21 Dic 2024

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YO CLAUDIO
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YO CLAUDIO

Robert Graves escribe un best seller que tiene como figura principal a Claudio, penúltimo emperador romano, de la casa de Augusto. Un Claudio limitado físicamente que alcanza el poder, por el desgaste político de su familia y por ser el último varón disponible en esa casa, después del asesinato de Calígula. Este Claudio no fue educado para el desempeño del poder, ni fue tampoco un brillante general con destacadas acciones de guerra en bien del imperio.

Era un historiador dedicado a la investigación y a las letras. Tartamudo, cojo y con otros problemas de salud, derivados de enfermedades sufridas en la niñez. A Claudio se le veía como al mueble que ocupa un sitio en casa y que por su condición física no provoca conflictos, ni causa inquietud en los demás ambiciosos de poder. Se hace emperador y aunque habla en privado en favor de la república, mantiene en la práctica el poder imperial, colocando a su familia en puestos destacados del gobierno.

Claudio hace testamento y por diferencias serias con su sobrina y a la vez esposa Agripina, madre de Nerón, piensa nombrar sucesor a su hijo Británico, que está por alcanzar la mayoría de edad, descartando a Nerón, a quien previamente había designado como futuro heredero del imperio. Parece que esto no agradó mucho a Agripina y se especula hasta hoy, que la muerte de Claudio se debió a un envenenamiento en cuya preparación y ejecución, estuvo involucrada Agripina.

La historia de este Claudio romano viene a cuento, porque los mexicanos presenciamos en este momento, un fenómeno político y de poder, que involucra a un Claudio con características similares a aquel que gobernó en Roma, hace varios siglos. Aunque hay diferencias inocultables entre uno y otro.

El operador político de la oposición nacional, responde al nombre de Claudio. Viene de una familia acostumbrada a ejercer el poder “tras el poder”. Es decir, no son políticos. Manejan a los políticos en turno, a quienes hacen ganar grandes cantidades de dinero, mediante acuerdos que benefician a las dos partes. Se trata de Traficantes de Influencias, que adquieren contratos, concesiones, o adjudicaciones, previo pago de fuertes cantidades en efectivo y una parte de la ganancia que deja el negocio de la corrupción.
Claudio X González era un mueble decorativo dentro de la familia. Fue preparado para…para nada. Él se dice filántropo y activista social. Algo indefinido que nada tiene que ver con el negocio de la corrupción practicado por la familia, ni con el control y manejo de las empresas que constituyen el poder económico de esta casa impulsora de gobiernos oligárquicos.

Claudio X González Guajardo, es sacado de su mundo de confort, por su propio padre, Claudio X González Laporte, cuando se da cuenta de que algo debe hacer ese hijo inútil, en beneficio de la familia. Definitivamente está impedido para hacerse cargo de alguna empresa. Quizá en el manejo de los grupos políticos opositores, que necesariamente requieren del apoyo económico de los dueños del dinero, Claudio X González hijo, de el estirón definitivo en la vida. Solo necesita planificar una estrategia seria. Dar instrucciones a los políticos que sirven a sueldo. Abrir la cartera las veces que sea necesario. Construir una narrativa creíble, utilizando a los medios de comunicación, propiedad de la oligarquía. Eso permitirá el regreso al poder, en cuestión de seis años.

Pero Claudio X González Guajardo resultó ser tan limitado en esto, como en todo lo demás. No hay proyecto conservador, a cinco años de la derrota electoral del 2018. Las instrucciones que ha girado a los partidos políticos de la derecha, han producido 23 derrotas electorales, en esos cinco años. Por lo mismo, abrió la cartera para tirar grandes cantidades de dinero a la basura. Su campaña en medios de comunicación ha terminado en desastre, al grado de que después de cinco años de Gobierno del Cambio, la credibilidad en la prensa y medios opositores, sufrió una caída que los deja con un treinta por ciento de confianza ciudadana.

Claudio X González Guajardo tiene que elegir al candidato conservador a la presidencia y tiene unos meses para construir una campaña medianamente ganadora. Pero sus limitaciones personales, crean un desorden, donde debiera prevalecer la sensatez. Habla de un proceso de selección limpio, donde los ciudadanos participen activamente. Y dos días después, cancela la participación ciudadana y pone en manos de los viejos y decadentes partidos políticos de la derecha, el control de un proceso, que no tendrá nada de limpio. Todo se va a decidir por el desprestigiado método del dedazo. Claudio X González Guajardo nombrará al aspirante a la presidencia rumbo al 2024. No tuvo cuidado con las formas y el teatro de la participación ciudadana se vino abajo. Sus mismos incondicionales dentro de la llamada Sociedad Civil S. A. de C. V., lo abandonaron al darse cuenta de que se trata de una farsa “engaña bobos”.

Claudio X González Guajardo no tiene a una Agripina de la cual deba cuidarse. Puede darle en la madre al imperio oligárquico de manera sostenida, hasta el 2024.
La pregunta aquí es: ¿Qué harán esos Grupos de Poder, después del inminente desastre del 2024?

Desaparecerá el PRD con seguridad. El PRI corre el riesgo de convertirse en un pequeño partido satélite, que viva parasitariamente a expensas de partidos mayores. El PAN será un raquítico viejo sin dientes, sin fuerzas y sin futuro alguno.

Este Claudio sufre de males y limitaciones mayores a las del Claudio romano, que al menos supo gobernar con cierto tino, durante el tiempo en que tuvo en sus manos el poder total.

El Claudio mexicano es diminuto, pusilánime, corto de ideas y sin talento alguno.

Sin embargo, lo vemos aparecer en los medios de comunicación bajo el control económico, con la misma expresión de autosuficiencia, vanidad y supuesta superioridad, que con seguridad vieron los romanos en el rostro de su Claudio.

El “Yo, Claudio” fue escrito como narración de carácter histórico.

Nuestro Claudio escribe a diario una página nueva de la tira cómica, donde él es personaje central en la serie de situaciones y ridículos que inevitablemente enfrenta el más famoso “payaso de las cachetadas” políticas de nuestro tiempo.

“Yo, Claudio, Rey del Fracaso”.

Malthus Gamba

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