Por: Melvin Cantarell Gamboa
A mi hija Ruth Noemí Cantarell M
Las clases sociales se definen en una formación social por el lugar que ocupan en relación con los medios de producción; de esta manera el sistema capitalista generó dos clases: burgueses y proletarios quienes mantienen una relación de oposición, contradicción, conflicto y lucha a nivel de la estructura económica y que dan lugar a un amplio campo social que Carlos Marx denominó superestructura: instituciones, derecho, leyes, los aparatos de estado y los sujetos que los operan; estos agentes sociales son los encargados de legitimar jurídica y políticamente la relación desigual entre esas clases en favor de los dominadores: abogados, contadores, intelectuales, funcionarios, propietarios, profesionistas, maestros y un largo etc., cuya tarea consiste en levantar un barrera que proteja y mantenga sin cambios las relaciones de explotación, subordinación que hacen posible la permanencia del sistema y mantenga a salvo los intereses de los poderosos.
En este contexto hay que diferenciar tres tipos de conciencia: la de la burguesía (clase capitalista), la del proletariado (clase productiva) y la de los agentes sociales o “clase media” cuya definición no puede reducirse al concepto, sino al papel que juegan en el proceso económico de producción que le otorga sustancia y existencia concreta. Pertenecen a esta categoría, para precisar: pequeños industriales, comerciantes, quienes poseen un capital cultural como intelectuales, profesionistas científicos, empleados bien remunerados y otros.
Fue Alexander Tocqueville en su libro “La democracia en América” quien popularizó el concepto. Tocqueville, sin ir al fondo del asunto, sostuvo la tesis de que la democracia electoral (cuando el pueblo en forma episódica delega su poder en una persona para que gobierne y tome decisiones en nombre de todos), depende de la existencia de una fuerte clase con ingresos medios que con su participación legitime los comicios.
En Estados Unidos la clase media debe su existencia a una ingeniosa y colosal trampa política. Empezó a forjarse en 1676 con la rebelión de Bacon contra el colonialismo inglés y tomó carta de naturalización con las primeras presidencias después de la independencia de Norteamérica, en el primer tercio del Siglo XVIII. Ese período fue abundante en huelgas, revueltas, levantamientos y movimientos revolucionarios que terminaban siempre en represiones sangrientas y mayor opresión para los protagonistas: obreros, trabajadores, empleados, mujeres trabajadoras, criados blancos, negros e indios. Ricos terratenientes, esclavistas, financieros, industriales, empresarios y otros que gozaban de cuantiosas riquezas decidieron aislar a los rebeldes insumisos con la creación de un sector de pequeños arrendatarios y colonos blancos; les otorgaron beneficios materiales y dinero (con la artimaña de la libertad y la igualdad) y de esta manera compraron su lealtad para desactivar los movimientos revolucionarios. (Howard Zinn. La otra historia de los Estados Unidos. Rofowich. 1980)*
Hablar de clase media es una ficción, el concepto es un recurso teórico para usos políticos en la sociedad moderna; en el capitalismo solo existen el yo burgués y el yo proletario. El yo es la conciencia de sí mismo e incluye una praxis y una vida consciente de nuestro presente y nuestro futuro. Fuera de esto, la consciencia de los no burgueses y los no proletarios sería opcional, es decir, optarían por un yo burgués o un yo proletario.
La consciencia de la burguesía se forjó en el afán de ser mejor que la corrupta nobleza y al mismo tiempo, colocarse por encima de la inculta plebe proletaria. Dirigida por sus sentimientos los burgueses desarrollaron una moral, enaltecieron el trabajo, el progreso, el orgullo de ser responsables de su propia formación y tener éxito. Desde el punto de vista histórico la burguesía fue la primera clase que aprendió a decir: YO. También creó cosas demenciales: los nacionalismos, el nazismo, el patriotismo extremo y lo hizo a base de pedagogía, adiestramiento y propaganda. (Peter Sloterdijk. Crítica de la razón cínica. Siruela 2014).
Fuera de esa clase, quienes crean pertenecer a ella resultarán meros sucedáneos del yo burgués, pues ante la falta de consciencia propia, habrán hecho suya, sin vergüenza ninguna, la consciencia de sus patrones. En esa superficie reflejante adoptan su lenguaje, sus ideas, valores, creencias, costumbres, actitudes e imitan sus acciones.
Ahora bien, la razón por la que el Estado capitalista, principalmente en su versión neoliberal conserve su hegemonía, se debe precisamente al papel que estos agentes sociales realizan a nivel superestructural para mantener a la sociedad civil y al pueblo lo más alejado del poder político; ellos se encargan de obstaculizar toda posibilidad de los de abajo de vertebrar un antipoder que se transforme en acción social encaminada a cambiar el estado de cosas establecido.
En Ciudad de México durante y después de las pasadas elecciones ante el temor de que Morena siguiera avanzando e impusiera políticas que siguieran mermando su influencia, los poderes fácticos movilizaron a grupos de este sector de la población con demandas de mayor atención en su confort, mejoras de su entorno, comodidad y seguridad, exigencias legítimas, pero fuera de contexto.
Si este sector, pese a su entendimiento corto y nula comprensión de la cruda realidad, abandonara su consciencia ingenua y narcisismo político, se diera cuenta de que son sus patrones, los inmensamente ricos, los que están robando a todos: a ellos, a los humildes, a nuestros hijos y su futuro al mantener bajo los salarios, corromper a las autoridades, evadir impuestos, destruir y apropiarse de los recursos naturales, etc.
Para poner un ejemplo: una manera de que el Estado acelere la mejoría de todos es mediante una recaudación más eficiente, es decir que los pudientes paguen sus impuestos. Conseguirlo permitiría reducir la desigualdad económica ya que en México un O.3% de sus habitantes posee el 39% de la riqueza total del país mientras el 40% no tiene lo suficiente para comer; en este país el 10% más rico percibe el 57% de los ingresos nacionales mientras 45 millones de mexicanos han de dividirse el 1% del total; además 1843 municipios del país tienen índices de pobreza entre el 50% y el 100%.
Quizá no lo entiendan quienes viven en zonas privilegiadas, pero la inequidad también los afecta porque los ingresos de abogados, contadores, pequeños burgueses, gerentes y empleados altamente calificados pagan impuestos del 34.5 de sus ingresos y en algunos casos sin derecho a deducciones, los muy ricos pagan menos de 5% ciento de sus ingresos brutos. En EU, para dar un ejemplo extremo, la secretaria de Warren Buffett, uno de los hombres con más riqueza del planeta paga impuestos mayores que su empleador.
Si el reclamo de la “clase media” se fundamentara en un rechazo a la injusta realidad, se dieran tiempo para inclinarse por la solidaridad con quienes viven en la privación y carencia para dirigir sus obuses contra los culpables de mantener a millones de mexicanos bajo el acoso de necesidades elementales.
*Léanlo. Les sorprenderá.