El antídoto contra el neofascismo
El neoliberalismo ha detentado el reinado supremo como filosofía económica durante casi medio siglo. Pero las políticas neoliberales han causado estragos en el mundo al revertir las ganancias que se habían logrado con el capitalismo después del final de la Segunda Guerra Mundial. El neoliberalismo da resultados a los ricos y a las enormes corporaciones, pero sus fracasos van más allá de lo económico, se extienden hacia lo político como un proceso de colapso social con la participación de fuerzas amenazantes que prometen el regreso de glorias pasadas. Esto es el impulso básico de los movimientos y partidos neofascistas en el mundo actual, el neoliberalismo ha creado las condiciones para que resurja el extremismo de extrema derecha.
Una consecuencia derivada del “neoliberalismo real existente” es la rápida financiarización de la economía, que permitió que operaciones fraudulentas para obtener ganancias inmediatas carecieran de riesgo. Dichos riesgos desaparecen porque el Estado poderoso interviene radicalmente en el mercado para ofrecer extrema protección a los acuerdos comerciales y hace lo mismo al rescatar a los amos cuando algo les sale mal. El resultado, comenzando por Reagan, es lo que los economistas Robert Pollin y Gerald Epstein llamaron “la economía bajo fianza”, que permite a la guerra de clases neoliberal, proceder sin riesgo de un fracaso ante los castigos de los mercados.
Hoy una proporción relevante de la sociedad está confundida por ignorancia; algunos piensan en el comunismo como una forma de gobierno en China o en Rusia, cuando esta teoría en realidad nunca pudo ser aplicada. Otros piensan en el socialismo como un término que se utiliza para referirnos a la propiedad social de los medios de producción, con el control del trabajador sobre los emprendimientos. El “socialismo actual y existente” no tiene virtualmente nada que se parezca a esos ideales. El uso occidental que se da al término “socialismo” se ha convertido en algo así como asistencia social dentro de un Estado capitalista, que cubre una gama de opciones.
El problema con esta concepción tergiversada de conceptos, originada en la perorata neoliberal, es que sientan las bases para que surjan iniciativas neofascistas prometiendo regresar todo al orden natural de las cosas, sin que sepamos a ciencia cierta a qué se refieren, salvo por su orientación dogmática y represora, que ahorra cualquier argumento lógico en aras de la destrucción automática de quienes no piensan como ellos.
Se ha vuelto evidente que las políticas neoliberales sociales y económicas, son un caldo de cultivo para la radicalización de extrema derecha y el resurgimiento del autoritarismo político. Según Noam Chomsky, la lección severa y clara, es que tenemos que ayudar a revitalizar a los movimientos populares que buscan escapar del caos de la lógica capitalista, movimientos que brillan con una radiante claridad, al tiempo que la guerra neoliberal contra ellos alcanza sus últimos estadíos tragicómicos. Ese es el brillante y esperanzador lado que surge del orden social emergente.
Esto es algo que estamos logrando en México, donde a pesar del ruido ambiental generado por la enorme cantidad de medios de propaganda, la realidad va rescatando los valores sociales y la dignidad de las personas, sin importar su raza, su situación socioeconómica, su religión, sus preferencias sexuales o su forma de pensar.
Es algo que forma parte de la esencia de la transformación que no está a la vista para quienes se empeñan en poner atención en lo superfluo. Es permitir que todo eso que estaba ligeramente por debajo de la superficie aparentemente podrida, salga a flote y nos proteja contra este nuevo derivado de las teorías socioeconómicas que está por convertir al neoliberalismo en neofascismo en una buena parte del mundo.
Como dijo la cantante y activista argentina Mercedes Sosa: “La cultura es lo único que puede salvar a un pueblo, lo único, porque la cultura permite ver la miseria y combatirla. La cultura permite distinguir lo que hay que cambiar y lo que se debe dejar, como la bondad de la gente”.