La oposición neofascista, su objetivo: Darle en la ‘madre’ a la 4T
En este momento, no es posible calificar a quienes intentan descarrilar a la Cuarta Transformación, de otro modo que no sea neofascistas.
Hagamos un poco de memoria, antes de analizar objetivamente la situación de la derecha reaccionaria, ante el momento de cambio que vive México.
Por décadas, el movimiento opositor en el país, estuvo representado por las fuerzas políticas de izquierda, contrarias al priismo de otros tiempos y al neoliberalismo del pasado reciente.
Durante ese largo periodo, los gobiernos en turno gozaron de un poder político y un aparato represor, que nulificaba casi por completo a las voces disidentes que intentaban combatir al régimen que se había eternizado en el poder.
La protesta de los partidos y fuerzas de izquierda, intentaba ser firme y fuerte, usando los pocos canales que dejaba abiertos el gobierno, para manifestar inconformidad por las políticas públicas que beneficiaban a determinados segmentos sociales, a costa del hambre y sufrimiento generalizados en el resto de la población.
Los muertos y desaparecidos los ponía generalmente el pueblo. El aparato de procuración de justicia, los grupos de inteligencia y las fuerzas armadas eran el ariete encargado de disolver cualquier movimiento articulado de protesta, que pusiera en aprietos a alguna autoridad de los tres niveles de gobierno.
La oposición luchaba en condiciones de desigualdad manifiesta, pero con todo, intentaba hacer valer sus derechos, por las vías legales a que podía tener acceso. Las marchas, plantones, manifestaciones, huelgas y otros mecanismos a su alcance, eran aprovechados dentro del margen legal disponible, para ejercer presión sobre el Estado.
Era una oposición que denunciaba y promovía juicios ante autoridades de dudosa imparcialidad, buscando que le fueran reconocidos derechos humanos, políticos y legales, que le correspondían. Era una oposición que se enfrentaba al poder del gobierno, usando las pocas vías democráticas a su alcance.
Lo que más le han reprochado al hoy presidente López Obrador, en lo que corresponde a su pasado opositor, es el platón que se instaló por días, en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México. Un plantón, que se inscribe dentro de lo que se denomina protesta pacífica. Una forma de presión en la que no se recurre a la violencia, o a la acción directa.
La oposición de entonces mostró en todo momento responsabilidad social y las agresiones violentas de entonces, corrieron por cuenta de las instancias represoras del Estado mexicano.
Habiendo señalado lo anterior, podemos dedicar tiempo a la oposición reaccionaria que en este momento se mueve con poco orden, en un espacio democrático amplio, que brinda sin mayores restricciones el gobierno de la Cuarta Transformación.
Desde la aplastante derrota sufrida en las pasadas elecciones presidenciales, los grupos conservadores, acostumbrados a llevar las riendas del gobierno en nuestro país, se han visto obligadas a asumir una actitud defensiva, donde carecen de las herramientas de poder, que antes les daban fuerza absoluta.
Si un sentimiento ha quedado a flor de piel en ellos, después del triunfo contundente de la Cuarta Transformación, éste es sin lugar a dudas, el resentimiento.
Los grupos reaccionarios, no terminan de asimilar su derrota, ni tampoco han podido constituirse en una oposición seria y democrática, que luche acertadamente por reconquistar el poder político a futuro.
Una de las características de esta incipiente y rencorosa oposición, es la violencia que distingue a todas sus acciones. Desde el discurso plagado de insultos y amenazas que maneja el expresidente Vicente Fox, hasta los actos violentos que ejecutan los grupos de provocación, que infiltran las marchas y manifestaciones convocadas por una sociedad civil que hace uso de sus derechos ciudadanos para manifestar su apoyo, o rechazo, a las políticas del pasado y presente en México.
En los últimos días, los ciudadanos hemos sido testigos de las acciones de violencia que realiza un centenar de infiltrados enmascarados, donde se destrozan y vandalizan fachadas de edificios, comercios y patrimonio cultural del Centro Histórico en la Ciudad de México.
En la conferencia mañanera del día de hoy, el presidente López Obrador precisó que este tipo de acciones tienen mucho que ver con la estrategia conservadora para golpear al gobierno de la Cuarta Transformación. De ningún modo pueden atribuirse estas acciones destructivas, a grupos de ideología anarquista.
El anarquismo es una línea de pensamiento político bien definida. Los que destruyen actualmente, disfrazados de manifestantes, carecen de ideología alguna. Son mercenarios que se presentan en estos eventos, intentando crear un ambiente de temor e incertidumbre, donde las fuerzas del orden se sientan obligadas a actuar, reprimiendo.
De ellos, no conocemos los motivos que los mueven a destruir. No hay un reclamo social que respalde sus acciones. Son los mismos que aparecen una y otra vez en cada manifestación o marcha. Los mismos.
López Obrador dejó en claro el día de hoy, que un gobierno que viene de una oposición valiente ante el agresivo régimen neoliberal y que ha padecido represión sistemática de parte de esos gobiernos del pasado, no va a asumir de ningún modo, una política represora, como la que sufrió en carne propia.
La Cuarta Transformación brindará garantías a los ciudadanos y a los edificios de ésta y cualquier otra Ciudad, sin caer en el juego provocador que intenta la oposición conservadora, con fin de calificar al gobierno de la Ciudad y al gobierno federal, de autoritarios.
Uno se pregunta, después de haber visto los actos violentos de estos grupos y de haber escuchado las palabras del presidente del país, ¿cuál es el juego que siguen los grupos reaccionarios en este momento?
Recordemos las palabras de Vicente Fox hace unos días, cuando señaló que la alianza entre distintos grupos de la derecha moralmente derrotada, tiene como fin “ponerle en la madre a la Cuarta Transformación”.
Hay una línea dura del ultra conservadurismo, que intenta descarrilar a la Cuarta Transformación del modo que sea, aún recurriendo a mecanismo que nada tienen que ver con la democracia.
Los grupos de provocadores son una muestra de esta intención.
Si la oposición de izquierda se mantuvo siempre dentro de los márgenes que fija la Ley, la oposición conservadora está demostrando que la Ley le tiene sin cuidado y que el fin va a justificar cualquier medio, si consigue descarrilar a un gobierno democráticamente electo.
Esas prácticas neofascistas deberían preocupar a una sociedad que en las pasadas elecciones votó por un cambio de rumbo sano para el país.
El poder del dinero está echando mano de cualquier herramienta que le permita retomar el poder en el corto plazo. Aún si se pone en peligro a seres humanos, al asumir actos de violencia, como acciones opositoras válidas.
El futuro del país y de la democracia, depende mucho de que esta nueva sociedad, que nace a partir de las pasadas elecciones, identifique con claridad dónde está ubicado el enemigo y el peligro que representa el nacimiento del neofascismo en México.
La violencia nunca debe ser vía para el cambio político.
Malthus Gamba