Al cliente lo que pida
En las relaciones comerciales entre México y los Estados Unidos se vive hoy un escenario bipolar. Así como tenemos un intercambio dinámico en la mayoría de las mercancías que les vendemos y compramos, que va creciendo en forma sorprendente, en ciertos productos como el maíz transgénico la situación es demencial.
Los estadounidenses nos han vendido miles de toneladas de este producto durante décadas y están acostumbrados a que las compremos sin cuestionar nada. Sin embargo, a partir de que en México comenzamos a llevar a cabo una transformación, se decidió prohibir productos cuyos efectos pueden representar un riesgo importante a la salud de los mexicanos, entre los que se encuentra este.
Sin embargo los productores de maíz transgénico en el país vecino, están empeñados en que compremos a la fuerza lo que no queremos consumir, e incluso nos amenazan con sancionarnos si no lo hacemos.
Esto es tan ridículo como ir a una tienda donde siempre hemos comprado bolsas de papas industrializadas, a pedir que nos vendan mejor fruta y el tendero nos quiera obligar a seguir comprando bolsas de papas, porque traer fruta le tomaría varios días. Entonces cuando nos negamos a comprar la bolsa de papas y decidimos esperar a que traiga la fruta, nos amenaza con golpearnos.
Esa es la actitud que están asumiendo los productores de maíz transgénico de los Estados Unidos, les compramos sus porquerías o nos castigan. Así, el país que se autocalifica como prototipo del libre mercado, intenta hoy obligar a sus clientes a comprar lo que ellos producen en lugar de venderles lo que desean adquirir.
Otro ejemplo de éstas pretensiones lo encontramos en Europa, toda la información disponible apunta a que fueron los Estados Unidos y Noruega quienes destruyeron los gasoductos Nordstream 1 y 2, para evitar que Alemania pueda recibir gas de Rusia, impidiendo así que le compre a quien ellos decidan, para que se vea obligado a comprarles a ellos.
Parece que para los grupos estadounidenses de intereses creados, los conceptos de libre mercado, piso parejo en la competencia comercial y rectoría de las fuerzas del mercado, se quedaron solamente en discurso glamoroso y teoría académica. La realidad que quieren imponerles a los demás no tiene nada que ver con lo que predican.
Así lo expresó uno de los grandes productores estadounidenses, pionero en el cultivo de maíz blanco no transgénico, llamado Clarkson Grain, sosteniendo que es perfectamente posible surtirle a México lo que pide, aunque para esto sea necesario algo de tiempo para cambiar la producción en las cantidades que se requieren. A esta empresa le parece una locura que un país que se dice capitalista, condicione así a sus clientes.
Para los Estados Unidos la venta de maíz transgénico a México representa más de 30 mil millones de dólares anuales y sustituir esto con el producto que les pedimos puede tomarles entre un año y año y medio, lo cual ni siquiera se contrapone con el decreto mexicano de prohibición a este grano, la cual entraría en vigor hasta el año que viene, dándole tiempo a esa industria de cambiar la semilla para cultivar lo que el mercado exige, pero su nueva lógica comercial, influenciada por su obsesión autoritaria, los mantiene necios. Parece que después de todo Milton Friedman terminó siendo nada más que una entelequia.
Como dijo el productor irlandés Gabriel Byrne: “La espada de un loco puede ser más afilada que su cerebro”.