le queda) a los señalamientos que formuló el presidente López Obrador, relativos a la falta de honestidad en buena parte de los periodistas mexicanos.
Habló incluso de medios como El Universal y el Reforma, que trabajan con una línea editorial (si así se le puede llamar), basada en la calumnia y la mentira.
López Obrador señala que en esos diario, no encuentra el lector una sola nota de reconocimiento al trabajo que realiza el gobierno. Todo es descalificación.
Y para poder descalificar al cien por ciento, es necesario mentir, ocultar, disfrazar o adulterar la verdad y la realidad nacional.
El presidente dijo en su conferencia mañanera, que en la actualidad hay muy pocos periodistas honrados, que trabajen con honestidad, sin que su conducta profesional se defina en las oficinas de la empresa en que prestan sus servicios.
En esos despachos se les paga y se les “tira línea” sobre los temas y formas en que deben escribir. Todos asumen con “profesionalismo” las instrucciones.
Es por eso que los lectores de diferentes medios de información, se encuentran con frecuencia que una noticia que firmó un periodista de cualquier medio, aparece reproducida en otro, de manera casi idéntica, pero con una firma diferente. Los medios de comunicación que domina en buena parte la derecha empresarial mexicana, no solo tiran línea. Mandan en ocasiones la noticia que debe ser firmada por quienes asumen su autoría.
La sociedad mexicana aprendió en los últimos años a desconfiar de la información que corre por los medios convencionales.
No es que el presidente López Obrador descubra el hilo negro. Los ciudadanos, que no somos menores de edad, entendimos que prensa y gobierno fueron en el pasado cómplices y encubridores mutuos.
Sabemos que esos vicios se mantienen en el presente y que muchos periodistas únicamente cambiaron de amo. Siguen siendo serviles, deshonestos y corruptos.
Pero a la prensa mexicana, acostumbrada a los beneficios de todo tipo (sobre todo económicos), le molesta mucho que se le diga su precio.
La crítica la hacen ellos, generalmente bajo pago adelantado. No tienen por costumbre aceptar las observaciones que sobre su conducta se hagan.
Menos aún cuando se trata del presidente del país.
Por eso, desde ayer asistimos a una lluvia de notas y mensajes de dolor, difundidas una prensa que se sintió agraviada, por los dichos del presidente.
Hoy se habla en esos medios, por boca y pluma de los periodistas que se pusieron el saco, de un ataque a la libertad de expresión.
Se dice en muchas columnas periodísticas que lo que el presidente persigue, son halagos. Quien no habla bien del primer mandatario y su gobierno es desacreditado en público.
Como ya dijimos, López Obrador señaló, no solo ayer, sino desde mucho antes, que la prensa debe ser equilibrada y esto se consigue únicamente, hablando con la verdad. Señalar lo malo, pero también hablar de lo bueno.
Un medio o un periodista que diariamente nos dice que “todo va mal”, está trabajando bajo consigna y persigue un fin particular. Su visión nada tiene que ver con la realidad.
A este tipo de periodistas que en el pasado aplaudieron los evidentes errores del neoliberalismo, que condujeron al país al caos en que vivimos actualmente y que exageraron los pequeños triunfos de la clase gobernante, para hacerlos aparecer como grandes logros, es a quienes se refería el presidente.
Son los mismos periodistas que hoy trabajan para los grupos de poder económico, que apuestan por el fracaso del gobierno de la Cuarta Transformación. Son los que ponen sus plumas en renta, para crear incertidumbre y malestar social, en base a las calumnias y mentiras que escriben.
El Universal, como medio señalado por el presidente López Obrador, manda hoy a uno de sus hijos pródigos a defender las virtudes de la prensa que usa la mentira y la calumnia como herramientas de trabajo.
Salvador García Soto, se lanza con todo en contra del presidente.
Le dice que la función del periodista es criticar al poder. Pero omite decir que él y muchos como él, son valientes cuando se trata de enfrentar al poder político, pero bastante cuidadosos (por no llamarlos de otro modo), cuando se trata de evidenciar los manejos turbios del poder económico. Nunca se han atrevido a señalar las faltas que cometen los dueños del dinero.
García Soto resalta que los anteriores presidentes neoliberales, no “lloraban a diario”, por lo que dijera o dejara de decir la prensa nacional.
Aquí omite señalar que la mayor parte de los medios importantes (incluido El Universal), recibían dinero público para hablar bien del gobierno. ¿Cómo se iban a quejar?
Salvador García Soto, por instrucciones superiores, concluye que la conducta del presidente con relación a la prensa, es propia de “dictadores”. Le anuncia que él seguirá escribiendo como lo ha hecho por años y que la libertad de expresión es un derecho constitucional.
Lo que no dice Salvador García Soto, es que el medio en el que trabaja, al igual que Reforma y otros, practican un periodismo que da asco.
Y esto no tiene que ver con la posición del presidente. Es la percepción social sobre ambos medios desinformativos.
Hay una guerra sucia real, no imaginada, que tiene como fin el fracaso del gobierno de López Obrador.
El Universal y los periodistas que laboran ahí, llorones hoy al estilo de Irving Pineda, pretenden que les creamos que en México no existe este intento desestabilizador, por parte de los grupos conservadores.
Quieren que los veamos como profesionales que practican un periodismo serio y no como los generadores de la basura periodística que nos presentan a diario.
Todo lo que nace del actual gobierno, es malo. Mientras que todo lo propuesto por los grupos neoliberales que intentan recuperar el poder, es bueno. “Estábamos mejor con los neoliberales”, es la consigna.
“El camino que sigue la Cuarta Transformación nos conduce al caos”. “Hay que cambiar el rumbo, intentando un regreso al modelo neoliberal”. Y esto repetido a coro por todos los periodistas de esos medios.
Lo que señala el presidente, es lo que advertimos buena parte de los mexicanos. La vieja prensa en el país, en su mayoría sigue siendo corrupta. Hoy cobra en diferente ventanilla, pero se sigue vendiendo.
A Salvador García Soto y demás representantes del descalabrado “Cuarto Poder” les molesta que el presidente exponga esa verdad. Preferirían que se ocultara tal y como se hizo en el pasado.
Exigen que no se atente contra de su respetabilidad, aún cuando ellos mismos la hayan ido tirando a lo largo del camino.
Salvador García Soto debería ser menos llorón, menos servil a la dirección de El Universal y un poco más profesional.
El presidente no los insulta, ni los limita. Prueba de ello es la nota que escribe hoy con plena libertad.
Acepten que el periodismo en el país tiene muchas fallas. Corrijan el rumbo, en lugar de lamentarse y llorar.
Son tiempos de cambio y la prensa conservadora debe entender que, o cambia, o termina de hundirse.
Es evidente que la sociedad de hoy, se informa en otra parte, porque le perdió la confianza desde hace un buen tiempo, a este periodismo.
Los considera corrupto.
Malthus Gamba