Frenar la Inteligencia Artificial
Textos y Contextos
Por: Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera
En días pasados, trascendió la carta, emitida por el Future of Life Institute, organización sin fines de lucro, firmada por más de mil personas, incluido Elon Musk, pidiendo una pausa en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) hasta que expertos independientes revisen y desarrollen protocolos de seguridad compartidos ante el avance de estas nuevas tecnologías.
“Los poderosos sistemas de inteligencia artificial deben desarrollarse solo una vez que estemos seguros de que sus efectos serán positivos y sus riesgos serán manejables”, expresa la misiva.
Otra de las voces críticas a la IA es la de la Europol, que se unió a las preocupaciones éticas y legales sobre la IA avanzada como ChatGPT, advirtiendo sobre el posible uso indebido del sistema en intentos de phishing, desinformación y ciberdelincuencia. Asimismo, el gobierno del Reino Unido dio a conocer propuestas para un marco regulatorio “adaptable” en torno a la inteligencia artificial.
Desde que en 1955 se creó y comercializó en Japón el radio de transistores, la industria de la tecnología creció exponencialmente. En el terreno de la electrónica y posteriormente la cibernética, jamás como en los últimos 60 años se habían vivido tantos cambios.
Tan sólo la Revolución Industrial tardó al menos un siglo en explotar de forma importante debido a los lentos avances y transformaciones de la maquina de vapor, así como de otros factores, en su tiempo tecnológicos, que además de inicio no estaban de forma sencilla al alcance de cualquier sector social.
Hoy, un teléfono inteligente es una microcomputadora que casi toda persona, incluso sin importar su condición socioeconómica, puede tener en el bolsillo; pero, ¿es legítima la preocupación y la necesidad de frenar el avance de las IA?
De pronto la palabra avance no necesariamente significa progreso, así que la respuesta seria que sí. La primera referencia es, precisamente, la Revolución Industrial. En su trabajo El Suicidio, Émile Durkheim describe de forma clara las repercusiones qué en Francia tuvo el cambio de paradigma con la llegada de la mecanización de los procesos productivos. En muchos sectores, la gente se quedó sin trabajo, es decir, perdió sustento económico, además de la identidad social que le identificaba como una parte importante, y funcional, para la población.
El campesino dejó de ser campesino, el obrero dejó de ser obrero, el ser humano perdía contra una máquina. Hoy, las inteligencias artificiales y la robotización del empleo están sustituyendo a un sinnúmero de trabajadores en labores que daban cobijo y sustento a grandes sectores de la población.
Tan solo las plantas de Tesla, que podrían generar miles de empleos, sólo producirán un porcentaje menor debido a que el objetivo es que éstas se encuentren automatizadas en más del 90 por ciento en el desarrollo automotriz.
Además, el crecimiento de las propias IA parece estar superando el propio entendimiento humano, por lo que han sucedido procesos en los que ni los creadores de las mismas comprenden las dinámicas, por lo que las han tenido que desconectar; es decir, al parecer la sociedad científica está creando productos que la superan.
Esto se potencia porque las propias IA, como ChatGPT, están bajando a niveles muy básicos información que para muchas personas antes era inaccesible, y que ahora, al tenerla a la mano, quizás no sabrían qué hacer con ella.
Algunas personas le han preguntado a la IA cómo tener negocios exitosos, y lo han logrado con sus consejos, pero qué pasa si esas preguntas comienzan a tener sesgos de violencia, asuntos bélicos, cuestiones que se salen de las regulaciones legales, y hasta morales, en una sociedad que le ha quedado a deber mucho a sus miembros en cuestiones educativas.
De más está decir que vale la pena revisar de nuevo la literatura de Isaac Asimov para comprender cómo es que la IA puede afectar al mundo moderno. Sin embargo, mirar la cotidianidad nos arroja ya algunas perspectivas. Los procesos robotizados o con asistencia de esta tecnología nos han hecho perezosos (como los GPS qué te dicen a dónde ir, sin necesidad de razonar en la orientación) y nos están sustituyendo poco a poco, en un mundo donde la población no deja de crecer, pero las cosas por hacer, que produzcan algo para el sistema en el que nos metieron, disminuyen a cada instante.