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ABC: La vergonzosa operación de Estado
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ABC: La vergonzosa operación de Estado

El martes 22 de febrero de 2022, el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, hizo la presentación de su libro que conmemora 10 años de jurisprudencias, siendo el ponente. Para la presentación, como es costumbre, el autor siempre relata alguna situación o anécdota trascendente, que pudo haber sido el motivo principal para escribir una obra, y en el caso, parafraseándolo, iba a hablar de lo que representa el trabajo de un ministro y luego presidente de la Corte, y sin embargo, se dio la oportunidad de remembrar uno de los episodios más vergonzosos que una persona podría haber presenciado, y éste fue precisamente el que rodeó los hechos lamentabilísimos, que siguen en nuestra memoria y que son un grito cotidiano de lucha y de exigencia de Justicia con el que acompañamos un legendario pase de lista iniciado por el querido Maestro Epigmenio Ibarra, en el que nombra a cada uno de esos 49 bebés que perdieron la vida y 106 que quedaron lesionados y con daños en gran parte de sus cuerpecitos hasta esta fecha.

Esta anécdota ignominiosa es sólo una pincelada de la crueldad y la brutalidad que se vivía en tiempos de Calderón: desde la negligencia para brindar la atención inmediata que requerían los bebés para intentar que sus heridas tuvieran la mejor recuperación posible, negando la posibilidad de que fueran trasladados al hospital de Sacramento porque quería conservar la imagen de que “aquí no pasa nada, todo está bajo control” que todos sus congéneres en el poder, siempre aparentaron, hasta el olvido. Basta recordar que para el terremoto de 1985 el nefasto Miguel de la Madrid nunca pudo dar una cantidad definitiva de heridos, desaparecidos o fallecidos porque hipócritamente no quería quedar mal al exterior, en vísperas de la celebración del mundial de fútbol de 1986 o del número también incierto de desaparecidos en las represiones estudiantiles de 1968 y 1971, por citar tres botones de muestra; en el primer caso, también para mantener ese halo de tranquilidad antes de la celebración de los Juegos Olímpicos de México 1968.  

Sólo sabían aparentar y simular, aunque con sus nefastas actuaciones les fuera la vida y la salud a las personas y en este caso, a pequeñitos inocentes, víctimas de la rapacidad de la familia política del entonces presidente espurio Felipe Calderón.

El ministro Arturo Zaldívar se tomó sólo unos minutos para explicar cómo es que, siendo un recién llegado a la Corte, le tocó la novatada de recibir este expediente para su resolución, o sea que le tocó el boleto ganador en la rifa del tigre. Se alteró el orden de turno para que ese expediente llegara a sus manos y obviamente, tanto sus compañeros y el Presidente de la Corte, como los miembros del Poder Ejecutivo y su titular, pudieran medir el nivel de lealtad también conocido como lambisconería que el recién llegado tenía que demostrar, porque imaginaban que siendo nuevo, con menos de un año como ministro, iba a elaborar un proyecto que permitiera a los responsables escurrirse como en tantos y tantos casos, de la acción de la justicia, haciendo del Poder Judicial el instrumento que permitiera justificar jurídicamente las acciones, las omisiones y aún las injusticias cometidas por cualquier servidor público y que tuvieran como resultado la visible corrupción de las élites y los consecuentes reclamos sociales en pro de una justicia que nunca llegaba.

Es increíble escuchar de la voz del hoy presidente de la Corte y el Consejo de la Judicatura, la forma en que operaba la mano ejecutora del Poder Ejecutivo Federal, a través del Secretario de Gobernación, no porque no lo supiéramos, porque fue más que evidente que el presidente mandaba, y el secretario de Gobernación ejecutaba, u ordenaba a quienes fuera necesario acudir a la tarea de la intimidación; bien podría tratarse de los miembros del Ejército, en el caso de represión a la población, pero en éste, la presión la ejercieron los directores del Instituto Mexicano del Seguro Social, el que estaba en funciones y su antecesor; los secretarios de Gobernación y de diferentes secretarías, y seguramente por muchas otras personas que tenían en la función de intimidar y hacer sentir a los ponentes, secretarios de estudio y cuenta y demás personal de la Corte, que estaban bajo el imperio del presidente y sus designios. O sea, no había más ley que la ley de Calderón.

Cuando Zaldívar explica que los demás ministros estuvieron de acuerdo con el sentido de su proyecto, es claro que, siendo doctos en la ley, no tenían argumentos que contradijeran la expresión de justicia que se proponía desde la Corte, y que apuntaba como atinadamente dijo, a subsanar las omisiones y diría yo, los desfiguros, de las autoridades que destrozaron las investigaciones, los peritajes, los diagnósticos e, incluso, los testimonios de los papás de estos pequeñitos, basado en una facultad de atracción que tenía entonces el máximo Tribunal del país. También que la ley servía y sirve, como lo dijo, cuando se aplica de manera adecuada, para los fines de Justicia para los que está diseñada.

Sin embargo, llegado el punto en que la presencia intimidatoria pasó del privado de la ponencia de Zaldívar, para visitar a los demás ministros y convencerlos “por las buenas” de que estuvieran en sintonía con lo requerido por el presidente Calderón para que la familia de su esposa Margarita Zavala no estuviera expuesta, y era necesario que la mayor cantidad de funcionarios y autoridades involucradas en el caso de la guardería ABC, también libraran la acción de la justicia, porque como es evidente en un castillo de naipes, al quitar uno se derrumba el resto y no querían ponerse a descubrir cuál sería el eslabón más débil que, a fin de cuentas, apuntara al de más arriba y pudiera demostrar la culpabilidad y responsabilidad de la prima de la entonces “primera dama”, de cuya categoría no quiero ni opinar.

Hablando de Maggie por cierto, en su intento de querer lavar el prestigio de su esposo, diciendo que al contrario de lo que señala el ministro Zaldívar, el Gobierno Federal sí estuvo pendiente de los niños y de su salud; y que ella misma los fue a visitar a las clínicas especializadas en Estados Unidos y Guadalajara, se pone a sí misma como una mentirosa. También quiere decir que no ha lucrado nunca con el dolor de quienes son víctimas de esa desgracia, pero bien que utiliza a los niños con cáncer como ariete para golpear a este Gobierno, aún cuando sabe, como todos lo sabemos, que cualquier persona afectada con esta enfermedad, no podría resistir más de unas pocas semanas sin el tratamiento adecuado; pero ella, su sobrina Marianita y sus comadres de bancada, juran y perjuran que los niños con cáncer tienen más de un año y medio sin sus medicamentos. Mentirosas, mentirosas…

¿Se imaginan un escenario más complicado? una Suprema Corte y un Poder Judicial que en el texto constitucional es el tercer poder de este país; aquel que sirve de equilibrio entre el poder legislativo que crea leyes, y los posibles abusos del Poder Ejecutivo que las aplica, pero que en realidad fuera doblegada y dominada por el propio presidente y que además, en esos sexenios, y en especial en el del usurpador que entró por la puerta trasera al Gobierno y desde la simulación para justificar el espuriato y permitió que el personero del cartel del mayo Zambada, fuera su jefe de Seguridad Pública, y que en abuso de semejante poder podía borrar del mapa a cualquier persona por más alto cargo que tuviera. De hecho, el propio ministro narra el miedo que le produjo la conversación con el último de los cuatro secretarios de Gobernación del sexenio 2006 – 2012: Gómez-Mont.

Es claro que sabía que ese poder para desaparecer a personas incómodas para el Gobierno o para los jefes sicarios que decidían quién debía o no seguir viviendo, no tenía contención y así es que 2 secretarios de Gobernación, Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora, murieron en circunstancias turbias.

Cuando el ministro narra que temía no volver al día siguiente a la Corte y que dejó instrucciones para publicar el proyecto de sentencia, nos hace redimensionar no sólo el autoritarismo y la extensión del manotazo sobre la mesa que un jefe del Poder Ejecutivo tenía en esos ayeres, sino que también nos permite apreciar el profundo y muy complicado cambio que estamos dando como país, como ciudadanos y también en las instituciones que, insisto, para que caminaran al paso que el presidente y el país requieren, deberían componerse de miembros prácticamente recién desempaquetados, para que no tuvieran contacto con los vicios de ese pasado de abusos del poder y de torcimiento de la justicia.

Zaldívar explica que si antes no hizo una denuncia de este tamaño fue para no afectar a la institución, pero es elemental entender que esta denuncia en tiempos de Calderón, así de profunda y de descarnada, o incluso en tiempos de Peña Nieto, le habrían costado la vida (de ahí que resulte descontextualizada la descalificación que al respecto hizo Ricardo Monreal). Muy chistosito el diputado Julen Rementería critica que sea hasta esta fecha en que el Ministro Presidente hace pública su denuncia, sabiendo la capacidad de desaparición que tenía el presidente en tiempos del pan.

A mí no me sorprende saber que, entonces, en los días posteriores a esa desgracia, ninguna autoridad hubiera evitado el contacto con los padres de esos bebés, simplemente porque era equivalente a aceptar la responsabilidad que el Estado, el municipio, las autoridades del Seguro Social, la oficina de subrogaciones, la Secretaría de Hacienda y demás involucrados tenían que aceptar, y por ende se empezarían a deslindar responsabilidades y se tendría que responder de manera judicial y oficiosa en contra de todos: desde los que rentaron la bodega a la prima de Margarita Zavala, para operar ahí una guardería en medio de un parque industrial; hasta los operadores del parche mediático, que hicieron cuanto estuvo a su alcance para proteger a quienes no debían ser nombrados como responsables de la tragedia, quienes de manera criminal ocultaron y tergiversaron dicha tragedia.

Tampoco me sorprende imaginar una de esas reuniones en las que los padres llegaban a donde estuviera Felipe Calderón para intentar reclamar una justicia que hasta la fecha no ha llegado y que curiosamente, esos panistas devotos que, a rodilla pelada se hincan para rogar su regreso al poder, simulan que no pasó como sí pasó, es decir, se ponen sus lentes de recordar todo bien bonito, así de color rosita, y se imaginan a sí mismos como personas, como funcionarios preocupados por la salud y la integridad de 155 pequeños que sufrieron las consecuencias de la banalidad y la ambición desmedida de quienes aceptaron una subrogación para operar una guardería en las condiciones más precarias e inmundas posible.

De ese esquema de subrogaciones yo sé algo. A mí me ofrecieron conectarme con quien, aquí en Cuernavaca, daba las subrogaciones para operar guarderías. Yo solamente tenía que presentar un proyecto sencillo, en una hoja, donde dijera que tenía la capacidad de cuidar bebés desde los 40 días de nacidos y hasta los 5 años 11 meses 30 días, y que podía hacerlo en una casa habitación con 2 recamaras, un baño y una cocina. Así, el Seguro Social me daría ese permiso para tener en mis manos la vida y la seguridad de algunos bebés cuyas madres me los confiarían como si fueran mis propios hijos. Esas guarderías que proliferaron como los hongos después de la lluvia, para cuidar a los bebecitos, se llenaban de jovencitas practicantes de las escuelas de puericultura o, incluso, de mujeres que llegaran a pedir trabajo de aseo. La directora de la guardería donde estuvo unas semanas mi hijo Emiliano, se atrevió a decirle a una cocinera que ella iba a ayudar a las muchachas (así les llamaba a las puericulturistas) a cuidar a los bebés hasta que llegaran por ellos sus papás. Una mujer, honestamente le dijo que le daba miedo, porque ella sólo era cocinera, y la maestra Gloria, cínicamente le dijo “pero has tenido hijos ¿no?, entonces sí puedes cuidar a los bebés”. La supervisión del Seguro Social a estos lugares era una simulación, como todo lo que ocurría en los gobiernos de entonces. Se limitaban a verificar que hubiera 40 niños en la estancia, para que entregaran los recursos, de los que a ellos también les tocaba una parte. A mí nadie me lo cuenta.

Entonces, escuchar este relato de injusticia, de desatención hacia los padres y a los bebés no nos sorprende. Quizás nos remueva el reflejo de vomitar al decir el nombre de Felipe Calderón y de su esposa que a estas alturas, ni siquiera debería ocupar una curul en la Cámara de Diputados por decencia. Es difícil pedir a cualquiera involucrado en este círculo que tuviera alguna.

Fue hasta agosto de 2020 que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos admitió la denuncia presentada por los padres de la guardería ABC para su pronunciamiento en materia de violación de Derechos Humanos en contra de quienes fueron autoridades en 2009 y que son directa e indirectamente responsables por estos 49 decesos y por las lesiones que 106 personas, hoy, aún padecen.

Me quedo con lo que dijo Arturo Zaldívar: estamos en un momento de tomar definiciones; se requieren dignidad y decencia para portar una toga; se exige sensibilidad y humanidad para enarbolar el clamor de justicia en miles de casos donde se han violado sistemáticamente los derechos humanos de personas inocentes; se necesita compromiso de funcionarios públicos para cambiar un sistema y de representantes del pueblo valientes, para reformar las leyes que se hicieron a modo para proteger a los tramposos; se precisa de autoridad moral para denunciar a quienes devastaron el estado de derecho y se necesita a una persona, a una sola, para iniciar el cambio. Afortunadamente somos cada vez más y más los que estamos del lado correcto de la historia. Antes fuimos minorías pero hoy, somos millones los que damos la batalla en los diferentes ámbitos en que trabajamos, porque sabemos que esa voluntad de querer cambiar a México es el espíritu de la Cuarta Transformación.

El lado correcto de la historia, ciertamente, Ministro, es ése, donde desde el Poder Judicial se defienden, promueven y garantizan los derechos de todas las personas, sobre todo de los que menos tienen, de los más desfavorecidos, de los olvidados, de los marginados de este país; de todos aquellos que no tienen voz porque se las arrebató la marginación y la injusticia que tendieron los anteriores 7 sexenios, al menos.

Nosotros estamos listos y trabajando. Ojalá el Poder Judicial de la Federación, con todos sus miembros, estén en la misma sintonía. Ya es tiempo.

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