De recuerdos, números, cine y estafas.
Por: Héctor Atarrabia
Nietecitos queridos, esto ocurrió hace tantas décadas, que la mayoría de ustedes no existían ni en planes. Mi padre solía aleccionarme “El peor enemigo es el pánico”. Sería bueno distinguir aquí entre temor, que es la reacción a algo sabidamente dañino o desagradable que nos hace evitarlo; el miedo, que es esa reacción, pero a lo desconocido y probablemente agresivo o dañino; el pánico, que es como el miedo, pero súbito, exagerado, irracional y contagioso. El miedo sostenido por un periodo de tiempo provoca cambios en la respiración (estrés) y socava la salud.
Bien, lo que ocurrió fue que un día, yo adolescente, con unos amigos me marché a una playa de las que abundaban en aquel entonces; decíase virgen y, siendo deliciosa, no tenía ni asomo de turismo. Llegamos con un par de tiendas de campaña. De algún poblado cercano, al notar nuestra presencia, los lugareños se aproximaban a ofrecer comida fresca recién sacada del mar y cocinada a la manera del Pacífico. Una maravilla.
Tras un par de días en este éxtasis contemplativo, ocurriome despertar temprano y, sabiendo que al siguiente día regresaríamos, decidí no esperar a los dormilones y caminar solo por la playa hasta donde se interrumpía abrupta por un macizo de rocas que se hundía en el mar. Di media vuelta y vi a lo lejos, muy lejos, las tiendas de campaña y algunas figuras humanas que ya comenzaban su día. Se veían muy pequeñas en lontananza. Y fue cuando tuve la terrible idea. Pensé que un chapuzón era lo que la ocasión pedía, no lo pensé más y, desnudándome, me arrojé al mar. Nunca fui gran cosa de nadador, pero mi padre me enseñó lo que sabía en mares bravos, así que no parecía tener nada que temer. Pasé la zona de rompimiento de las olas, en esta playa de mar abierto, con un clima calmo y agradable. Al elevarme con las ondas veía la alucinante vegetación, la línea de la playa y las hormigas que parecían las personas de mi campamento. Dichoso, pleno.
De pronto, di en notar que todo ello parecía más lejano y decidí que era momento de volver a la playa, así que nadé de vuelta…o eso creí, porque tras unos minutos levanté la vista y ví que estaba más lejos. Nadé por segunda vez, más vigorosamente, con el mismo efecto. Había sido atrapado por una corriente que me llevaba mar adentro, y mi destino parecía ser el de Alfonsina.
Sentí la helada mano del pánico acariciarme…y, de inmediato la voz de mi padre: “El peor enemigo, es el pánico” Me sonó muy razonable. Si nadaba desesperado, pronto agotaría mis fuerzas, encima hiperoxigenaría y pronto sería poco más que alimento para gaviotas. Respiré lento hasta tranquilizarme y luego, para relajarme, floté “de muertito” cual burócrata priista, cual si nada pasara. Pero algo pasaba y debía hacer algo, así que dejé esa postura para calcular qué sería lo mejor. Y entonces (¡aleluya, hermanos!) Lo and behold! La playa me pareció un poco más cerca. ¿El calor me hacía alucinar? Razoné que la capa superficial del mar podría, quizás, ir a contracorriente avanzando hacia la playa. No teniendo nada que perder, decidí probar. Volví a flotar de “muertito” muy relajado y con la mente en blanco. Tras unos minutos, revisé de nuevo mi posición y, esta vez, decidí que, en definitiva, estaba más cerca. Así que repetí el experimento hasta escuchar el romper de las olas, ello me animó a hacer un bucito y atrapar la siguiente para que me acercara al lado seguro.
Y aquí estoy. Desde entonces he tratado de rechazar el pánico. En mi trabajo, en mis negocios siempre he evitado lo que llamo “movimiento de pánico”, siempre salen mal. Prefiero caer por osado (otra cosa peligrosa, pero que no temo) que por pánico. Pero escucho cuando el miedo me previene, le doy las gracias y lo despido.
Por lo demás, hoy, seguiré las bien intencionadas instrucciones de nuestra Secretaría de Salud, pero sabiendo que algo no checa. No con la secretaría, que se ve obligada a responder, y lo hace de la mejor manera. No checa con la pandemia. Amo los números y desconfío cuando me dicen cosas raras. Actualmente, el promedio diario de muertes en nuestro país (fuente, INEGI) ronda los 2000 (incluye 100 por homicidio y 10 feminicidios). Nuestro país tiene 130 millones de habitantes. Los decesos por el Covid19 en la provincia de Hubei, China, llegaron a los 3000 hasta que la epidemia se controló o termino el brote. Hubei tiene 59 millones de habitantes, registró 80,000 casos. China 1300 millones. El mundo 7,500 millones, han fallecido un total de 6000 hasta el momento en que escribo. En Lombardía, Wuhan, SCorea y la zona Caspia de Irán, las temperaturas han estado en sus brotes entre 2 y 12 grados centígrados, la peor franja para los males respiratorios. USA, en la pasada temporada de Influenza, registró 300,000 casos y 400,000 murieron por ese mal en el mundo (casi 700 en México, con 6000 casos)…y no se cerró ninguna frontera, no se canceló ningún vuelo, no se cerraron escuelas, ni negocios. No hubo pánico. Ambas producen algunos casos de neumonía (en mis tiempos se decía “gripe mal cuidada”), ninguna es curable solo atendible y sus síntomas aliviables. Ambas tienen las mismas formas de contagio. Se los digo responsable y serenamente; algo no me checa. No soy conspiranoico, de hecho, me río de todas las teorías de esa clase. Pero tampoco estoy ciego. Cuando algo no checa, no checa. Y, ante lo que sí puede ser una desgracia: la destrucción de la microeconomía, los pequeños negocios, endeudamientos, caos financiero más feroz si eres más pobre, anuncia el FMI que tiene “preparados” trillones de dólares (ojo, no es dinero real, es dinero virtual que no lo ampara nada, ningún valor, son cantidades acordadas entre los grandes financieros y los gobiernos más poderosos. Es dinero que no existe, sino transferencias virtuales) para prestarles a los gobiernos…y cobrarles a los pueblos.
Lo lamento, pero eso sí hace sentido. ¿No es la respuesta? Alguna semejante lo será, porque lo puramente viral…caray, no se sostiene. No sostiene esta psicosis mundial, dañina para la salud, inconsecuente con respecto a gripe porcina, gripe aviar, influenza estacional…
Hace años, creo a principios de los 80, hubo una película: “The day after”, no confundirla con “The day after tomorrow” que era sobre el cambio climático, que me impresionó mucho. El marco era una posible guerra nuclear, pero la historia era la de un doctor anciano que ha hecho una vida plena, tiene una linda familia y se está retirando. Al declararse la guerra, vemos a la masa en pánico, haciendo compras idiotas (como papel de baño), mientras él se mantiene sereno. Cuando cae un misil, él organiza hospitales improvisado, se entera de que perdió a sus hijos, pero se concentra en ayudar a la gente, a pesar de estar él mismo muy enfermo por la radiación. A su alrededor, gente mucho más joven y sana gime, se quedan tirados, no ayudan. Son los mismos que hacían compras de pánico y se comportaban como trogloditas antes de la explosión. Me impactó el personaje. Me di cuenta de cuan cierto es el comportamiento idiota de la masa y lo importante de no ser oveja.
Nietecitos, ya que se fuerzan unos días de baja actividad (admito que a mi no me cambia mucho la rutina) espero podamos compartir muchas cosas y muy bonitas con nuestros seres cercanos y queridos, los de carne y hueso. No caigan en el pánico, no vale la pena.