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AVENTAR LA TOALLA
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AVENTAR LA TOALLA

En el boxeo mundial, está permitido (y es una forma de dar protección a un boxeador que ya no responde al ataque del contrincante), el detener un combate de manera inmediata. El réferi, o el manejador del boxeador, pueden parar la pelea, al darse cuenta de que el castigo que está recibiendo uno de los peleadores, es innecesario y puede ocasionar daños de consecuencia en el futuro.

El réferi se interpone entre ambos boxeadores y abraza a quien ha sido derrotado, para impedir que lo sigan golpeando.

El entrenador tiene la posibilidad de lanzar una toalla al ring, para avisar, tanto al réferi como al oponente de su boxeador, que la pelea concluye y se acepta la derrota.
¿Qué caso tiene seguir el combate hasta el punto del nocaut, cuando se sabe que todo está perdido?

Se cuida la integridad del boxeador y no se le expone a males mayores, que podrían darse si la golpiza continúa hasta dejarlo tendido en la lona.

Algo parecido debería existir en el ring político. Un acuerdo entre fuerzas políticas y órgano rector de procesos electorales, donde un candidato que ve reducidas sus posibilidades de triunfo a niveles próximos al “cero”, pueda “aventar la toalla” y decir, con dignidad y manteniendo su orgullo y amor propio a salvo de males mayores, “acepto en este momento mi derrota y doy como ganador a mi oponente”.

Porque ¿qué caso tiene mantenerse en una elección, cuando encuestas de todo tipo, medios de comunicación nacionales y extranjeros y la opinión pública en general, te señalan como claro perdedor en el proceso electoral en puerta?

¿Qué caso tiene seguir golpeándote contra una realidad que te demuestra a cada paso, que la distancia que te separa de quien mantiene una sólida preferencia electoral, es abismal e irremontable?

¿No sería preferible contar con la posibilidad de arrojar la toalla en defensa propia y aceptar lo que inevitablemente sucederá?

Salir por la puerta principal con la frente en alto y no por la de atrás, donde nadie te acompañará en el inicio de la ruta hacia el olvido político.

Una elección resulta costosa, así sea estatal, o federal. En México, tenemos un aparato electoral que se mueve, solo si se le aceita convenientemente con miles de millones de pesos. Y no tiene sentido el gasto, cuando el ganador de la contienda es conocido anticipadamente y no hay margen de duda posible.

En este año se dará en México una elección presidencial, donde el ganador es ampliamente conocido.

Todas las encuestas, ya sean nacionales o extranjeras, dan como segura triunfadora y por un amplio margen de votos, a la candidata del Movimiento de Transformación, que gobierna en el país actualmente.

Claudia Sheinbaum lleva ventaja de más de veinte puntos porcentuales sobre la participante conservadora Xóchitl Gálvez.

Faltan solo cinco meses para que se verifique el proceso electoral federal y todo México sabe que Claudia no tiene rival que la inquiete mínimamente. Xóchitl Gálvez no crece. La gente no tiene intención de otorgar su voto a una representante de la clase opositora, a la que se identifica con la corrupción que imperó en el país, durante los anteriores 36 años. Los políticos y empresarios que impulsan y acompañan a Xóchitl se encuentran manchados por actos de corrupción e impunidad que no se olvidan. Pretenden engañar con la máscara de la democracia que se han puesto para ocultar sus vicios e inclinaciones en contra del pueblo y a favor de sus privilegios, pero a nadie engañan.
Y aquí es donde encaja la propuesta planteada.

¿Hasta dónde llega la indignidad de un político, cuando sabe con certeza que todas las puertas se encuentran cerradas y que continuar en la pelea lo condena a la burla, al ridículo y a la pérdida del poco capital que le queda?

¿No sería preferible decir “hasta aquí llego”, o “lanzar” la toalla aceptando con honor la inevitable derrota?

Tal vez el Instituto Electoral pudiera considerar una salida digna para esos candidatos perdedores que tienen que llegar al final del combate, porque los partidos políticos que los propusieron así se los ordenan. Es impensable que el PRI, el PAN, o el PRD, estén considerando “arrojar la toalla”, para impedir que Xóchitl Gálvez pase más vergüenzas. A ellos no les interesa su candidata. Se saben perdedores, pero quieren llevar a su representante en la siguiente elección presidencial, a la piedra del sacrificio, pensando que con eso pueden dañar en algo la imagen de Claudia Sheinbaum. Lo cual es ridículo e imposible.

Es Xóchitl quien debería optar por una salida digna y no prestarse a un juego donde la única perdedora real, será ella. Y no me refiero al aspecto económico, donde probablemente no le vaya nada mal. Me refiero a su papel histórico, donde quedará anotada en el registro de los peores candidatos que han competido por la presidencia del país. Una candidata que recibió la peor paliza conocida.

Habrá elecciones para otros cargos importantes en el proceso electoral de este año. Pero la boleta para elegir al próximo presidente del país, bien podría ser eliminada y nada se alteraría con esto. Una diferencia de más de veinte puntos, con cinco meses de plazo para llegar a la fecha de la votación, es una muralla infranqueable.

“Aventar la toalla” podría ser una opción para futuros procesos de elección, al que podrían acudir los participantes sin posibilidad real de triunfo. Un reconocimiento anticipado de su derrota. Un abandono del cuadrilátero electoral, al ver que la paliza que reciben, los margina definitivamente de nuevas oportunidades políticas en el futuro.
Nada cambiaría. Ganaría desde antes, quien al final del proceso lo iba a hacer de todas formas.

Solo se acortarán plazos, se economizarían recursos y se evitaría ver un espectáculo bochornoso, donde uno de los contrincantes, es incapaz de mantener una defensa decorosa y aún mínimamente capaz de atacar y dañar a su rival.
Ahí queda pues, la propuesta al INE.

Malthus Gamba

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